Entre sueños.

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Desafortunadamente, no lo lograba.
Se movía de un lado a otro de la cama, prendía la luz, la apagaba, pensaba en Tsunade, en el entrenamiento próximo, en Naruto,en Kakashi, en Sasuke...
-Sasuke...-sus labios pronunciaban su nombre casi sin que ella se diera cuenta.
De cualquier manera, él no importaba en esos momentos.
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A pesar de que no había dormido muy bien, Sakura se levantó muy temprano en la mañana. Aún estaba oscuro y hacia frío.
Ella era una de las pocas personas que poseían su hogar casi intacto, ya que no se encontraba ni en el centro ni tan al extremo de Konoha. Se sentía afortunada, puesto que también sus padres seguían con vida, sanos y a salvo.
De pronto, recordó el hospital de Konoha. Con todo lo sucedido con Kakashi, había olvidado su parte interior médica. Se preguntó porque no se había reportado con Shizune.
De pronto, lo recordó.

-Kankuro idiota.-murmuró entre dientes.

Se terminó de poner las botas y partió inmediatamente hacía el hospital, esperanzada de encontrar ahí a Shizune.
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Kakashi sin embargo, permaneció en la oficina hokage la noche, buscando y leyendo expedientes de todos los ninjas que se habían convertido en Chunnin, antes y después del ataque a Konoha. Si ocurría algo con la Arena, podría contar con shinobis con al menos algo de experiencia.
Lamentablemente, había muy pocos que lo habían logrado, y quienes lo hicieron, no presentaban grandes habilidades ninja.
Se dio cuenta de que los tiempos habían cambiado. Su generación había sido llamada un prodigio, lo que se esperaba de él y sus compañeros, había sido de manera satisfactoria lo que esperaban sus padres y senseis.
La siguiente generación a la suya (la de Naruto, Sakura y los otros) de igual manera habían cumplido con las expectativas sobre el ser un ninja.
Pero esta, no. La pérdida de vidas recientemente y el mismo temor a ella, hacia que los jóvenes se pensaran muy bien que rumbo tomarían sus vidas, decidiéndose y conformándose con lavar platos o servir como empleados domésticos, para tranquilidad de la mayoría de los padres. Los que decidían tener más ambición, simplemente dejaban la aldea para probar suerte en los demás países, demostrando su talento en las artes.
Kakashi no podía creer que no tenía reservas. Miraba hacia el techo pensando en que podía hacer.
Fue cuando escuchó que tocaban la puerta, y sin autorización de entrar, la abrían.
Ahí, recargada en el marco de la puerta, estaba Sakura, tenía pintada en el rostro la expresión de "a quien crees que engañas", aún cuando Kakashi no tenía con que se refería con esa extraña mirada. Sakura suspiró y se acercó lentamente al escritorio de Kakashi, pegando las dos palmas de las manos en el una vez que estuvo cerca.
Kakashi sintió como el ambiente empezaba a cambiar, su olfato se agudizó un poco más y pudo notar el olor a cerezo que desprendía todavía su cabello. Sakura habló primero, con un atisbo de risa en su voz:
-Te conozco lo suficiente como para saber...que cometerás un gran error,Sensei...

Despertó. Con el corazón palpitándole, sus manos y frente sudando. No estaba seguro si a eso podría llamarlo pesadilla, pero de que fuera un sueño agradable, no era exactamente eso.

Arregló los documentos que tenía regados en la mesa en tres pilas, se estiró y salió de la oficina hacia su hogar.
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Estaba cansado, lo sabía. Lo único que necesitaba era unas horas de sueño reparador.
Una vez llegó a su casa, no hizo más que quitarse el chaleco jounnin y las sandalias mientras se metía a la cama disponiéndose a descansar, por lo menos unas horas. Empezaba a cerrar los ojos cuando escucho una voz femenina.
-Yo usaría una frazada más. Hace un maldito frío...

Kakashi abrió los ojos de golpe. Y antes de que pudiera reaccionar, ya tenía un cuerpo encima suyo, sosteniendo sus muñecas contra el suelo.
-Lo siento mucho, Hokage sama, -dijo la silueta sin dejar de sostener sus muñecas- pero no me gustan los kunai.
-¿Yugao?-exclamó Kakashi. La figura se apartó de él, y encendiendo la luz de la habitación, demostró que, efectivamente, era ella.
-Me gustan más las katanas. Las controlas mejor.-finalizó la frase.
-¿Qué quieres, Yugao?-preguntó Kakashi, con el tono de voz más desanimado que se le pudo ocurrir y recuperando la calma.

Ella río levemente. Kakashi se sorprendió. Jamás, en todos los años que fue capitán anbu de ella, quien era una de sus subordinados, la escuchó reír.

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