18: Diane

834 86 5
                                    

"Se siente indestructible, aun cuando sabe que en cualquier momento podría desaparecer".

Me pongo las gafas de sol encima de la cabeza para que formen una diadema y que dejen atrás mi cabellera lacia, me adentro a la pequeña tienda examinando los aparadores, escogiendo la lencería más provocativa para la ocasión, tratando de elegir entre seda o encaje. Luego de deambular por ahí, me decido por un conjunto en color rojo, apuesto a que eso lo volverá loco, ciertamente el encuentro de la noche anterior fue exquisito, a pesar de haberlo hecho en un lugar para nada acogedor. Me introduzco en un baño y cambio mi lencería tan deprisa como me es posible en el pequeño cubículo, tomo mi celular y le mando un texto.

Thiago: Quiero verte, ahora.

Su respuesta no tarda en llegar más que unos segundos, me manda una dirección y un guiño, sonrío para mí, con suerte y me toca promoción 2x1.

El recinto es todo lujo, un edificio elegante de aproximadamente veinte pisos, con estacionamiento exclusivo y extrema vigilancia. Cuando el taxi se detiene el guardia se apresura abrirme la puerta, se permite recorrerme con la mirada cuando me ofrece su mano para ayudarme a descender del vehículo. Me inclino sobre la ventanilla para pagarle al chofer, permitiendo que se quede con el cambio, suelto una pequeña risa ante la expresión del guardia, lamentablemente para él solo se ve y no se toca.

—Buenas tardes, señorita. Bienvenida —saluda el guardia acompañándome hasta la entrada.

—Buenas tardes, me esperan en...

—Diane —la voz de Thiago interrumpe mi explicación. Él se aproxima a mí, dándome un beso en los labios como saludo—. Yo me encargo Ship, gracias —le dice al guardia este asiente y desaparece tras una cabina. —Creí que pasaría un poco más que algunas horas para verte de nuevo, supongo que soy un tipo con suerte.

—Digamos que causaste buena impresión —digo descendiendo mi mano de sus labios hasta la parte baja de su abdomen.

—Creo que es mejor que subamos —jadea.

El elevador nos lleva aproximadamente diez pisos más arriba, las puertas se abren en un pasillo solitario, me conduce tres puertas hacia el frente, abre la cuarta y me permite entrar. La estancia es amplia y agradable, distintas tonalidades de azules y grises decoran el lugar desde los sillones, hasta las alfombras y las cortinas. Mi inspección se detiene cuando siento el pecho de Thiago en mi espalda y sus manos acariciando mi vientre.

—¿Quieres tomar algo? —pregunta en mi oído, luego succiona el lóbulo de mi oreja.

—No por ahora —ronroneo dándome la vuelta atrapando su boca.

Siento como su excitación crece en el mismo instante en que mi lengua explora la boca de Thiago, el siguiente instante mis piernas están a ambos lados de sus caderas y él acuna mi trasero para evitar caerme, camina hasta que me tumba en el sillón y se coloca encima de mí abriéndose paso entre mis piernas. Me desahogo de su camisa y de su pantalón antes de que él pueda subirme el vestido hasta el pecho, finalmente termina quitándomelo, se toman un momento para observarme desde arriba, alza una ceja y una sonrisa torcida se forma en su boca.

—Bonito.

—Lo acabo de adquirir justo para ti.

Su sonrisa lobuna se engrandece y ataca mi cuello, besando, mordiendo y succionando la sensible piel debajo de mi oreja, me remuevo debajo de él cuando sus manos atrapan mis pechos por debajo de la tela del sostén. Le deseo, le deseo demasiado, muevo mis manos de sus omoplatos hasta encajarlos en el elástico de sus calzoncillos y los jalo hacia abajo, liberando lo que mi cuerpo tanto ansía. Una capa de sudor comienza hacerse presente en nuestra piel, pues el desliz de nuestros cuerpos es mucho más sencillo ahora, besos, caricias y un calor pesado nos envuelven.

Thiago se detiene cuando el ruido de unas llaves al chocar contra el suelo hacen eco del otro lado de la puerta de entrada. Su respiración al igual que la mía es entrecortada, escucho su corazón latir contra mi pecho.

—¿Esperas a alguien? —pregunto—. ¿Ese es tu padre?

Él espera un momento, una puerta se abre y luego se cierra. Falsa alarma.

—¡Oh mierda! Ese sí que fue un gran susto. No te preocupes, hermosa, mi padre no llegará hasta esta noche, al parecer fue a verse con una mujer.

—¿Así que una mujer? —pregunto.

—Aja —responde Thiago antes de dar su primera embestida—. Al parecer a la pobre la echaron de su empleo ayer, luego la asaltaron, Declan y mi padre corrieron a su auxilio... pero a quien le importa eso. No deseo hablar ahora, vamos, disfruta esto.

Siento como Thiago arremete contra mí una vez más. La historia que me ha contado tiene demasiada coincidencia con Adelise, esa mojigata no va arruinar mis planes. Nadie le quita Diane lo que le pertenece y Enzo Bennett no tardará mucho en ser mío.

—Esa desgraciada —murmuro.

—¿Qué? —Thiago se detiene y se echa para atrás para mirarme.

—¿Cuál es el nombre de la mujer que está con tu padre? —exijo.

—No lo sé. Pero a quien le importa —dice extrañado.

—A mí me importa.

—¿Por qué te importaría lo que hiciera mi...? —comienza, pero de pronto parece encajar las piezas.

Una sonrisa cínica se forma en mis labios mientras la ira y la decepción cruzan como flechas el rostro de Thiago. Hace un intento por alejarse de mí, pero envuelvo mis piernas fuertemente alrededor de sus caderas y mis brazos alrededor de su cuello aprisionándolo.

—No —digo con firmeza.

—Te acercaste a mí por mi padre —esa absoluta calma que refleja en su voz, solo es un indicio de la enérgica tormenta que se avecina.

—¿Cómo podía resistirme? —pregunto con fingida inocencia—. Si tú que eres un niño puedes llevarme a lugares exquisitos, solo de imaginar lo que él podría hacerme sentir...

—Cállate —exige con los dientes apretados y tomándome del cuello.

—Termina —exijo. Parece confundido ante mi petición, luego examina mi cuerpo desnudo expuesto y enlazado al suyo y la comprensión cruza su mente.

De un movimiento brusco me tumba de nuevo en el sillón, sus manos aprietan la carne de mis muslos, sus dientes se clavan en la carne de mi cuello y su ira se acumula y crece entre mis piernas. Sus movimientos son certeros, rápidos, fuertes y salvajes. El dolor sube por mi vientre, pero también trae consigo un placer incalculable.

—¡Más! —pido.

Sus caderas chocan con las mías unas cuantas veces más antes de ahogarme un orgasmo intenso y placentero; siento el vibrar de un rugido en el pecho de Thiago, escucho mi propio grito de dolor y placer. Y antes de dejarme llevar y perderme en mi éxtasis, soy consciente de la promesa que me susurra Thiago Dos Santos en mi oído.

—Vas a pagar con lágrimas lo que me has hecho, Diane.

Y entonces se deja llevar entre suaves temblores y músculos rígidos perdiéndose en mí.

0

Letargo I: SOPORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora