Capítulo 11

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Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, la historia es mía.

Esta vez no tardé tanto, creo...

A leer.

Capítulo 11:

"Tienes una manera de mantenerme a tu lado,

y porque eres mía, camino esa línea".

Bella's POV.

El plan es bastante simple:

Comprar los boletos de avión a Australia.

No hacer maletas (o Edward va a darse cuenta).

Salir del edificio inmediatamente él se haya ido (porque sé que va a venir a despedirse).

Viajar a Gainesville, Florida y mantenerme ahí hasta conseguir la ESTA*.

Salir del país.

A primera vista, todo parece bastante sencillo, sin embargo sé que no lo será en absoluto.

Edward vendrá aquí, me escudriñará a profundidad, sus ojos van a atravesar los míos y van a tratar de averiguar la verdad de mis intenciones.

Me siento patética ahora mismo. Estoy ensayando frente al espejo mi expresión; debo parecer lo más serena posible, pero el reflejo no me hace ningún favor. Me muestra justo lo que no quiero ver; ojos grandes, cristalinos, pupilas dilatadas, rubor imposible, mentón temblando. ¿A dónde carajo se fue el espíritu estoico de Charlie?

–Mamá –Tony tira de mi falda–. Quiero jugo.

Me restriego la cara y respiro un par de veces. Tengo que lograrlo, tengo que hacerlo.

Voy a la cocina y sirvo jugo de manzana en el vaso entrenador.

–¿Qué tal una película, cariño? –pregunto. Él asiente con una sonrisa que muestra sus dientes.

Anthony se sienta, a unos metros de la televisión, sobre la alfombra, con un vaso de jugo y un plato de cereales entre las piernas. Yo hago lo mismo en el sofá, recargo mi brazo en el respaldo y dejo caer mi mejilla contra mi mano, mientras miro sin ver en realidad Toy Story.

Siento la incertidumbre y la angustia crecer como la espuma dentro de mi cuerpo. Edward va a entrar por esa puerta en cualquier momento; casi puedo escuchar el sonido de las llantas y sus posteriores pasos en el corredor.

¿Qué voy a decirle? Desde luego sería demasiado sospechoso que me portara de una manera difrerente frente a él, ¿no? ¿Sería demasiado si preparo la cena?

De cualquier modo, me levanto y regreso a la cocina, incapaz de quedarme quieta mientras los nervios me comen por dentro.

Saco un par de cortes de carne del congelador y los meto al horno, luego lavo las verduras necesarias para hacer la ensalada y, mientras las legumbres se desinfectan y la carne se suaviza con el calor, enciendo el horno a doscientos grados y me preparo para hacer una tarta.

Mis extremidades van de aquí allá, mi atención dividida entre la carne, el postre y Tony; mi garganta cerrada tratando de mantener a raya un grito largo y agudo de desesperación. Respiro como si estuviera corriendo; sacando el aire por la boca e inhalando por la nariz.

Estoy cocinando el Roast Beef cuando Anthony me toca la pierna.

–Mami, teléfono –me extiende el aparato.

Me seco las manos en una toalla y contesto.

–¿Hola?

–Isabella... –Edward murmura aliviado.

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