15

2.6K 117 17
                                    


Salgo del aparcamiento chirriando rueda. Mientras conduzco hacia la salida me cruzo con John, que corre hacia su coche. La chica con la que estaba ya no le acompaña. Por un instante se me pasa por la cabeza que tal vez podría atropellarle, así le dejaría tal y cómo él me ha dejado a mí, roto por dentro. ¡Ahora mismo el odio me consume!

Cuanto hasta diez para intentar tranquilizarme. En lugar de eso me desahogo llorando desconsolada. ¿Por qué me siento así? ¡No quiero sentirme así! ¿Por qué me siento traicionada? ¿Por qué me duele tanto el corazón?

Las lágrimas no cesan de empapar mi rostro. Conduzco rápido. Demasiado rápido. Necesito llegar a casa. Quiero encerrarme en mi habitación. ¡No quiero ver a John nunca más!

Ya frente a mi vivienda detengo el coche con un brusco frenazo. Entro en mi casa y cierro la puerta dando un sonoro portazo. Instantes más tarde escucho que llega otro coche. Es John.

¡Déjame! ¡Déjame!, repito dentro de mi cabeza mientras camino histérica de un lado para otro. ¡Me falta el aire! ¡No puedo respirar! Estoy al borde del colapso. Si no me tranquilizo me dará un ataque de ansiedad. Histérica, apreto mis puños con fuerza. Hiperventilo y se me está secando la garganta, por lo que decido beber un vaso de agua.

Abro uno de los armarios de la cocina y me hago con un vaso de cristal. Acciono el grifo y lo lleno, el sonido de la puerta abriéndose me distrae. ¡No quiero verle! ¡Ahora no! Sin pensarlo lanzo el vaso de cristal contra la cabeza de John. Él consigue esquivarlo. ¡Estoy furiosa! Cojo otro vaso y se lo lanzo. Éste también lo esquiva pero acaba estrellándose contra la pared haciéndose añicos.

Indignada, me quito uno de los botines y se lo lanzo tratando de afinar la puntería. Tampoco doy en el blanco. Cómo último recurso le lanzo el otro zapato, pero tampoco acierto.

¡Basta!- grita John levantando los brazos pidiendo una tregua.

Yo me acerco a él presa por los nervios. Furiosa, golpeo su pecho con mis puños. Él ni se inmuta. Se limita a rodearme con sus brazos con intención de tranquilizarme.

-Tranquila... ya está...ya está...- me susurra. Sorprendentemente reacciono cambiando los golpes por lágrimas. Lloro desconsolada mientras John me abraza con más fuerza.

Estoy descontrolada y no quiero sentirme así. Me gusta ser yo quién lleve el timón pero el sentimiento que tengo por John me abruma. John me importa más de lo que quiero admitir.

Intento deshacerme de sus brazos pero me es imposible. No tengo suficientes fuerzas para combatirle. Tratando de esquivar su mirada fijo la vista en el suelo. Está lleno de cristales rotos. Observo mis pies desnudos. ¡Que manía tengo de ir descalza!

-Estoy sangrando- aseguro entre sollozos.

-¿Qué? ¡Déjame ver!- me ordena John fuera de sí.

Tras comprobar que tengo heridas sangrantes en los pies se quita la camiseta y me la anuda al pie envolviéndolo a modo de venda. Usa uno de los trapos de la cocina para hacer lo mismo con el otro pie. A continuación me coge en brazos y me lleva a toda prisa hasta el coche, abre la puerta y prácticamente me lanza en el asiento de atrás.

John conduce hacia el hospital a toda velocidad. Durante el trayecto lloro en silencio. Minutos más tarde John se dispone a dirigirme la palabra pero yo le corto con un sonoro y tajante "no". Todavía trato de asimilar lo sucedido pero no encuentro consuelo. ¿Quién era esa chica? ¿Tiene una relación con ella y a su vez se acuesta conmigo? Cada uno de mis pensamientos sólo consigue ahondar más en mi herida.

Cuando llegamos al hospital John detiene el coche frente a la puerta de urgencias. Al observar mis heridas una enfermera se acerca a la entrada para ofrecerme una silla de ruedas pero John no consiente que la use. Se empeña en llevarme en brazos. Estoy tan enfadada con él que preferiría que estuviera en la otra punta del mundo pero en este momento es mi único apoyo.

Instantes después entramos en la consulta del doctor. John me deja cuidadosamente sobre la camilla. Me coge la mano. Yo no se la retiro. Recuerdo con temor que cuando era niña me pusieron puntos de sutura en un corte y rememorar el momento me pone de los nervios.

El doctor me inspecciona las heridas.

-¿Que te ha ocurrido?- me pregunta.

-Estaba descalza y se me cayó un vaso de cristal al suelo. Traté de apartarme con tal mala suerte que acabé pisando varios de los fragmentos de vidrio- le explico contando medias verdades.

-No deberías andar descalza...- me sermonea el doctor- Esta vez has tenido suerte. Sólo un par de cortes necesitarán puntos de sutura.

Acto seguido el doctor procede a coserme. Yo apreto fuertemente la mano de John ¡Tengo tanto miedo! Trato de aguantar el dolor pero no puedo evitar que una solitaria lágrima brote de mis ojos. John la recoge con su dedo pulgar. Una vez el doctor a finalizado la sutura me desinfecta la zona. Se decide por no vendar las heridas.Tras nombrarme las curas que sería oportuno que me realizara repasa mi figura con la mirada. Noto cómo John se altera al instante. Para mostrar su disgusto se aclara la garganta y oscurece el gesto de su rostro. A continuación me alza cogiéndome posesivamante en brazos y se aleja del lugar a paso ligero.

Ya en el coche John conduce de vuelta a casa. Llama por teléfono a Karen y habla con ella a través del manos libres del automóvil. Le explica lo ocurrido y ella se debate entre el disgusto por mi percance y el enfado porqué todo haya resultado ser a causa de mi mala costumbre de andar descalza. Seguidamente John la insta a que recoja los cristales rotos y limpie la zona para que no corra más peligro. De camino a casa, en el interior del coche, el silencio es lo único que se escucha.

Al llegar a mi vivienda el lugar está impoluto. Las huellas de lo ocurrido han desaparecido.

Cuando todavía no ha transcurrido ni un minuto desde nuestra llegada alguien llama a la puerta. Es Karen. Noto que contiene la respiración hasta que comprueba que mis heridas no son graves. A acudido a la casa con tappers llenos de comida. Para ella no existe nada que la comida no pueda curar. Pero yo no tengo apetito. Sólo quiero irme a la cama.

John me sube en brazos a mi habitación. Se asegura de que esté cómoda antes de acercarse a la puerta con la intención de marcharse. Antes de que lo haga le pido que se quede. Él, aunque algo sorprendido, accede por complacerme. Le invito a que se introduzca bajo las sábanas. Nos quedamos uno frente al otro mirándonos a los ojos.

-¿Cómo te encuentras?- me pregunta John susurrando.

-¿Quién era esa chica?- le cuestiono sin rodeos.

-Es una amiga de mi hermana. Es de Austin pero está trabajando aquí en Atlanta. He quedado con ella para darle un dinero que quiero que le lleve a Lily.

-¿Has pasado todo el día con ella?-

-No. Esta mañana he estado trabajando descargando camiones en una empresa de transportes. Necesito dinero extra- me responde.

-¿Es que mi padre no te paga lo suficiente?- le pregunto extrañada.

-Tengo un buen sueldo pero a veces no me alcanza para mantener a mi hermana y mis sobrinos. Sus respectivos padres abandonaron a Lily y no se hacen cargo de los niños.

No soy capaz de mantenerle la mirada ni un minuto más. Mis ojos buscan refugio en otro lado pero John sujeta mi rostro obligándome a mirarle de nuevo.

-¿Que más quieres saber? Pregúntame- me sugiere con dulzura.

-¿Ella es tú novia? ¿Has salido con ella? ¿Te has acostado con ella?

-No. No. No- me aclara.

Respiro aliviada. Mi rostro se ha iluminado y John se ha percatado de ello. ¿He pasado este mal rato para nada? ¿Todo tenía una explicación? John está siendo tan sincero... Ojalá yo también pudiera serlo. Tal vez si tuviera la valentía de admitir que le quiero podría confesárselo. Pero no soy capaz. Cierro los ojos tratando de dormirme. Mañana es mi primer día de clase y necesito descansar.



EL GUARDAESPALDASWhere stories live. Discover now