13: Enzo

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"Sutileza: el veneno más letal para el ser humano, hace caer hasta al hueso más duro de roer".

Su pequeña mano se aferra a mi brazo como si su vida dependiera de ello. Mientras ella se siente "segura" junto a mí, todavía es un penique por mis pensamientos cuán parecida es esta mujer con la chica que persiguió Thiago en el bar, pero no sólo llevan vestuario distintos, sus miradas las hacen ser completamente opuestas, la mujer del bar es una diosa de mirada lujuriosa, profunda y carnosos labios pintados de rojo, en cambio, esta mujer luce indefensa, de mirada perdida, su cuerpo mana ternura por donde sea que lo mire, a pesar de que esa ropa ancha y descolorida de trabajo está cubriendo las preciosas curvas de su cuerpo. Podría apostar todo lo que tengo a que éstas mujeres salieron del mismo vientre, sino son la misma persona.

—¡Este es mi auto! —declara débilmente. Se encuentra con el capo abierto y la puerta de conductor también. Me subo del lado del piloto e intento encender el auto un par de veces. Salgo y maniobro un par de alambres del interior.

—Se ha descargado la batería, ¿dejaste las luces encendidas?

—Mmm... —murmura—. Podría ser, no estoy segura, no recuerdo —se está cubriendo del frío con sus brazos.

—Toma, además de descargada y robada, no querrás un resfrío —me coloco detrás de ella y deslizo mi chaqueta por sus hombros.

—Gracias —veo sus mejillas tornarse rosas. La patrulla de Cox se acerca y se estaciona frente a nosotros. Declan baja del auto.

—Necesitamos algo de carga para la batería, busca el jump para darle carga —le solicito a Declan.

—Perfecto —él se desplaza a la cajuela y saca el artefacto y procedemos a la tarea—. ¡Todo listo! —grita mientras el motor del auto ruge.

—Bueno, señorita, ya tiene su auto y su cheque, recuerde que mañana la recojo para tomar su declaración en la comisaría. Enzo, ya podemos irnos.

—Me gustaría cerciorarme que Adelise llegue bien a casa, además no debe manejar en ese estado luego del episodio que vivió —es extraño, el Declan que yo conozco no habría abandonado a una señorita a su suerte.

—Tienes razón —reflexiona—. Yo me encargaré de vigilar a Thiago. Hasta luego, Adelise —dice haciendo énfasis en el nombre y mirándome inquisitivamente.

Subo al auto de Adelise. La llave se encuentra pegada, lista para encender. Ella sube del lado del co-piloto e inicio la marcha.

—¿Adónde vamos?

—552 Ave. Dirección este —esboza.

—Vaya, está un poco alejado, ¿qué hacías por aquí? Creo que te había visto antes —ella se extraña ante mi afirmación y veo como sus piernas se tensan.

—No lo creo, usualmente solo me muevo de mi casa al trabajo y del trabajo a casa, y de vez en cuando voy a la iglesia, no hago nada más —dice como si se lamentara de su aburrida vida.

—¿Eres religiosa?

—Sí, bueno, más o menos, no es que sea muy devota, pero ayudo al sacerdote con el hogar de niños de la iglesia.

—O sea, que jamás has ido a un bar, una disco o algo parecido.

—Solo un par de veces, cuando estaba en la universidad, creo que mi hermana me arrastró de vez en cuando, pero nunca fue de mi agrado —efectivamente, tiene una hermana.

—¿Vive contigo?

—¿Quién? ¿Diane? —de inmediato cierra sus piernas abruptamente y comienza a pasar sus manos por su falda evidentemente nerviosa. El nombre de esa mujer es Diane—. No, mi hermana no vive conmigo, pero es como si lo hiciera, ella es la culpable de todo lo que pasó hoy, tiene culpa de todo lo malo que me sucede, desde siempre —sus palabras suenan alteradas y desmedidas, como si no pudiese controlarlas.

—¿Por qué? ¿Ella tiene que ver algo con el robo?

—Estoy segura que ella es quien provocó que me echen de mi empleo y es capaz también de contratar algún ladronzuelo para hacerme sufrir haber perdido mi liquidación, ella haría lo que fuera para hacerme daño, pero yo no puedo controlarla.

—¿Ella vive en aquí en Nevada?

—Creo que sí, pero pienso que sólo está aquí por mí, para hacer mi vida imposible —ella respira profundo y mira fuera—. Párate junto al poste, ya llegamos —aparco a la orilla de la acera y apago el automóvil—. Muchas gracias por traerme a casa, Enzo. Fue un placer conocerte —ella hace el intento de salir del auto, pero logro ser más hábil que ella y bloqueo la entrada antes que toque el manubrio.

—No, no te vayas aún —la tomo de la mano y siento la humedad de su sudor—. No puedes irte sin saber si te volveré a ver.

—Enzo, yo... —titubea.

—Si quieres mañana te paso a recoger para ir a la comisaría a declarar.

—Enzo, no suelo salir con hombres... —murmura bajando su mirada y jugando con sus dedos.

—¿Eres lesbiana? —pregunto sorprendido.

—¡No! —grita y no puede evitar demostrar una hermosa sonrisa tímida—. No es eso, es que quizás ha pasado mucho tiempo desde que salí con alguien.

—No es una cita, Adelise, solo me estoy ofreciendo a llevarte a la comisaría, porque quiero saber más de ti, quizás ayudarte a conseguir otro trabajo. ¿Qué hacías en tu trabajo anterior?

—Soy licenciada en Informática.

—¡Perfecto! Necesito una de esas en mi academia —demonios Enzo, ¿por qué diablos le ofreces empleo?

—Yo no sé... —mi mano roza la piel desnuda de sus muslos y de inmediato siento como se eriza su piel—. Por favor, déjame salir y vete —luce angustiada, así que le permito huir, solo por ahora.

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Letargo I: SOPORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora