Capítulo 1

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"El silencio es el ruido más fuerte, quizá el más fuerte de todos los ruidos."
—Miles D. Davis.

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Adam se despertó sintiendo su teléfono vibrar en su espalda. Le llevó un tiempo adaptar sus ojos a la luz que entraba por su ventana y tomó tres largas respiraciones antes de por fin hacerse el ánimo y levantarse de un salto. Le gustaba sentir la sensación de mareo al pararse rápidamente después de haber pasado tanto tiempo en una sola posición. Cuando era pequeño su papá solía regañarlo por eso, diciéndole que mataba sus neuronas al hacerlo, pero Adam seguía disfrutándolo.

Se metió a bañar, intentando ignorar su teléfono que sabía seguía vibrando en su cama; no tenía ganas de enfrentarse a su madre y sus comentarios sobre lo mal que la hacía sentir por no llamarla tan seguido como ella creía que debía hacer; a pesar de que hablaban tres veces a la semana.

No tenía ganas de prepararse nada de desayunar tampoco, por lo que tomando su chamarra, salió al extraño día soleado y lluvioso con dirección a su restaurante matutino preferido.

Después de haber vivido tantos años en la misma ciudad, había por fin terminado su lista de los restaurantes que existían cerca de su casa clasificándolos en: los mejores, los más baratos y los mejores de los más baratos. Al menos por el momento.

Se sentó en su lugar habitual y mientras esperaba a que la mesera llegara a tomar su orden, notó a la pequeña niña que estaba sentada en la mesa contigua con su mamá, cruzada de brazos y haciendo pucheros. Adam le sonrió con esa sonrisa característica suya de lado, dejando ver su hoyuelo derecho y la saludó con la mano.
La pequeña en respuesta se ruborizó y escondió su redonda carita detrás del brazo de su madre, olvidando por completo el berrinche que segundos antes estaba llevando a cabo, ¿la razón? no querer comer.
Su madre notó el gesto de Adam y le dijo a su hija que fuera educada y saludara. La pequeña esbozó una ligera sonrisa y sacudió su pequeña manita en dirección a él.

En ese momento llegó la mesera preguntando qué le apetecía tomar. Adam señaló en el menú lo que quería: un café y waffles con miel. Le agradeció con un asentimiento y al volver su mirada a la niña de la mesa, sus ojos se cruzaron con unos iris grises del otro lado del lugar que lo estudiaban.

Aquellos ojos pertenecían a una chica de tez bronceada y cabello castaño claro que llegaba a los hombros, y no se movieron cuando él fijó su mirada en ellos. Se quedaron ahí, mirándolo, y finalmente Adam tuvo que apartar la vista, aceptando que ella no lo haría y que si él no tomaba la iniciativa se quedaría ahí sentado contemplando esos ojos grises el resto de la mañana.

Todo el tiempo que pasó ahí se retuvo a sí mismo de levantar la mirada en dirección a esa chica y desayunó de la forma más cotidiana que pudo, ignorando la sensación de ser observado.

Después de haber acabado, puso el dinero del pago en la mesa e hizo unas pequeñas estrellas con las tiras de una servilleta para dárselas a la niña al salir. Ella las tomó emocionada y la madre le agradeció a Adam por haberle alegrado el día a su hija. Él sonrió de nuevo, tomó sus cosas y se dirigió a la salida.

No pudo resistir la tentación de dar un último vistazo a aquella mesa del otro extremo al salir, y no se sorprendió demasiado al comprobar que aquellos ojos grises seguían donde se habían mantenido los últimos quince minutos: en él.

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Magnífica portada hecha por AHPeralta ❤.

Mundo Onírico (#WOWAwards2017 ganadora)Where stories live. Discover now