El destierro de la supuesta libertad.

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-Eso es cosa del pasado Gabriela las personas que te dañaron no supieron valorarte, pero yo desde la primera vez que te vi supe que eras una buena persona, mejor persona de todas las que ya he conocido- Me acarició la mejilla.

Se me escapó una lágrima al recordar las personas que me habían hecho daño, y Alex era la única persona que me aceptaba tal como era, con todos mis defectos y todas mis virtudes, era mi amigo.

-No llores- Dijo Alex.  

-Es que hay veces donde recuerdos se vienen a mi mente y me ponen triste -Agaché la mirada.  

-Pues aunque sea muy dificil sacarlos de tu mente, hazlo o sustituyelos pero por recuerdos buenos-  

-Es imposible sustituirlos por cosas buenas mientras que hay espejos por todas partes, que te recuerdan tu fea imagen-  

-Entiende de una vez que no eres fea Gabriela, no necesitas ser delgada para ser linda-  

-Pero yo si necesito ser delgada para sentirme linda y lamento que gastes tu tiempo tratando de cambiar mis ideales pero la única que puede hacer eso soy yo-  

-Te aseguro que lograré sacar esos asquerosos pensamientos de tu cabeza, te lo prometo- Exhaló.

Alex se había vuelto una persona fundamental en mi vida en muy poco tiempo, con él podía hablar de lo que me sucedía sin problemas.

Él seguía intentanto convencerme de que era hermosa pero a pesar de todos sus intentos no logró hacerlo. Mientras que conversabamos sentados en el suelo de mi habitación mi madre entro con una escoba y una pala hasta mi habitación.

-Tu padre me contó del espejo roto, vengo a limpiar, lamento interrumpirlos- Dijo mi madre con tristeza, tanta tristeza que se notaba en su mirada.

La tarde estaba cayendo, Alex debía volver a su casa a petición de su madre para cenar y volví a sentirme vacía, sola, sin siquiera un poco de consuelo. Vi como Alex entraba a su casa desde la ventana de mi habitación y él desde la puerta de entrada de su casa se despidió con su mano y yo le sonreí.

Vi mis manos nuevamente, recordando lo que había hecho con ellas, destruir mi reflejo por el odio que tenía hacía mi imagen.

Me recosté en mi cama tan solo para mirar el techo, para intentar no pensar, para tener mi mente, por algunos minutos, en blanco para lograr un trance de tranquilidad. Y cuando me ví en un triunfo la voz de mi madre me interrumpió; "A cenar".

Bajé sin tener ganas de comer y al llegar abajo me senté en frente de mis padres. Al darme cuenta que mi plato estaba excesivamente lleno los miré con odio sin siquiera querer hacerlo.

-¿Acaso es una broma?- Dije con tranquilidad.  

-¿Qué cosa Gabriela?- Dijo mi madre frunciendo el ceño.  

-¿Es qué acaso no lo ves? Soy una maldita gorda y me sirves el plato lleno de comida para que siga engordando ¿Acaso quieres que me quede postrada en mi cama por el resto de mi vida por ser una obesa morvida?- Dije gritando. Boté el plato de comida al suelo. Mi madre se llevó la mano a la boca, mi padre me miró preocupado mientras que al mismo tiempo negaba con la cabeza.

Corrí hasta mi habitación, estaba tan furiosa que no pude evitar dar un portazo, fui directamente a mi cama y levanté una almohada hasta mi cara y di un fuerte grito, luego la tiré con toda mi fuerza a la cama y comencé a golpearla muy fuerte imaginando que era yo. Estuve así por mucho rato y luego me recosté en mi cama, mirando el techo, reflexionando en como me había comportado, lo malo es que no me arrepentía, así mis padres podrían pensar en lo que estaban haciendo...Haciéndome engordar.

El espejo.Where stories live. Discover now