ÉL

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Toco la puerta de la habitación de mi hermano mayor. Él, de inmediato, me abre.

— Ezequiel, ¿puedo hablar contigo?

— Claro, pasa.

A continuación, me siento sobre su cama y le digo:

— No puedo olvidar a Gema.

Él me mira pensativo. Sabe perfectamente cuánto te quise, cuánto te quiero y cuánto te querré.

— Supongo que es normal. Estuvieron juntos casi diez meses.

— Sí, pero parece que ella ya no quiere saber más de mí.

— También es normal, Darío. La engañaste. ¿Qué esperabas? —coloca una mano sobre mi hombro derecho y comenta—: Creo que ya va siendo hora que la saques de tu mente. Es lo más sano.

— Pero...

— Además, en el hipotético caso de que los dos pudiesen retomar su relación, nada volvería a ser como antes. La desconfianza de Gema te generaría muchos conflictos y eso sería una mochila muy pesada para ti. Déjala ir, Darío. Simplemente déjala ir.

Al escuchar esas palabras, me doy cuenta de que Ezequiel tiene razón, pero... ¿desde cuándo el amor entiende de razones?

Y sin embargo, te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora