La guadaña de la Muerte Parte III

2.5K 210 32
                                    


«La muerte no es buena, no es mala, no es cruel, no discrimina, no juzga, no tiene preferencias. La muerte sólo cumple con su objetivo: darle fin a una existencia.»

Ranma escudriñaba al lugar donde acababa de llegar, por más que trataba de encontrar algo lógico, no lo había.

Se trataba de un espacio que era enorme, sin fin, de colores violáceos con tintes rojos, verdes, azules, amarillos, rosas y otros más, invadiendo el lugar, figuras como de remolinos que se abrían y dejaban ver un hoyo negro y desaparecían repentinamente, apareciendo en otras partes; Ranma tuvo que dar un salto hacia atrás cuando uno se abrió justo delante suyo. Se fregó los ojos al ver como salían cactus anaranjados con largas espinas rojas y estremeció al atisbar como se movían como si se trataran de humanos caminando. Se tapó las orejas y cerró los ojos, sintiendo como la piel se erizaba y era presa de un terrible escalofrío al escuchar un temible llanto que perforaba su cerebro. Abrió los ojos como platos al ver frente a él a una mujer de cabellos blancos pero gruesos como una cuerda, de rostro desfigurado y carente de ojos, sus cuencas vacías lloraban lágrimas negras que recorrían su blanquísimo rostro y una sonrisa estremecedora, mostrando dientes podridos y puntiagudos, su boca rajada por las comisuras llegándole cerca de las orejas le daban un aire más aterrador, era delgada vistiendo una camisa de fuerza a rayas, ella ladeaba la cabeza como tratando de entender qué es lo que él hacía allí. La extraña criatura le gritó en la cara, sacando un fétido olor y escupiéndole, Ranma se pasó la mano para limpiarse, sintiendo repulsión, pero no miedo.

—Tú no eres nada... ¡Sí tengo que pelar contra ti para que Akane viva, lo haré! —señaló Ranma, dispuesto a soltar un golpe.

Se desconcertó cuando la criatura comenzó a carcajearse a tal forma que se le cayó la mitad de la cabeza hacia atrás. Se fue, flotando y metiéndose a uno de los tantos remolinos que se abrían. El chico de la trenza pestañeó repetidas veces, asimilando aquel hecho, ¿se había burlado de él? ¿Ella no era su oponente?

Miró a los cactus haciendo fila india y bailando limbo, ladeó la cabeza, resultaba cómico, pero no cuando las espinas fueron lanzadas hacia él. Esquivó las que pudo, excepto por dos, una que se le clavó en el antebrazo derecho y otra en la pierna izquierda. Sintió un ardor recorrerle mientras que las espinas penetraban su piel, trató de sacarse una, pero no pudo. Otra lluvia de espinas se le fue encima, eludiendo el ataque, pero otras más se incrustaron en su cuerpo. Ya no podía moverse, el ardor dentro era insoportable, lo estaban reventando por dentro, sentía claramente como las espinas perforaban su interior. Cayó, pensando en Akane, ¿había sido derrotado por un montón de cactus, así de fácil? ¡Qué vergüenza para un Saotome!

—Akane —musitó el chico, muriendo de dolor, sintiendo como sus órganos eran compactados a punto de reventar.

Extendió la mano, esperando que se abriera aquel ¿Cielo? ¿Techo? O lo que fuera y dejase ver un rayito de luz. Todo se volvió borroso y pronto oscureció.

Akane sintió algo muy extraño, se miró las manos y una empezaba a desaparecer por completo, veía claramente como poco a poco iba avanzando hasta llegar al codo.

—¡Ranma! —cerró los ojos, lloraba.

Todo lo que estaba viendo era muy extraño, pero no sentía nada de miedo, vio a Ranma en el suelo, donde estaba por abrirse un hoyo negro y antes de que el chico fuera succionado, la joven Tendo lo agarró entre sus brazos.

—Confió en ti. No te dejaras vencer fácilmente, nunca has perdido una batalla —susurró Akane, teniendo al chico sobre su regazo, acariciando su flequillo, se acercó a él y le dio un pequeño beso en la frente.

Colección de One-shots de Ranma 1/2 ¡Finalizado!Where stories live. Discover now