24-Y...eso fue

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El primer recuerdo de Sam no era agradable.

Estaba sentado en una incómoda silla de plástico y su mano, puesta sobre su regazo, le dolía por la presión que su mellizo ejercía al sujetarla.
Mujeres y hombres vestidos de blanco y azul, o cubiertos por batas y mascarillas esterilizadas, iban de lado a lado.
Terán. Terán. Terán.
El apellido se repetía a cada momento en diferentes voces con una sola cosa en común: la urgencia.
Y esa no era una buena señal para ellos.

Abrió sus ojos de golpe y lo lamentó en ese mismo instante al sentir el ardor. Se cubrió el rostro y sujetó su cabeza ante la sensación que inicia la resaca.

Maldijo un par de veces mientras tanteaba su mesa de noche para hallar su teléfono. Y nada.

Empezó a hurgar entre los cajones, propios y los que correspondían a su adorado hermano que no había aparecido todavía, y las maldiciones se convirtieron en insultos desesperados.

Al cabo de un rato de frustración, pudo oír el timbre de un celular.

Se deslizó por la colcha, perezoso, enredado en sus propias cobijas, para coger el aparato que estaba tirado en el suelo a los pies de la cama.

Era el teléfono de Alex, pero algo era mejor que nada.

-¿Quién es y qué quiere? -vociferó y se sorprendió al oír su propia voz gastada y ronca, ¿tanto así había gritado la noche anterior?

Soltó un bufido ante la idea.

No, estaba seguro de que había sido más fuerte con Rood.

-¿Sam?

Rood.

La palabra se tuvo que repetir un par de veces en su cabeza alterada por el alcohol antes de que le hayase algún sentido. Y al hacerlo, su cuerpo entero se estremeció.

Por alguna razón, se sentía sucio ahora que había tenido otras manos sobre su cuerpo.

No era igual. No lo disfrutaba.

-¿Mack? ¿por qué llamas a mi hermano?

-¿No lo sabes?

-¿Qué?

-Uh...bueno...-titubeó.

-Mack, tengo hambre, resaca y dolor de caderas, dime qué pasa con Alex en este instante o te juro que...

-No está.

Tardó un momento para procesarlo, su cerebro trabajando a máxima velocidad mientras buscaba en su diccionario imaginario el significado de aquellas dos palabras.

No estar...es lo contrario a estar, le decía su cerebro, todavía confundido, ¿y qué era "estar"? preguntaba él, deseando uno de esos té con medicina que Alex le preparaba.

-¿Cómo que "no está"?

-¿Sabes el encantador moretón en tu mejilla que te hace ver como un bad boy? -Sam llevó su mano a su mejilla y la retiró en un quejido al sentir el dolor. Entonces empezó a recordar- ¿y sabes tu histérico hermano que lo causó? Bueno, se fue, se desapareció, ¡se esfumó de la faz de la tierra y sus cenizas volaron hacia el paraíso perdido!

-¿Milton?

-¿Reconoces al viejo difunto pero no a tu hermano?

-¿Cuánto vas a tardar, Mack? -pregunta una segunda voz y Sam alza una ceja.

-No me digas que hablas conmigo mientras tu novio te espera para hacer "sus cosas" -no encontró una forma menos repugnante de decirla, y aún así, arrugaba su nariz.

-Por supuesto que no -contestó él a la vez que la segunda voz decía un "en realidad, sí"

-Eso no se hace, Mack -protestó Sam, lanzándose de regreso a su cama y sintiendo la reprimenda de su cuerpo en forma de punzadas en su cabeza, espalda y cadera.

-¿Vas a concentrarte o pierdo mi tiempo en esto?

-Pierdes tu tiempo -aseguró su novio.

-¿Puedes callarte, Joa? -pidió, aunque sonó como una orden para Sam. Se oyó una suave risa y algo que el muchacho prefirió no identificar por su bien psicológico-. En fin -prosiguió una vez que recordó que estaba al teléfono-, Ronné me dijo que no fue tras Alex porque necesitaba asegurarse de que estuvieses bien y Drew no se muriese ahí mismo. Rodrigo también lo vio, ¿eh? Y yo que hubiese preferido evitarle eso...

Sam cierra sus ojos y se aprieta el puente de la nariz al recordar a su hermano golpeándole justo en el rostro y parte del orgullo.

Tal vez se había pasado un poco, pero había sido poco, no era para hacer tal escándalo.

-¿Que no ves por donde caminas? -gritó, arrojando la bandeja con comida sobre el uniforme del otro. Su rostro estaba rojo en ira mientras se examinaba a sí mismo, empapado en los cócteles de esa noche.
-Te dije que lo sentía, Alex -protestó, mirando el desastre en que se habían convertido ambos.
-Controlen su ira -ordenó Peyton, muy serio-, o no podré mantenerlos aquí -y le había sonreído con cinismo a Alex.

Pensando en eso, tal vez sí se había pasado más de lo normal.

¿Tan malo había sido alterar la dosis de medicamentos de Alex e introducir algo extra en sus comidas? Él lo quería ayudar a base de sus conocimientos científicos (y un sinfín de preguntas a sus profesores).

Había tenido buenas intenciones y no se había percatado de que Alex oía su conversación con Ronné mientras preparaba el almuerzo.

-Bueno, todo lo que sabemos es que Alex huyó ayer a mediodía y dejó el teléfono en casa...-explicó-, ya me estaba preguntando por qué no contestaba las llamadas.

-Si eso era todo lo que tenías que reportar, te dejaré hacer lo que sea con tu novio mientras fingiré que he muerto -se puso un brazo sobre sus ojos, intentando cubrirse de los molestos rayos del sol que entraban por la ventana, aquellos con los que Alex tanto disfruta leer sus cómics.

-Espera, eso no es todo. Creemos que Alex se llevó tu teléfono y Rood intentará contactarlo a la hora del almuerzo.

-Los muertos no hablan -dijo y le colgó, envolviéndose en sus cobijas para tener comodidad mientras se lamenta de lo estúpido que fue y lo bien que le resultó hacer que lo odiara.

Porque, al fin y al cabo, nadie debería querer a una persona que se odia a sí misma.

Amargura [AYOA#2]Where stories live. Discover now