Cada Vez Un Poco Más

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Ahí estaba la acostumbrada punzada.

La punzada en su pecho.

La espina del odio incrustándose un poco más.

Sintió el amargo odio golpear su corazón, un poco más fuerte que la última vez, pero seguramente menos que la próxima. Lo sabía, siempre había una próxima.

Era tonta por ilusionarse, todo era demasiado perfecto hasta ese mismo instante. Un día perfecto, algo que no podía haber en su vida. Nunca había un día que esas personas que se hacían llamar 'familia' arruinaran y ella era tonta por esperar lo contrario, por tan siquiera soñarlo.

La acostumbrada sensación llegó sin demora, el picor en sus ojos ante el nacimiento de las lágrimas... ya estaba acostumbrada a ello.

Así que se fue, con la poco dignidad que aún conservaba. Con esa espina clavándose en su pecho un poco más, como cada vez. Con los ojos abnegados en lágrimas que no estaba dispuesta a demostrar.

Se refugió en la "privacidad" de su cuarto. Una sensación momentánea. Con la familia que tenía, la privacidad no era un privilegio que disfrutara realmente.

Y ella, enamorada del amor fantástico, aquel que en el mundo real no existía, dejó que su nutrida imaginación le diera tan bello consuelo.
Imaginó a ese ser cariñoso, preocupado por ella, que buscaba hacerla feliz; correr a su lado y sumergirla en un cálido abrazo, lleno de mimos y caricias, de promesas hermosas y palabras enternecedoras. Imaginó besos fugaces que limpiaban sus lágrimas y cuidadosas manos que perfilaban sus labios, dibujando en ellos, sonrisas enamoradas.

Imaginó ese amor que tanto disfrutaba describir y plasmar. Ese amor idílico que no existía.

Ese hermoso amor que ella realmente no buscaba, porque estaba harta de la falsedad y la hipocresía humana; estaba harta del dolor, estaba harta de soportar cada golpe a su, ya muy quebrado corazón, que ahora palpitaba en su ser, tan negro como la obsidiana.


Dejó que ese ser maravilloso que su mente le ofrecía, borrara la presión asfixiante de su pecho por ese preciso instante. Se entregó sin dudar a los brazos de aquello que era su único escape.

Algo que muchos tildarían de incorrecto, de insano, de peligroso.

Pero no, ella estaba muy consciente de que nada de aquello era real. Que esos bellos momentos no existían para su persona.

Y cada vez que lo pensaba... se sentía un poco más rota.

Cada vez un poco más loca. 

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