T R E I N T A Y C I N C O

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T R E I N T A   Y   C I N C O

—Aquí están.

Murmura Elliot posicionándose frente a mi persona, cargando en sus manos un juego de sábanas y colchas.

Honestamente, Russel es muy amable en dejarme quedar por la noche en su casa. Al principio, me asusté de lo que él pudiera llegar a pensar de esta situación. Mas no, al contrario, estaba encantado de la idea.

Hemos quedado así: él dormirá en el suelo y yo en su cama de una plaza. Aunque me haya negado en aceptar dormir de tal modo, él no parecía tener problemas.

—Gracias —digo en tono quedo—, por dejar quedarme a pasar la noche aquí —continúo en un tono más alto.

Él por su lado me regala una sonrisa de oreja a oreja. Luego, se marcha de la habitación dejándome completamente a solas. Sentada en su cama, llevo una mano debajo de mi mentón notándose aquel aburrimiento que me envuelve por completo.

—Ten —me ofrece un pantalón y una remera de dormir. Extiendo mi mano y los acepto. Acto seguido, le agradezco por tal amable gesto. Por un momento, supuse que el pijama es de su madre, mas luego me percato de que sería muy extraño que usara este tipo de talle tan pequeño.

Después de que Elliot me haya permitido ir al tocador a cambiarme de vestimenta, vuelvo a la habitación encontrándolo, usando tan sólo unos pantalones azules de algodón y con el torso desnudo. Puedo prestar con suma atención sus abdominales perfectamente marcados. Están para untarlos con Nutella. Y no, no es un chiste.

Luego, mis ojos repasan con sumo detenimiento una hojeada a la habitación. Las paredes están pintadas impecablemente de un color blanco crudo, combinado con el piso de madera flotante; su cama lleva una colcha de color azul oscuro y con detalles de pequeñas estrellas, al igual que las sábanas; el armario está hecho de madera y queda a la perfección con el estereotipo de habitación perfecta para Elliot Russel.

Corro hacia un lado la sábana y colcha perfectamente recién hechas, me meto en la cama y cierro profundamente los ojos.

Y de acuerdo con mis oídos con intuición animal, Elliot hace lo mismo.

Y de acuerdo con mis oídos con intuición animal, Elliot hace lo mismo

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Me estremezco al oír un ruido proveniente de la ventana. De pronto, se abre por arte de magia dejando que las cortinas oscuras se mezan a causa del fuerte viento.

—Elliot... —susurro en su oído, moviendo un poco su cuerpo de lado a lado—. Elliot... —repito en un tono un poquito más alto.

Él se da la vuelta, abriendo lentamente los ojos con confusión.

—Taylor, ¿qué sucede? Son... —Lleva su reloj de manos hacia sus ojos, pudiendo ver la hora— las cuatro de la mañana.

—Lo sé, pero las ventanas se han abierto y me da miedo.

Ella es el chicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora