24

1.4K 21 2
                                    

Mi padre era monsieur Froissart, de París. Su esposa, mi madre, con quién se casó cuando ella tenía quince años, era una señorita Croissart, hija mayor del banquero Croissart, cuya mujer, que solo contaba con dieciséis años al casarse, era hija de Víctor Moissart. Monsieur Moissart, casualidad rara, contrajo matrimonio con una señorita del mismo apellido, Mademoiselle Moissart. Ella, también era una chiquilla cuando se casó y asimismo su madre, Madame Moissart, que no tenía más de catorce años cuando fue conducida al altar. Estos matrimonios tempranos son corrientes en Francia. Tenemos, por lo tanto, en línea de descendencia directa: Moissart, Voissart, Croissart, y Froissart. El último, mi propio apellido, aunque como ya he explicado, por disposición legal, se ha convertido en Simpson. 

En cuanto a mis prendas personales, no me faltan. Al contrario, pienso que tengo buena figura, y poseo lo que el noventa por ciento de la gente llama un rostro atractivo. Soy alto, mi cabello es negro y rizado, y mi nariz es regular. Mis ojos son grandes y pardos y, aunque en realidad mi vista es débil, nadie sospecharía el menor defecto en mi mirada. Esta debilidad, sin embargo, siempre me ha molestado mucho, y he acudido a todos los remedios posibles para suprimirla, salvo usar lentes. Por ser un joven de agradable presencia, naturalmente me desagradan, y me he negado siempre a usarlos. No conozco nada que desfigure tanto un semblante, e imprima en todas las facciones un aspecto de gazmoñería, o de santurronería y envejecimiento, como el que dan las gafas. También otorgan un aire de exagerada suficiencia y afectación, de modo que he procurado la forma de arreglármelas siempre sin ellas. Quizás sean excesivos estos pormenores, puramente personales, sin mayor importancia. Bastará con añadir que mi temperamento es arrebatado, ardiente, entusiasta, y que toda mi vida he sido un devoto admirador de las mujeres. 

Narraciones Extraordinarias.Where stories live. Discover now