CAPÍTULO 34: TENEMOS QUE HABLAR

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CAPÍTULO 34: TENEMOS QUE HABLAR

Nunca antes había estado mi lengua tan desatada como ahora mismo. Después de un largo rato de verborrea por mi parte, me doy cuenta de que le he contado casi toda mi vida a un completo desconocido.

No sé si se debe a los nervios que siento por la intensidad de los últimos momentos vividos o a las secuelas emocionales de mi discusión con Kevin, pero definitivamente, no me reconozco.

Sentada en el comedor de mi vecina con la vista fija en sus cortinas estampadas, sólo hago formular en voz alta conjeturas sobre lo ocurrido hoy.

Miguel me observa de pie atentamente, apoyado sobre la cómoda y con los brazos cruzados.

Miguel me observa de pie atentamente, apoyado sobre la cómoda y con los brazos cruzados

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─Es evidente que te oculta algo. ─Sentencia interrumpiendo mi constante parloteo. ─No le conozco, pero según lo que cuentas, es lo que he deducido.

Su voz hace que levante la vista y me encuentre con sus ojos color miel fijos en mí. Me pregunto por qué sigo aquí charlando sin parar. Supongo que estaba necesitada de que alguien me escuchara y haber encontrado unos oídos dispuestos a hacerlo, me ha sentado tan bien como un vaso de agua en mitad del desierto. Además, probablemente se vaya y no le vuelva a ver, así que... ¿qué mas da si me toma por una "loca asalta casas ajenas" que le cuenta sus penas y vivencias a alguien que acaba de conocer?

─Te faltan cartas para jugar esta partida. ─Continúa, como un detective privado exponiendo los resultados de su investigación. ─Si no cuentas con toda la información, es difícil que seas capaz de entender por qué se comporta así. Yo le preguntaría si oculta algo. ─Le miro fijamente unos instantes sin decir nada y eso hace que carraspee nervioso. ─¿Qué?

─Nada. ─Respondo negando con la cabeza. ─Que nunca pensé que podrías llegar a caerme bien, con el odio que te he llegado a tener.

─¿A mí? ─Pregunta sorprendido señalándose el pecho. ─Pero si no me habías visto nunca.

─Pues por eso te odiaba aun sin conocerte. Por comprobar cómo pasaban los días y las semanas viendo a tu madre siempre sola con la esperanza de que apareciera alguno de sus hijos. ─Le respondo en un tono más enérgico de lo que pretendía. ─¿Sabes que hubo un incendio en el edificio contiguo y por poco no se muere su gato?

Miguel agacha la cabeza y suspira con fuerza.

─Es complicado, ¿vale? Admito que la hemos dejado sola demasiado tiempo, pero no ha sido a propósito. ─Intento protestar para contradecir la pobreza de su argumento, pero él se apresura y concluye con una afirmación que me deja sin palabras. ─Por eso me he pedido un año de excedencia en el trabajo y he venido a estar con ella. De hecho, me he quedado de niñero para que mi madre pudiera salir a almorzar y al bingo con sus amigas.

─¿Niñero? ─Es lo único que acierto a preguntar después de tratar de asimilar que tendré vecino para rato.

─Sí, niñero. Tú sabes... ─Miguel señala hacia el pasillo y como si lo llamaran, aparece Matías con su paso sinuoso tan característico, acercándose con parsimonia. ─Niñero de su gato.

¿Y POR QUÉ NO?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora