Capitulo octavo: No te lo esperabas ¿verdad?

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adv: este capitulo tiene un ship no muy popular, canadaXcuba.

anécdota de la escritora para ustedes: este año fui de vacaciones con mi familia por una semana a cuba (después de mucho esfuerzo y esas cosas) y me sorprendió ver lo mucho que canada significa allá, de hecho estaba lleno de canadienses, uno pensando que eran gringos y se te ponen a hablar francés pero son canadienses, fue muy interesante y desde ese momento me aferro a este ship <3

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Capitulo octavo: No te lo esperabas ¿verdad?

-Tu maldito bastardo hijo de puta- Matthew estaba tan sorprendido y asustado de que de pronto una voz con fuerte acento cubano le gritara en español en medio de la calle. Un hombre centímetros más bajo que él pero que obviamente podría romperle la nariz de un golpe lo enfrento deteniéndolo en medio de su paseo como 'turista', Peter se alejó a esconderse tras Arthur quien algo distraído no se dio cuenta de lo que estaba pasando.

-d-¿disculpe, señor?- sus temblorosas rodillas amenazaban con romperse en cualquier momento y el de piel oscura pareció enojarse aún más, agarro una mecha del cabello del canadiense y lo tiro para acercarlo a su rostro.

-maldito gringo ¿te crees que yo soy idiota? Que sepas que no se me ha olvidado tu cara- oh, pobre Matthew, no le tomo ni un segundo entender las razones de porque le estaba pasando algo tan injusto, era el gemelo del hombre más insensato, insensible y estúpido que conocía y por tener su mismo rostro cosas como estas le pasaban tan seguido que tuvo que mudarse a Canadá durante casi toda su vida escolar.

-señor, discúlpeme, sé de qué habla, pero como vera no soy a quien busca- intento razonar, el cubano le miro más de cerca como amenazándolo telepáticamente para que confesara, pero entonces noto la diferencia que a simple vista no parece existir. El muchacho no solo tenía lentes completamente diferentes y el cabello más largo, sino que también en sus azulados ojos había un poco de amarillo.

-oh, perdóname muchacho. Juro que te pareces un montón a un gringo malparido que me golpeo en el aeropuerto antes de ayer-el rubio recupero su compostura, sonrió político y amablemente negó con la cabeza en señal de que no importaba.

-no te preocupes...además creo que se de quien hablas, si no me equivoco ¿tu nombre era Máximo, verdad?- el hombre se quedó sorprendido, no supo ubicar al niño frente a él hasta que vio la mochila que este llevaba con una bandera de Canadá bordada en ella. Entonces recordó que luego de recibir ese golpe en la cara de un gringo que en lugar de ayudarle se fue corriendo del lugar, había recibido la amable ayuda de otro jovencito, uno que en un francés canadiense nervioso le pregunto cómo estaba y si necesitaba ayuda antes de marcharse a tomar su taxi luego de unos minutos de una corta e insuficiente conversación que lo dejo con ganas.

¿Cómo se le pudo olvidar tal ángel?

-oh, eres tu- se sonrojo de lo apenado que estaba de haberlo olvidado y más encima haberlo confundido con ese idiota. –lo siento chico, no sé cómo es que te confundí-

-pasa todo el tiempo, no te preocupes más-

-aun así...me siento un poco inconforme con una disculpa tan vaga cuando lo que te hice fue horrible- para ese momento ambos Kirkland se había acercado a entrometerse en la conversación.

Peter soltó de pronto -¿Qué tal si lo invitas a comer wafles?-

-Peter- ambos rubios mayores le reprendieron, Arthur le tiro la oreja y Matthew se sonrojo tanto que no se atrevió a mirar al latinoamericano. Este sonrió con las manos en las caderas.

-eso hare, bien hecho mini gringo ¡te llevare a comer a ti y a tus amigos!-

-hermanos de hecho- corrigió el inglés con una caballerosa sonrisa. Matthew nuevamente solo dejo que lo arrastraran a otra aventura cuyos resultados se veían inciertos.

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Arthur cargaba a Peter como si este no pesara nada, los tres adultos iban en silencio para que el niño no despertara de su repentina siesta luego de una agitada y encantadora tarde en la que fueron a comer un montón de deliciosa comida incluyendo un adorable restaurant italiano en la plaza en la que se quedaron hasta que Peter no aguanto más el cansancio y se durmió escuchando las historias que el exótico extranjero contaba de su tierra natal. Matthew también se encontraba adormecido un poco debido a lo relajante que era escuchar a Máximo hablar, era una voz que pareciera conocer de toda la vida y lo reconfortaba.

Pensar que se veía como alguien que es incapaz de pensar en nada más que en un objetivo y con quien no se puede tener una conversación civilizada, resulto ser todo lo contrario. Resulto que había sido transferido al hospital de la ciudad trabajando en la misma especialidad que el rubio estudiaba en la universidad. A pesar de la diferencia de siete años parecían llevarse bastante bien para tan pocas horas de conversación además ambos aun con toda una noche por delante y con sus números de teléfonos ya entre sus contactos en sus celulares sentían que les era insuficiente. Si fuera por ellos se habrían quedado admirando las historias y los pensamientos del otro hasta que las palabras dejaran simplemente de fluir. Pero no sucedió así, el tiempo es quisquilloso y más en los oasis del siglo 21.

El rubio sacudió suavemente la camiseta de Máximo limpiándole los rastros del pasto que se le habían quedado pegados, el contacto se sentía tan familiar aunque ambos fueran ariscos a su manera en cuanto eso. Máximo agradeció el gesto y le retiro una hoja de árbol que se le había quedado pegada en la cabeza, sus dedos robustos rozaron su piel, sus rasposas manos le hicieron cosquillear hasta la base del estómago y se sonrojo. Pero no importaba, con el sol ocultándose entre los edificios y las lejanas montañas su rostro cobraba un anaranjado natural por la luz que se expandía como un filtro de oro y miel por toda la ciudad. Ambos se sonrieron ya echándose de menos.

-¿puedo llamarte?

-cuando quieras- respondió amablemente el latino –si quieres puedes ir a verme cuando quieras a mi trabajo, para que aprendas en vivo y en directo en lo que trabajaras y eso...-

-oh, estaría muy agradecido- el canadiense ya debía despedirse pero quería alargar ese momento lo más que pudiera, obtener más de ese preciado tiempo. –entonces...hasta pronto-

-sí, nos vemos- el cubano le dio un sonoro beso en la mejilla que le subió todos los colores al rostro, pero ya había escuchado que era como se saludaban y despedían algunas personas en algunos países, sonrió y se despidió de la misma manera.

Ambos se enviaron mensajes esa noche, durmiéndose con un tranquilo latido en el corazón. Los resultados para Matthew fueron mejores de lo que creyó después de todo.

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bye, espero que les haya gustado <3

the city, a place of fateWhere stories live. Discover now