Capítulo 37 Sombríos recuerdos

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  Cuando llegaron, todos se fueron a sus respectivas casas, sólo que hubo un problema...

  Yozora no se quería separar de Leo.

  Estaba abrazada al pecho del chico, su cara pegada al cuerpo del mismo, y no se movía. Leo tenía sus manos sobre la espalda de la chica, intentando calmarla, y sonreía. No podía creer que en serio no quisiera moverse. Llevaban más de veinte minutos intentando hacer que lo soltase.

  —Vamos, Yozora, ve con ella —decía Marco. La chica negaba con la cabeza.

  Aozora miraba a la albina con tristeza. Ya a punto de llorar, se acercó.

 —¡Yozora, ven con...!—Fue interrumpida por la mencionada cuando, al querer tomarla del hombro, la chica se quitó e inmediatamente se refugió detrás de Leo.

  Leo, suspirando, miró a Aozora con tristeza y se volteó hacia su amiga, la tomó por los hombros y la miró fijamente. Unos momentos después, comenzaron a platicar con señas, y se podía ver a Yozora cada vez más frustrada. De repente, la albina cerró los ojos y se cubrió los oídos, negando. Leo soltó aire en un intento de sacar su frustración y apoyó su frente sobre sus dedos.

  —Oye, ¿has notado que Yozora se cubre mucho los oídos? —Preguntó Marco a su amigo, quien estaba a su lado.

  —Sí... Y cierra los ojos. Recuerdo que lo hacía desde antes de todo esto —contestó Matthew—. Una vez pasó cuando... —recordó cuándo y por qué fue. Marco observó a la chica, quien aún estaba con los ojos cerrados con fuerza y las manos sobre sus oídos.

  —Cuando le dijiste que ya no la querías como arma.

  Matthew sintió sus ojos arder, parpadeó y miró alrededor para distraerse, pero su mirada cayó sobre la albina. Estaba sentada, hecha un ovillo, sus manos sobre sus oídos y sus ojos apenas mirando entre sus despeinados cabellos blancos. 

—¿Seguro que no eres tú quien la mueve a ella? —Interrumpió Aozora—. Se supone que las almas se sincronizan cuando están conectadas, y contigo lleno de paredes y frialdad, ¡ella no puede!

—Matthew, ella no viene precisamente de un hogar cálido y amable... Tengo sospechas de todo lo contrario... —Marco robó un vistazo a la chica, quien seguía hecha un ovillo.

—Espera. ¿Tú sabes el pasado de mi arma y yo no? ¿Ella te tiene confianza? ¡¿Y a mí no?! —Matthew estaba hecho una furia—. ¡Bien! ¡Entonces quédatela! ¡No necesito un arma estúpida e inútil como ella!

  Se le hizo un nudo en la garganta.

   Leo se sentó frente a la chica y comenzó a hacerle unas señas. De repente, la cabeza de la chica se iluminó y asintió. Su amigo, sonriendo, le tendió la mano, la cual la chica aceptó con gusto. Ambos comenzaron a caminar y Yozora le pidió a su hermana que la llevara a su casa, sin embargo, no soltaba a Leo. Extrañados, fueron a donde vivía la familia de la albina y tocaron a la puerta.

  La madre de las chicas abrió la puerta.

  —¿Sí...?

  —¡Ma...! ¿Mamá? —La sonrisa de la albina decayó. No recordaba a su madre así...— ¿Ma... mamá?

  —¿Yozora? —La señora intentó abrazar a su hija, pero ésta se escondió de ella. Alcanzó a ver, entre la oscuridad de la noche y la sombra de su pelo, sus ojos inundándose con lágrimas titilantes y asustadas—. ¿Yozora? ¿Cariño?

  La mencionada sólo se escondió detrás de Leo. El chico miró con lástima a la dolida madre que tenía en frente, y sonrió débilmente a Aozora, quien fue con ella y le explicó, o mejor dicho, intentó explicar a su madre.

Soul Eater: Eclipse entre AlmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora