Capítulo 2

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El profesor de se retira dando por terminada sus dos horas de clases y casi levanto mis manos al cielo agradeciendo. Este día estaba siendo particularmente eterno.

Volteo a verla a Ally.

—Debo irme, tengo clases en la academia—le tiro un beso a mi amiga y me retiro a paso rápido del establecimiento.

Una vez dentro del auto y con mis lentes de sol ya puestos, me dispongo a salir. Pero antes de poder hacerlo veo un auto negro pasar por detrás por lo que cedo el paso. 

Frunzo el ceño al darme cuenta lo lento que pasa y cuando estoy a punto de pitar el claxon veo unos ojos azules.

A través de mi espejo retrovisor logro visualizar uno de sus brazos extendido hasta el volante y el otro con el codo apoyado en la ventana, sus gruesos labios rectos y su ceño fruncido. Sin embargo, de nuevo hay algo que me sorprende y es que me está observando a mí.

Por alguna razón decido no ceder ante él, si alguien va a perder esta absurda batalla de miradas va a ser él. 

En el momento en el que no podía de forma humanamente posible doblar la cabeza para seguir mirándome fue cuando aceleró y salió del estacionamiento con el chillido de las llantas contra el asfalto.

Que hombre raro, podrá tener ojos azules despampanantes o unos labios excepcionales pero es sumamente extraño.

Olvidando el incidente, salgo del aparcamiento y acelero para llegar a la academia de ballet.

Al llegar me encuentro con un papel pegado en las puertas informando que las clases se suspendieron. Frunzo el ceño confundida al entender que no se me fue notificada esta intromisión a mis clases.

Saludo a las madres que vuelven a subir a sus hijos a sus autos y me excuso diciendo que esta clase no será cobrada, únicamente para evitar disturbios. Cuando despacho a las madres, pretendo entrar a la sala con mis llaves para ensayar hasta que se cumpla mi horario de clases, pero me doy cuenta que aún queda una pequeña niña sentada en las escaleras de la entrada. Observo alrededor y al entender que no hay nadie que pueda llegar a estar acompañando a la niña me pongo en cuclillas frente a ella.

—Hola bonita, ¿va a venir alguien por ti? —sonrío. Ella niega sin levantar la cabeza—. ¿Quieres que te lleve a tu casa? —esta vez, asiente. 

Sonriendo me incorporo y le tiendo la mano para comenzar a caminar a mi vehículo. Cuando toma asiento en la parte trasera y se ajusta el cinturón de seguridad, me extiende su mochila.

—Aquí es donde vivo —explica señalando la parte trasera. 

Observo mejor y efectivamente, ahí estaba escrita la dirección de su casa. Esto es peligroso como a la vez útil.

—De acuerdo, peque. Ya vamos a tu casa —le sonrío, cerrando la puerta.

Al cabo de una media hora de transito, llegamos a un bonito vecindario. La niña señala una casa, informándome que es la suya, y al estacionar baja.

—Está bien, no es necesario. Muchas gracias por traerme —me detiene cuando dispongo a salir. 

Frunzo el ceño pero no insisto y espero un momento hasta que entre a la casa.

—Adiós, pequeña —Me devuelve el saludo y cuando cierra la puerta, enciendo el motor.

Volteo mi cabeza para verificar que no venían autos detrás, cuando me encuentro con un rostro conocido justo del otro lado de la calle frente a mí.

Que casualidad.  

Aprovecho su distracción para observarlo detenidamente aunque sé que no debería hacerlo. 

Hipotéticamente Enamorada | YA EN FÍSICO POR EDITORIAL NARANJA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora