EPÍLOGO

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A través del reflejo de un espejo de bolsillo, puede ver su rostro. Un rostro que no luce del todo bien. Y es que a pesar de que sabe que su decisión ha sido la correcta, no puede evitar sentirse sola y destrozada.

¿Por qué no puede ser feliz con el chico al que quiere? ¿Por qué?

Se encuentra sentada sobre uno de los bancos de un pequeño parque cercano a su casa. Saca el móvil y revisa sus redes sociales. A veces le gustaría escribirle diciendo para decirle cuánto le quiere y cuánto le extraña. Pero no se atreve a hacerlo. No puede. No debe. Pero quiere. ¡Sí que quiere!

Lamentablemente, sabe que ahora lo mejor es no dejarse llevar por sentimentalismos. En este tipo de situaciones, lo mejor es pensar fríamente las cosas y hacer caso a la razón y no al corazón. Por lo tanto, deja las cosas tal y como están. Por más que cada minuto que pasa se le haga pesado sin él, tiene que aguantar. Será difícil, pero se ha prometido hacer un esfuerzo por lograrlo, aunque, en realidad, no se considera lo suficientemente capaz.

Resopla. Había salido para pensar un rato y olvidarse de todo, pero no lo ha logrado. Se levanta del asiento para volver a dirigirse a su casa, pero antes de que se disponga a hacerlo, escucha una suplicante voz tras ella:

No te vayas, por favor.

Gema tirita al escuchar esas palabras. Traga saliva y se seca sus sudorosas manos frotándolas contra sus muslos. ¿Por qué? ¿Por qué tenía que llegar Darío a complicar las cosas? ¿Por qué en estos momentos, en los que ella se siente frágil e inmune a él? No lo sabe. Y siempre será un enigma cómo unos cuántos segundos pueden cambiarlo todo de un momento a otro.

De momento, no se atreve a voltear. No lo quiere hacer. Tiene miedo. Tiene miedo de mirarle a los ojos y que así, todas sus promesas se vayan al tacho en un dos por tres. Tiene miedo de mirar sus labios y no poder soportar la tentación de ir y besarle. Por ello, decide comenzar a caminar, sin hacer caso. Como si nada hubiera pasado.

Sus pasos son trémulos y secos.

Lentamente se aleja de Darío, pero este no duda en echar a correr para, finalmente, alcanzarla sin mucha dificultad.

Ahora se pone frente a ella. Gema baja la cabeza, pero él la sujeta del mentón y se la levanta. Sus miradas por fin se encuentran. La muchacha se siente débil ante esa situación. Se siente sometida a los extraños encantos de ese, su amor prohibido.

Vete. No me hagas más daño y vete.

Darío recibe esas palabras como unas punzadas directas al corazón. Él no le quiere hacer más daño a Gema. Esa no es su intención.

Está bien, pero antes necesito hacer algo.

La muchacha queda sorprendida cuando los labios de Darío impactan contra los de ella. Quisiera alejarlo, decirle que no vuelva a hacer eso nunca más, que lo suyo se ha terminado para siempre; pero, sin embargo, no lo hace. Se deja llevar por el momento y por el encanto de ese chico al que tanto quiere.

Cuando el beso concluye, Darío se marcha sin decir una sola palabra, dejando en Gema muchas dudas, pero sobre todo, la satisfacción de haberle sentido tan cerca otra vez...

— ¿Y? ¿Qué te parece?

— Me parece increíble. ¿Por qué no me habías dicho antes que escribías tan bien?

— No sé, es algo que siempre he preferido reservarme para mí.

— Pues desde luego, ya tienes un fan.

Y sin embargo, te quieroWhere stories live. Discover now