El tiempo que se escurre.

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Will sostuvo a su hija, asustado y preocupado, aunque su corazón estuviera dolorido lo mas importante era saber que le pasaba a ella. Hannibal no tardó ni medio segundo en llegar a su lado, pero cuando trató de tocar a Abigail, Will le lanzó tal mirada de odio que dejó congelado al vampiro.


-Luego arreglaremos nuestros problemas... Ahora lo más importante es que me dejes revisar a Abigail, recuerda que soy doctor...- murmuró el Conde tras recuperarse del impacto de ver esa expresión en el rostro de Will, y sus palabras sonaron casi como si se lo estuviera suplicando.


Ese tono de voz sorprendió mucho a Will, ya que sabía que el carácter de ese hombre tendía mucho a la soberbia y hacia lo que quería sin importarle por encima de quien tuviera que pasar. Pero ésta vez tenía razón, Abigail necesitaba un doctor y él era el único que estaba cerca.


Finalmente permitió que Hannibal se acercara y el vampiro sujetó a la joven bruja entre sus brazos, mirándola más de cerca. Ella seguía inconsciente, pero sus labios estaban cubiertos por una ligera capa de sangre fresca y su rostro estaba más blanco que la cal.


Hannibal la tomó entonces con fuerza, cargándola entre sus brazos y subió las escaleras con Will detrás, en dirección a la habitación de la chica.


El agente temblaba, tenía un pésimo presentimiento....


Cuando estaban en la ciudad ella siempre había sido algo delicada de salud. Si hacía un poco de frío ni siquiera se atrevía a dejarla salir porque si no ella terminaba con fiebre y en cama durante semanas. Pero nunca ningún doctor había podido decirle por que su estado de salud era tan débil. Y ahora... Ahora le había permitido viajar con él. Y no debió. Era su culpa. Ese castillo era condenadamente frío al igual que todo el lugar. Era inevitable que esto terminara por pasar.


Observó como el Conde la recostaba sobre la cama y le tomaba el pulso, examinandola. Ella se veía muy frágil sobre las mantas, con la frente perlada de sudor y cada vez más pálida. Era como si algo absorbiera su vida lentamente.


-¿Alguna vez había tosido sangre?- le preguntó Hannibal a Will, mirando el pañuelo lleno de manchas de sangre que ella tenía apretado en su puño a pesar de la inconsciencia.


-No... Nunca... ¿Lo hizo? ¿Crees.... Crees que pueda ser tisis?- preguntó Will acercándose un paso, mirando preocupado a su hija. Esa era una enfermedad demasiado grave, pero los médicos que la habían visto siempre la descartaban por la ausencia de tos con sangre.


-Lo es...- murmuró el Conde al cabo de un rato, con voz que al agente le sonó casi fúnebre. Will sintió que su corazón se quedaba paralizado al escuchar esa confirmación respecto al estado de salud de su hija. Automáticamente empezó a llorar de una manera que hizo que el aristócrata se lo quedará mirando, sorprendido. Se imaginaba que la joven bruja era importante para Will pero no tanto.


El agente lloraba lo más silenciosamente que podía, pero aún así enormes lágrimas caían de sus hermosos y dolidos ojos...


Se acercó a la cama y se sentó al lado de Abigail, tomando la frágil mano de ella entre las suyas y apretándola con fuerza.


-Vamos Abi... Despierta... Se que eres fuerte...- susurró Will entre lágrimas que no dejaban de caer.


-Estará bien... Solo necesita medicamentos y descansar.- dijo Hanninal poniendo una mano en el hombro de Will. Éste último volteó sus ojos llorosos hacia los del otro hombre. -No tengo dinero para ese tipo de tratamientos...- susurró Graham al fin, antes de romper a llorar con más fuerza de tal manera que el Conde sintió que su corazón helado se estremecía por primera vez en siglos.

El Conde Lecter.Où les histoires vivent. Découvrez maintenant