Segundo Encuentro.

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Habían estado hablando todo el día sobre las cosas que les pasaron anteriormente, aún seguían en el mismo lugar con la vista al Puente ovni. Dipper creía que la vida de Bill en sí era interesante. Intentaba buscar recuerdos geniales para impresionarlo pero al parecer se esfumaron de su memoria.

—Y entonces dije, ¡feliz Raromagedon!— Comentó Bill riéndose mientras sostenía su estómago. —Así fue como me expulsaron del colegio.— Sentenció enfocando su mirada alegre en el cielo, como si estuviera recordando los buenos tiempos.

—Yo una vez escondí el borrador de la pizarra a un maestro, entonces al momento de querer borrar no podía. ¿Sabes qué usó para limpiar? ¡Servilletas!— Al igual que Bill había hecho, comenzó a reír descontrolado arrogándose al suelo y pataleando al aire de manera infantil. —Pobre McGucket.

Bill no entendió el chiste de aquello, así que optó por observar con detenimiento el rostro del castaño, quien tenía las mejillas rojas de tanto reír y sus ojos lagrimosos. Le hacían ver un tanto adorable.

El castaño notó que el otro no había replicado nada, provocando que dejara de reír y volteara su rostro centrando toda su atención en él. Bill estaba sereno con ambas manos en sus mejillas y tenía una ceja alzada, al parecer no prestó atención a su recuerdo. —Olvídalo...— Dijo el menor suspirando un tanto irritado y creyó que tampoco escuchó lo que acababa de decir ya que seguía con la misma expresión de seriedad, así que le aventó su gorra en la cara. —¡Reacciona!

—¡Ay!— Reclamó sobando su nariz y sus ojos se abrieron a tope con sorpresa al ver la gorra azul que le regaló, la tomó entre sus manos. —¡Es la gorra que te di! No me había dado cuenta.— Con la yema de sus dedos recorrió con cuidado el estampado del pino azul.

—Así es. La tengo en buen estado, no quiero que algo le pase.— Le dedicó una sonrisa que inmediatamente el rubio correspondió.

—¿La usas seguido?— Le volvió a colocar la gorra en la cabeza con gentileza, debemos admitir que le quedaba muy bien. Después de haber visto la foto de Dipper por primera vez, la guardo y cuando fue a la tienda de obsequios de la "Cabaña del Misterio", se encontró con una de las tantas gorras azules de ahí. No dudó en tomarla y pagarla, ahora se da cuenta que si valió la pena.

Dipper sintió como las mejillas le ardían al recordar que hasta dormía con aquella gorra, en verdad la usaba seguido. Tal vez si le dijera que sí le tomaría como un obsesionado, así que negó lentamente como respuesta. —Sólo la uso para la escuela y eso...

—Me huele a un mentiroso.— El mayor entrecerró los ojos mirándolo desafiante, Dipper negó de nuevo poniéndose ahora de pie. —¿A dónde vas?

—Bill, seguimos perdidos.

—No es así, mira por allá está mi hogar.— Señaló por entre los árboles, una cabaña algo alejada. Dipper le siguió la vista y efectivamente había una estructura, parecía rústica y agradable. Sacó de su bolsillo el celular y trotó hasta quedar con una vista un poco más cercana del puente.

—Hay que tomarnos una foto, ya sabes... ¡Un recuerdo!— Le gritó desde la lejanía, claro que sería un recuerdo. Un recuerdo que ambos en definitiva tendrían grabado en sus mentes, casi nadie tenía la suerte de conocer a un amigo por internet. Bill rió y con emoción se puso de pie trotando de igual manera quedando cerca a él.

—Esta foto será el doble de perfecta.— Murmuró estando a su lado con una sonrisa.

—¿Por el paisaje y que es nuestra primera foto juntos?

—No, porque ambos somos hermosos.— Bromeó mirando la pantalla del celular. Dipper rodó los ojos y sonrió para la foto, el típico sonido de una fotografía siendo tomada se escuchó y ambos observaron esta con una gran sonrisa. —Te dije, es el doble de perfecta. Ahora vamonos, está empezando a anochecer.

El castaño asintió y le siguió el paso por detrás iniciando la caminata hasta su hogar. El día en sí ya era perfecto, tuvo la oportunidad de conocer a la persona causante de todas esas sonrisas que solo una pantalla recibía.

(...)

Al llegar, Bill abrió la puerta de su hogar y soltó un chillido al ver todo en desorden. El sofá tenía una cobija revuelta y los cojines estaban regados por el suelo; unas pantuflas estaban en medio camino al igual que una que otra prenda.

—Así fue como reaccione al saber que estabas aquí.— Avergonzado se dirigió al sillón y recogió la cobija. En parte lo que dijo fue cierto, llegó a un punto donde por la emoción y el susto aventaba todo en su camino.

Dipper dio un paso al interior ignorando el desorden y decidió enfocarse en cómo era su cabaña, en verdad era bonita. La madera oscura daba un toque moderno al igual que hogareño.

—¿Vives solo?— Fisgoneaba su mirada por todas partes, desde cada rincón del lugar. Se paró frente a un estante de fotografías donde solo estaban una mujer y Bill. Debía asumir que era su madre, se veía que su relación era perfecta.

—No, pero no te preocupes. Mi madre no estará por unos días, cosas de trabajo. Ya sabes— Le restó importancia a sus palabras aún limpiando su alrededor. En realidad Dipper no sabía, no convivía tanto tiempo con su madre. Era como si él fuera invisible para ella, pero quién sabe. Los adultos son incomprensibles, según él. —¡Hey! ¿Vamos a mi habitación? Es más entretenido que aquí.

El castaño dejó de ver las fotografías y asintió siguiendo por detrás a Bill, en el transcurso no dejaba de pensar en su hogar y como se había ido de este como si nada. Muy casual.

Escuchó el rechinado de una puerta y supuso que era de la habitación del rubio, la analizó desde fuera sorprendiéndose de lo grande que era. Tenía demasiados pósters en la pared, algunos sobre triángulos un tanto extraños. A veces pensaba que Bill era satanico.

Se alejó de sus pensamientos al ver un muro lleno de fotografías sobre las anomalías que Bill tanto le había comentado y casi corriendo se acercó a estas examinándolas de una a una con una gran sonrisa. El rubio por su parte se acercó a él y le contaba cada experiencia o suceso que ocurrió durante la toma de cada fotografía.

Así pasó la noche, entre historias llamativas que a cualquiera impresionarían. Llegaron al punto de desvelarse, como solían hacerlo por mensajes de texto. Ahora era como un sueño hecho realidad.

—¡Estas loco!— Dijo entre risas el castaño. Ambos estaban sentados en la cama mientras miraban un álbum de fotos, el cual Bill nombró "Bill los guía a lo inexplicable".

—Siempre lo he estado.— Dio la vuelta a la página hasta que su celular vibró, lo sacó y soltó un suspiro. —Una solicitud de amistad en mi cuenta fake. ¿Sonaría raro si te dijera que sólo te tengo a ti?

—Bueno, creo que yo igual te tengo sólo a ti...— Sacó por igual su celular y lo desbloqueó. Soltó un grito que asustó a Bill, quien se recargó en su hombro y miró el celular del castaño.

—¿87 llamadas perdidas?— Frunció el ceño reincorporándose.

—Todas son de Piedmont...

El rubio no entendió hasta que miro el rostro de preocupación del otro y aquello le lleno de angustia.

—Mi hogar, Bill.

Social Network.【BillDip】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora