Capítulo Dos.

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Miro a Ares con los ojos muy abiertos, estoy completamente desconcertada con lo que acaba de decirme. Jamás hubiera creído que estos sitios realmente existían, bueno, al menos no tan cerca de mi casa y mi trabajo. A pesar de haber leído y escrito sobre esta temática en particular, a la que ciertamente me considero muy aficionada, pues siempre fantaseé con ella, nunca imaginé que realmente pisaría alguna vez un lugar así. Soy una contradicción andante.

—¿Está bien?

¿Cómo es que después de todos los años que llevo encerrada, cuando al fin decido salir, vengo a parar a un sitio como este?

—¿Por qué la muchacha de recepción, Klara, te ha llamado Maestro? —No puedo evitar preguntar.

—Porque lo soy, yo enseño aquí...

—¿Qué enseñas? —lo interrumpo y me mira de una manera no muy bonita—. Lo siento. —No puedo evitar disculparme.

—Yo comparto mis conocimientos sobre el BDSM aquí, lo enseño y lo practico.

Lo miro atónita.

No me lo puedo creer, estoy en un club BDSM hablando con un Amo, un Dominante...

—¿Cómo? ¿Cómo es que lo enseñas?

—¿Quieres que te lo muestre?

Sin esperar alguna respuesta de mi parte, se levanta con elegancia de su asiento y me tiende su mano, contra todo lo que sé y sin hacer preguntas ni pensar en mi seguridad, la acepto, y nerviosa por lo que representa, hago lo mismo que él poniéndome de pie. Me siento pequeña a su lado.

—Vamos.

Achacando a mi espíritu literario mi decisión, me dejo llevar por él. Atravesamos el bar y nos dirigimos hacia el interior del club, entramos en un pasillo bastante ancho, me escandalizo y mi respiración se acelera junto con los latidos de mi corazón, no puedo pasar por alto la humedad de mi entrepierna cuando veo a dos mujeres recostadas contra la pared de piedra, manoseándose por encima de la ropa, una jugando con la boca de la otra.

Por el rabillo del ojo miro a Ares, tiene una leve sonrisa, se ha dado cuenta de cómo miraba a esas chicas.

Doblamos en un nuevo pasillo a la izquierda en donde hay una escalera, también de piedra. Me deja ir adelante y sé que me está mirando el culo; la sensación me prende. La falta de sexo está causando serios estragos en mí, especialmente en este lugar, donde la tensión del ambiente está saturada de una atmósfera completamente sexual.

Al final de la escalera está un ascensor en el cual entramos y subimos. Me siento nerviosa y excitada a partes iguales, siento el trayecto como un borrón, pues me encuentro perdida en las sensaciones y con la mirada de Ares encima de mí. Silencioso, analizándome quizá.

Una vez llegamos, nos encontramos frente a una serie de habitaciones a ambos lados del pasillo, hay cinco en total. Nuevamente me coge de la mano y me lleva hasta la quinta puerta, la que se encuentra al final del pasillo.

—¿Lista?

Asiento con el corazón martillando contra mi pecho.

Después de darme una última mirada, abre la puerta, pero todo se encuentra en penumbras. Solo hay una tenue luz de neón en una parte alta de la pared, mis ojos poco a poco se acostumbran a esa oscuridad y puedo adivinar algunas formas, sin embargo, no estoy muy segura de lo que veo.

Nos envuelve un silencio atronador y mi corazón palpita alocado. Este momento, el panorama de lo que oculta la habitación a oscuras, lo que me ha contado, y su voz que no me es indiferente, marea mis sentidos y me hace desear complacer a este hombre que apenas me ha hablado, pero todo su cuerpo me llama y me dice lo mucho que quiere... dominarme.

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