Capítulo XXXVII

347 36 10
                                    

- ¿Puede usted guardar la compostura Sr. Clarke? Bien, prosigo... - pidió Hobes haciendo que Robert guardara silencio por la fuerza. Dado que la primera opción es la que ha sucedido primero, le solicito a la señora Candice White Grandchester que me proporcione la llave ubicada entre las espadas del broche heredado por su madre para abrir la caja fuerte aunada a la lectura de este testamento.

- Señora Candice, ¿dónde está? – cuestionó Adolph buscándola entre todos los que se encontraban mirándolo.

- ¿De qué está hablando abogado? Sí mi hija estuviese aquí, ¿no cree que lo sabría? – gritó enfadado Robert.

- Espera Robert, dice que es Candice White Grandchester, ¿hay algo que deberíamos saber William? – preguntó Adolph.

- ¡Esperen, esperen! – interrumpió en tono alto Hobes.

- ¡Basta, aquí está el broche señor Hobes! – Candy se levantó y quitándose el broche lo colocó en la mesa, ante la furiosa mirada de los hermanos Clarke y la asustada de Richard y Albert que observaban cada movimiento de ellos ante la acción peligrosa de su nuera hija.

- ¡Candice! – Hobes gritó su nombre.

- ¿Con que Candy Grandchester? Bueno Richard, creo que has tenido buen gusto después de todo – Adolph le sonrió cínicamente a Richard y libidinosamente a la rubia.

- Pero... ¿cuándo se conocieron? Te hemos seguido la huella desde hace cuatro meses, ¡no pueden estar casados! – exclamó Robert.

- Sólo se ha casado hace uno, lo conoció hace tres y medio – explicó Richard, sacando de su asombro a todos.

- ¡Tan pronto! Hasta hace poco estábamos con la costumbre de un año de noviazgo, ¿dónde fue que me perdí? – rebatió Robert.

- Saltamos de siglo, estamos en el siglo XXI no en el XVI, las mujeres Andley ya no somos tan...sumisas – explicó Candy mofándose de su "padre".

- Si te hubieses quedado conmigo, no serías tan respondona – reclamó Robert, observándola y reconociendo algún dejo de Violet.

- Si me hubiese quedado con usted, hubiera muerto hace mucho tiempo y de cualquier manera hubiese robado el dinero de mi madre, señor – Candy le aclaró una verdad que él recordaba mucho, haciendo que Albert sonriera.

- ¡Soy tu padre! – exclamó Robert.

- Eso es lo que usted cree, mi nombre de soltera es Candice White Andley Duff – respondió en son de burla.

- ¡Mentira! ¡Eres una Clarke Duff! – gritó mientras se ponía colérico por ese atrevimiento.

- Tú sólo querías el dinero que aportaban para la dote de mi madre, los Grandchester proporcionaron esa dote, pero no tenían por qué hacerlo, eres un estafador y un vividor – la rubia le gritó unas cuantas verdades a Robert haciendo que ambos se acercaran aún más, rostro contra rostro.

- ¡Maldita seas! Las mismas creencias de tu madre, siempre creyéndose más que los demás, sin interesarles que gracias a que me uní a ella su apellido recobró significado, los Duff no son gente buena, ¿lo sabías? – preguntó Robert con saña.

- Tampoco los Clarke lo son, sólo son ¡basura! – respondió la rubia en son de burla.

- No te vas a atrever a insultarme, ¡eres una malagradecida! – exclamó Robert, sumamente enojado.

Pero antes de que Robert se atreviera a golpearla en el rostro una figura se encontró entre ellos para impedirlo.

- Será mejor que no se atreva a poner una mano en mi esposa o lo lamentará – espetó un furioso Terry.

Un amor que no entiende de pasionesWhere stories live. Discover now