Capítulo Cinco.

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ERIDAN

Por primera vez en mi vida camino segura de mí misma, con la sensación de que domino el mundo, que lo hipnotizo con el vaivén de mis caderas y que mis tacones rompen el suelo allá donde piso, dejando huella.

Sonrío ante mi sensación de poder. Esta vez, a pesar de haber traído el coche conmigo, decido caminar; tengo muy claro que al menos por el momento no quiero volver a pisar el Intense, ese lugar me genera morbo y curiosidad, me descontrola y con solo pensar en lo poco que ocurrió allí, siento mi bajo vientre tensarse y mi entrepierna humedecerse.

Allí dentro no me puedo controlar, soy consciente de eso y me asusta.

Como ya casi es mediodía decido pararme en un restaurante no muy lejano de la editorial, apenas llego me atiende un amable camarero que se presenta como Peter. Me agradó ver su mirada en mi escote al deshacerme de mi abrigo al llegar a la mesa que me ha asignado; lo miro fijamente y casi me suelto a reír al ver su rostro tornarse de un suave rosa junto con su gesto apurado. Le pido un quiche de salmón.

Mientras espero mi pedido, cojo de mi bolso el libro que he estado leyendo desde hace días y el cual no pude seguir por el trabajo; me concentro en él, apoyada a los costados de la mesa, con las piernas flexionadas por debajo de la misma.

Por un momento siento el peso de una mirada en mi nuca, pero al volverme no veo a nadie que me esté observando, así que vuelvo de lleno a la historia que estoy disfrutando. La sensación de ser observada no cesa, sin embargo, decido no prestarle mucha atención.

...

Durante la semana siguiente Heidy alabó mi cambio de look y me mantuvo al tanto sobre los cuchicheos que corrían por los pasillos sobre mi nueva imagen, lo cual me tenía absolutamente complacida. Sin embargo, tuve un pequeño percance con una de las escritoras con las que me encontraba trabajando; le mostré el borrador y, según ella, he cambiado todo, que el libro perdió su esencia y mucho bla, bla. Afortunadamente, gracias a la intervención de Petrov, uno de los socios de la editorial además de excelente escritor y mediador, todo salió bien. Esto logra mantenerme de buen ánimo, a pesar del cansancio que aumenta con el pasar de los días.

Mañana, viernes, acaba mi jornada de la semana y no tengo planes para mis días libres, nada más allá de dormir, dormir y... dormir. Me lo merezco por tantas noches en vela, en parte por culpa del trabajo, pero la mayor parte, por culpa de Ares.

—¿Eri? —La voz de Heidy suena desde la puerta. Le dedico una de mis miradas predilectas para ella y observo su rostro confuso.

—¿Sí?

Suelto el lapicero con el que estaba garabateando sobre la mesa y le presto toda mi atención.

—Es que, hace un rato el señor Brown subió para darme esto —explica, levantando un sobre negro con la mano derecha—. Ha llegado este sobre dirigido a ti —añade, mirándolo ceñuda. Le da un par de vueltas tratando de adivinar su contenido, se acerca y yo extiendo mi mano para recibirlo.

Lo observo por un lado y luego por el otro intentando saber qué es aquello.

—¿Quién, en medio de un mundo lleno de tanta tecnología, se toma la molestia de enviar una carta? —inquiere curiosa.

Cuando se marcha, abro el sobre sacando una hoja blanca, pulcramente doblada. Ojeo y me sorprendo al ver que está escrita a mano con una caligrafía exquisita, nada que ver con mis garabatos que son apenas legibles. Sin tiempo que perder empiezo a leer y con cada palabra mi corazón se acelera.

"Señorita Rossemberg:

La he observado detenidamente y veo que tiene grandes cualidades para lo que yo deseo. Espero que, de su parte, así sea también.

Usted elige, señorita, en sus manos está acceder.

Mañana viernes se celebra una de las fiestas anuales en el Intense, de más queda decir que está cordialmente invitada. Le he enviado un correo electrónico con el motivo de la fiesta.

La espero allí a las 23:00 horas. No tolero las impuntualidades.

Ares."

La carta resbala de mis dedos mientras la observo como lo que es, algo extraño y delirante. Los latidos de mi corazón retumban en mis oídos. Nuevamente la tomo y releo.

¿Para qué quiere verme allí?

Me mareo recordando nuestros cortos intercambios. ¿Qué se supone que haga?

"Usted elige, señorita, en sus manos está acceder".

¿A qué se refiere con esas palabras?

Maldigo mentalmente. El debate y los recuerdos que he ido reprimiendo vuelven como una bola poderosa avasallando mi mente. Miles de preguntas se aglomeran, una tras otra.

Dudo si abrir el correo o no. No sé si sea prudente abrirlo en el ordenador de la oficina, ya que puede verlo cualquiera, entonces decido que lo más sensato es hacerlo en casa.

¿Y cómo diablos se supone que ha conseguido mi dirección de correo electrónico?

Me estremezco.

El hecho de saber que apenas nos conocemos, que cruzamos escasas frases y que tenga esa información mía me da escalofríos, pero a la vez me causa una extraña excitación. Hubo miradas, y muchas, pero eso no cuenta ¿o sí? Él nunca llegó a insinuar algo, siempre se mantuvo distante, hosco, formal, todo eso para después enviarme una carta proponiéndome ¿una cita?

Frunzo el ceño. Toca pensar en lecciones y decisiones ¿por qué ir?

Pronto mis ojos se dirigen a una parte de la carta en donde se lee "La he observado detenidamente" la curiosidad me corroe y siento la necesidad de hablar con él lo más pronto posible. Con esa oración no me caben dudas de que tal vez me estuvo siguiendo.

Por un momento siento coraje por sus acciones —aunque no sé si son ciertas mis sospechas— me siento ofendida, invadida, pero a la vez excitada por el hecho de que haya fijado sus ojos en mí.

Lo peor que podría pasar si acepto la invitación es que no sea nada de lo que he imaginado, o que él proponga o tenga cualquier intención descabellada que me impulse a rechazarlo de inmediato.

¿Por qué tengo miedo? Se supone que tengo la palabra, la capacidad de elegir y reaccionar, pero aun sabiendo eso no puedo evitar la oleada de sensaciones que me invade al pensar que voy a estar en su presencia. Sin embargo, si decido no hacerlo, me quedaré por siempre con el sabor amargo de la frustración y la curiosidad de lo que pudo haber sido.

Miro de reojo mi reloj y sé que tengo poco más de veinticuatro horas para decidir.


Intense [Disponible Amazon & Librerías]Where stories live. Discover now