18. Confesiones pasajeras

25.8K 2.1K 520
                                    

Maratón 2/3

Me enfado porque te quiero.

Han pasado unos cuantos minutos desde su última frase y ninguno de los dos ha hablado ni ha movido un músculo. Tengo que asimilarlo. Podría ser tan cruel como él y decirle "para tu información lo último que haría sería enamorarme de un asesino" pero me estaría mintiendo tanto a mí misma como a él.

-Yo también te quiero -contesto finalmente- pero hay muchas cosas que no puedo soportar y una de ellas, es tu temperamento -veo que va a hablar y le callo levantando una mano-. Déjame acabar. ¿No eres un psicópata? De ser así, que sepas que ellos carecen de sentimientos. Yo no puedo decir que esté enamorada de ti, no al menos aún. Es demasiado pronto. Me atraes, sí, incluso puedo decir que me gustas, pero no puedo enamorarme de alguien a quien no conozco.

Él se queda paralizado. Ni siquiera yo misma me creo lo que acabo de decir, ha sonado tan... Maduro. Como se nota que ya tengo dieciocho.

A quién quiero engañar, ni siquiera sé cómo ha podido salir eso de mi.

-Pues yo sí que estoy enamorado de ti -hace una pausa- hace tiempo que nadie entra en mi vida para quedarse. No hay constancia, no hay amigos, no hay nada. Porque no puedo soportar a la gente, les acabo matando. A todos y cada uno de ellos de las formas más crueles que puedo. Pero tú -ahora me mira directamente a los ojos- no sé qué has hecho, pero por favor, no te vayas nunca. No me desprecies por actuar así, si actuo siempre con amabilidad acabaría muerto. No estoy acostumbrado al cariño, a tener a quien querer. Y esa es la razón por la que no puedo dejarte ir. Si lo hiciera, algo dentro de mí se rompería y soy tan egoísta que prefiero que seas desgraciada estando conmigo a que seas feliz con cualquier otra persona. Soy un asesino, mafioso, drogadicto, enfermo, loco, bipolar, temperamental y todo lo que tú quieras, pero también soy una persona enamorada de otra.

Me ha dejado sin palabras. No sé qué podría decir sin quedar como una estúpida.

-Ann, esto no va a cambiar nada entre nosotros. Solo quería que lo supieras y ya está. No vamos a actuar como si tú y yo fuéramos una pareja porque sería surrealista y odiaría tener que verte fingir y sentir que te estoy obligando. ¿Queda claro? -su tono de voz es cortante y frío.

Asiento.

-¿Tienes hambre? -pregunto desviando la conversación.

-Tengo ganas de curarte eso -señala mi brazo derecho.

Miro la venda y ahora queda poco espacio blanco, ya que esta se ha teñido de un rojo oscuro, miro al suelo intentando esquivar su mirada y lo encuentro manchado de un par de gotas de sangre. Maldigo por lo bajo.

-¿Puedo acercarme ya? -pregunta y asiento.

Se sienta en la cama y hace que me siente a su lado, empieza a quitarme la venda. No puedo mirar, le tengo un poquito de fobia a la sangre, pero puedo soportarlo.

-Parece que se te ha salido un punto. Llamaré al doctor, quédate aquí y deten la hemorragia con las sábanas.

Le miro aterrada pero él ya está de espaldas a mi. Con su móvil en la mano. Cojo la sábana y aprieto la herida. Ahora empieza a dolerme levemente.

-Hola. Sí, llamo por Anabell Stone. Ajá. Se la ha salido un punto -me mira un segundo-. Se metió a la ducha y el plástico se le salió por error al querer hacerlo sola -no me puedo creer que haya encubierto mi torpeza-. Le veré en el pantano. Sí, allí no habrá nadie. En diez minutos. Adiós.

Ahora se gira hacia mi.

-Vístete, me encanta como te queda mi camiseta pero no me gustaría que el doctor Steven comparta mis vistas.

Sale de la habitación dejándome con la herida sangrando. Desconsiderado. Me aparto la sábana y veo que ya no sangra. Ahora ya no puedo echarle nada en cara.

Me pongo unos vaqueros y una camiseta simple, también cojo una toalla del baño y la utilizo para envolver mi brazo. Bajo a toda prisa las escaleras para al final tropezarme.

-¡ANABELL! -grita Hunter una vez me he estabilizado.

-¡Estoy bien! No me he caído.

-Deja de provocarme ataques cardíacos, ¿quieres?

Ignoro su comentario y me dirijo al sótano, con él pisandome los talones. Me posiciono al lado del mismo coche que usó para la fiesta.

-Oh, no. Iremos en moto.

¿Ese aparato del demonio? Ni de broma.

-¿Con mi brazo así? ¿estás seguro? -pregunto lo más inocente que puedo y parece convencerle ya que saca las llaves del coche. Abre la puerta y entro antes que él.

Pasamos el camino en completo silencio, pero por raro que parezca, no es un silencio incómodo. Solo me dedico a mirar por la ventana, al campo, la carretera. Cuando lleguemos a casa... No mejor mañana, le propondré a Hunter...

-Hemos llegado, mira, ahí está el doctor -le señala y salgo del coche.

Me dirijo hacía el doctor Steven, creo que así es como Hunter me había dicho que se llamaba y le tiendo la mano, él la acepta. Es de pelo rubio y ojos oscuros, delgado, no superará los treinta años.

-¿Señor Steven? Muchas gracias por venir hasta aquí y ayudarme con esto -hago una mueca señalando mi herida.

-Oh, no es nada, descuida Anabell -me sonríe- veamos cómo van esos puntos rebeldes.

-Puede llamarme Ann -digo amablemente y le tiendo el brazo lastimado. Aparece Hunter y me dedica una mirada de advertencia que paso por alto.

El señor Steven lo observa con delicadeza y presiona en el centro de la herida. Auch.

-¿Te duele? -me pregunta avergonzado.

-Antes no me dolía en lo absoluto, tuve una hemorragia que Hunter me ayudó a parar y después fue cuando el leve dolor apareció. Es soportable.

-Entiendo. Voy a volver a coserte el punto, ¿aguantarás el dolor o quieres que te suministre algo para ello?

Sin razón aparente miro a Hunter. Está de brazos cruzados a un par de metros observando la situación.

-Podré soportarlo.

En diez minutos el doctor ya ha terminado su trabajo de recolocar los puntos y vendarlo. Hemos seguido hablando de cosas triviales. Mi secuestrador favorito y el único que conozco, se ha alejado para ponerse a fumar.

-Ann, ¿cómo puede estar tan tranquila viviendo con un asesino? Quiero decir, conozco a Hunter y sé que no es un mal chico, pero no suele demostrarlo.

-No me trates de usted, por favor, acabo de cumplir los dieciocho -suelto una risita-. Digamos que Hunter se está portando muy bien conmigo.

Los ojos de Steven se iluminan y cuando va a abrir la boca, Hunter habla.

-Si habéis acabado, me gustaría volver a casa -dice seco.

Asiento en su dirección y abrazo al doctor dándole una vez más las gracias. Voy hasta el coche y me subo en el lado del copiloto. Hunter se sube casi a la vez, parece de mal humor.

-Esta misma tarde te he dicho lo que siento y ahora te pones a coquetear con el médico. No digas nada. Hablaremos en casa, estoy conduciendo y podría matarnos a ambos.

Sé que no sería capaz de tal cosa, por lo que me callo. Voy pensando como evitar una pelea más al llegar a casa.

Enamorada del asesino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora