Flashback III

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Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, la historia es mía.

El tiempo que tardé en actualizar es directamente proporcional a tooodo lo que os quiero. Perdón :(

Gracias por esperar y por estar aquí.

A leer.

"Es el principio del final.

Hazme un favor y dime que me vaya"

Capítulo 8: Flashback III

"Embarazo de alto riesgo... guardar reposo... parto prematuro"

Esas fueron, básicamente, las únicas palabras que Edward había comprendido entre todo aquél mar de tecnicismos que el médico había soltado a bocajarro.

–¿Cómo os habéis enterado? –interrogó el ginecólogo.

–Me hice unas pruebas en una clínica –respondió ella.

–¿Y tienes esa prueba contigo?

–No, yo... la rompí –dijo Bella en voz más baja.

–¿Has tenido síntomas?

–Sí... uhm... vómitos y mareos, algo de cansancio también –bisbiseó.

Gerandy se quitó los lentes.

–¿Y cómo es que no sospechaste de un embarazo?

Edward la miró fijamente, aguardando la respuesta.

–Es que yo... –se sonrojó–. Yo he tenido mi periodo.

Fue en ese momento que Gerandy le indicó que se desvistiera. Luego una enfermera llegó a sacarle lo que a Isabella le parecieron barriles de sangre y después procedió a darle un frasquito de plástico con tapa azul.

–Necesito que hagas pipí aquí –le sonrió cariñosamente la mujer de uniforme blanco–. Puedo traerte un jugo, si es que no tienes ganas de...

–No –interrumpió–. Está bien. ¿En dónde está el servicio?

Edward se aflojó la corbata y se quitó el saco, que colgó en su hombro.

–¿Ella va a estar bien, doctor? –no recordaba haber estado más asustado en su vida.

Gerandy suspiró.

–Es preocupante que ella siga menstruando, señor Cullen. Para serle sincero, no es una buena señal.

Se tiró de los cabellos y miró hacia las lámparas blancas del consultorio. Eso no podía estar pasando, Bella no podía estar en peligro.

Cuando Bella regresó a sentarse frente al escritorio del médico ya estaba completamente vestida y respiraba pausadamente, pero el aspecto cristalino de sus ojos y su continuo morder de labios le dijeron a Edward que ella estaba tan muerta de miedo como él.

–Los exámenes de sangre y de orina estarán para esta tarde. Si lo prefieren, puedo mandaros los resultados a vuestra casa o puedo llamaros yo mismo para leeros los papeles.

–Sí –se apresuró a responder ella, temblorosa–. Yo no tengo idea de exámenes médicos y esas cosas. Usted sabrá explicarme todo en caso de dudas.

–Bien –Gerandy sonrió a Bella paternalmente–. Esperen mi llamada esta tarde, dejen vuestro número de teléfono con mi secretaria. Y tranquilos, no debemos esperar lo peor.

Ya en el auto, ella no lo miraba al rostro y, al verla por la comisura de los ojos, advirtió grandes gotas de lágrimas resbalando por sus pómulos.

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