12-De viejos amores se vive, II

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-¿Rood? -lo llamó, como si no pudiese creer lo que tenía ante sus ojos. Pero tenía que ser él, nunca había visto otros rizos en ese punto exacto entre lo desaliñado y lo perfecto, ni otros ojos café que rebosaban de brillo, ni otro collar de plata que se escurría dentro de su ropa para ocultar la vieja cruz de oro de la que él le había preguntado aquella vez que se quedó en su casa.

-¿Gabriel? -su tono fue más bajo, casi un susurro. El hombre rubio, de unos veintiséis años, no supo si lo que captó en su voz había sido la felicidad del reencuentro o el terror por la misma razón.

-Ho...Hola -saludó. Dejó los palillos a un lado del instrumento y se levantó, no tardó en caminar hacia él y rodearlo con sus brazos.

Rood se quedó estático.

Hacia algún tiempo, aquel rubio había hecho lo mismo; pero en ese momento, Rood era otro, un niño malcriado, caprichoso, que lloraba en sus brazos porque su corazón había sido roto de la peor forma: por el abandono del ser amado.

No quería creer que todavía era ese niño, no quería dejar caer la barrera que había creado con los años.

Pero ahí estaba Gabriel. Y tener a Gabriel era como tener a esa persona. No podía mentirle, no podía ocultarse.

El viejo niño salía a la luz después de tanto tiempo oculto.

Lo abrazó con fuerza, queriendo encontrar algo en el rubio que le diese una pista de él, aún cuando sabía que no había nada y nunca lo habría de nuevo.

Su pecho se hinchó en felicidad al sentir la colonia que él solía usar, al parecer, a Gabriel le gustaba lo suficiente como para aplicársela. Tal vez tampoco lo hubiese olvidado, pensó.

Segundos después de que el rubio lo liberó, otros brazos, más delgados, lo cubrieron. Mechones de color verde cayeron sobre su rostro cuando la mujer se lanzó sobre él y no pudo evitar sentirse estúpido por no haberla reconocido antes.

-Melanie...Mel...-murmuró, enterrando su rostro en su cuello, entre el cabello teñido, mientras la sujetaba con fuerza contra su cuerpo.

Miles de mensajes, cientos de llamadas, ella no había aceptado que se fuera del país en aquellas circunstancias. Ella lo había buscado, lo había apoyado de una manera en la que nadie más podía hacerlo.

Pero había perdido el contacto con Melanie aproximadamente un año antes de mudarse a Corllin, y por aquel entonces, la mujer llevaba el cabello naranja.

-¿Así que tú eres el famoso Rood? Como el del acuario, ¿cierto? -preguntó la otra mujer, que había dejado su guitarra de lado, cuando Melanie lo soltó para dejarle espacio para respirar.

Rood rió por la comparación con su antigua mascota y asintió, ella también lo abrazó.

-¡Peter! -llamó al hombre, quien los miraba desde la silla junto al niño, que parecía igual de sorprendido- ¿qué haces todavía ahí, flojo? ¡ven, tienes que saludar al hermanito de Sebastián!

Rood se quedó mudo al oír que alguien le decía así. Había pasado mucho tiempo, pero no tanto.

Quizá era imposible olvidar para algunas personas, pensó al ver al hombre acercándose con el niño tras él.

No pudo evitar notar que los tres niños tenían cierto parecido. El que parecía el mayor, tendría unos cinco años cuando mucho, la tez blanca, el rizado cabello rubio y los ojos de un tono de café claro, casi como la miel, al igual que la niña, que debía tener unos tres años. Y el otro niño, de unos tres o cuatro años, tenía la misma tez blanca, pero su lacio cabello era negro y sus ojos de un precioso tono de azul.

-Es un placer conocerte -le dijo él.

-¿Qué haces aquí? -preguntó Melanie, sonriendo. De verdad que parecía feliz de verlo, y Rood lamentó no haberla buscado un poco más, es decir, no es como si fuese muy difícil conocer el paradero de una modelo internacional como ella.

-Una amiga -contestó-, la conocí en Europa y le hablé de este lugar. Quedó enamorada y decidió ingresar, ya te imaginas, si yo no hubiese venido...-él negó y sonrió-, no sé, supongo que sólo no podía dejarla marcharse así. Y tal vez también quería volver a Corllin.

-¿Y por qué no me buscaste, pedazo de idiota? -le reclamó, volviendo a abrazarlo.

-Lo siento, he estado ocupado. Soy un ingeniero civil, ¿sabes? No es como si pudiese irme por ahí cuando sea...

-¿Ingeniero? -repitió el rubio y sus ojos brillaron-. Mel, ¿qué t...?

-¿Quisieras hacer un proyecto conmigo y Gabriel? -propuso ella, tal y como su amigo había pensado.

-¿Proyecto?

-Vamos a recuperar el preciado Corazón después de cinco años de inactividad -cuando dijo aquello, Rood sintió que una sonrisa se dibujaba en su rostro sin su permiso.

El Corazón había sido el más grande orfanato de Corllin, la razón de que lo cerraran había sido un misterio y cientos de niños se quedaron sin hogar. Él estaría encantado.

-Pero...¿qué haría yo? -quiso saber, frunciendo el ceño.

-Tú ayudarías a Gabriel, claro -contestó ella-. Observarías los planos que él dibuje, harías tus recomendaciones, y luego me ayudarías a devolver el interior a su antigua gloria. Después de todo, los Donnati solían tener ese lugar como su segunda casa, ¿no es cierto?

Él se llevó la mano al pecho, buscando la cruz de oro que colgaba de su cuello.

-¿A dónde vamos? -preguntaba el pequeño niño de rizos. Él niño mayor sonrió y siguió caminando por la calle.
-Al Corazón -había sido su respuesta.
-¿Qué es eso, Fran?
-Ya lo verás -el mayor tomó su mano y lo llevó por la calle. En ese momento, él era feliz.

-Me encantaría ayudar -aseguró con una sonrisa nostálgica.

¿Pero por qué es que los buenos recuerdos eran los que más le dolían?

Amargura [AYOA#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora