V E I N T I T R E S

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V E I N T I T R E S

Desde pequeña he tenido una extraña visión negativa hacia la vida. Siempre creyendo que ésta era puro sufrimiento. Claro, pero mis ideales cambiaron en cuanto él apareció. Elliot se había cruzado en mi camino, adentrándose aún más a él; tocando lo más profundo de mi roto corazón. Tornando mi vida de color rosa. Y todo a causa de quien tristemente me trajo al mundo.

Y tras aquel horrible momento, he jurado que nunca más le volvería a ver ni hablar. Pero el destino no lo quiso así y aquí me encuentro: en la cocina de mi casa frente a la mujer que más aborrezco en este mundo. Mi madre biológica.

—Así que... —comienza a murmurar, mas deseo que se calle lo más pronto posible. O, aunque es mucho pedir, que se marche de casa—. ¿Cómo vas en la escuela?

Después de tanto tiempo sin verme, ¿es esto lo que me pregunta? ¿En serio?

Chasqueo la lengua y me centro en sus ojos de color miel—. ¿Cómo me encontraste? ¿Cómo llegaste aquí?

Sé que la invado de preguntas que quizá sean no tan fáciles de contestar, pero necesito saberlo. No creo que haya podido seguirme el paso caminando, mientras que Elliot y yo íbamos en auto.

—Eso no importa ahora, Taylor.

Mi ceño pronto se frunce. Esto no me está agradando.

—Por alguna razón divina te estoy preguntando. Y ahora, dime cómo me encontraste. —Mis dientes son aprisionados rudamente por mí misma, ya que su persona me está agotando la poca paciencia que me queda.

—Tu amigo, Elliot me contó —murmura arrepentida, puedo verlo en sus ojos. Claro, excepto el arrepentimiento del día de cuando me abandonó. Ella no lo estaba. Mis fosas nasales se abren y cierran sin cesar una y otra y otra vez. Sin embargo, aun no comprendo cómo es que Elliot le informó acerca de la dirección en dónde vivo si él me acompañó a mi casa. Al ver que no entiendo del todo cómo sucedió aquello, prosigue—. Luego de que te dejara en tu casa, volvió a Mike's. Y allí me encontraba yo. Así que finalmente, comenzamos a conversar de todo desde el principio hasta... el ahora.

Mis labios inconscientemente son apretados. Vaya... me encuentro sumamente molesta con Elliot por hacerme algo como eso. ¿Acaso no comprende mi dolor? ¿El dolor que ella me causó? No, por supuesto que no.

Técnicamente, Reese es una desconocida para mí. Y como siempre nuestros padres nos han enseñado: "nunca le hables a un extraño". Y, como la buena hija que soy, debo obedecer. Mas la mujer que se encuentra enfrentada a mí, me lo impide.

—Papá no quiere que hable con extraños —espeto con un encogimiento de hombros. Relamo mis labios y espero impacientemente una respuesta de su parte. De hecho, mis piernas no dejan de moverse nerviosamente. Realmente necesito alguna terapia intensiva de inmediato.

—Taylor... No soy ninguna extraña. Soy tu madre. —Utilizar un tono cariñoso conmigo provoca que mi cuerpo reaccione golpeando con mi puño la mesa de madera.

—¡No! ¡No lo eres! ¿Acaso has estado ahí para mí como una madre lo hubiera hecho? ¡Claro que no! Papá sí, siempre estuvo para mí. Tu no...

Las palabras rápidamente salen de mí sin previo repaso por mi cerebro, aunque éste en estos momentos no me está funcionando. Poco a poco, mis ojos marrones van humedeciéndose. Lágrimas quieren salir de ellos, no soporto guardar tanto dolor. No puedo retenerlo más. Necesito gritar, desahogarme.

Llevo las mangas de mi campera de algodón verde oscuro a mis ojos, limpiándolos con éstas. Reese me observa de forma seria, con ojos llorosos y el rostro arrepentido. Sin embargo, no hay vuelta atrás.

Ella es el chicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora