19 de octubre de 2016

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Poco antes de que los domingos fueran amargos, cuando las frías tardes de invierno no eran razón para quedarse en casa. Cuando por tu culpa necesitaba ser el suicida que, durante esas tardes, vistiera bermudas y camisetas de tirantes. Cuando ni siquiera la lluvia era capaz de mojar mi alma, en un intento desesperado por patearme los quilómetros suficientes para verte. Dios mío, echo de menos cometer locuras por ti, por mí, por nosotros. Te echo de menos. Pero, se acabó, no voy a seguir matándome cuando tú nunca te mataste por mí. 

EfímeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora