Capitulo catorceavo: la realidad aterra a Yao.

220 40 6
                                    



Capitulo catorceavo: la realidad aterra a Yao.

Un hombre chino de veintiséis años de edad caminaba por las calles sosteniendo un portafolios que dentro contenía su currículo, puede que su rostro juvenil y femenino no demostrara su entusiasmo en ese momento pero la forma en que parecía bailar al caminar lo delataba.

Había probado suerte, luego de siete años trabajando para una tienda de baratijas en el barrio chino de la ciudad –lo contrataron para hacer más creíble la mercancía- fingiendo no ser nada más que eso, al fin había logrado que lo contrataran como profesor de historia de una agencia privada que solo daba tutorías a la elite de las academias y escuelas de todo el país. Yao para ser sinceros ni siquiera tuvo que mover un dedo, había estudiado pedagogía cuando a los dieciséis años su madre lo envió a la universidad para que se volviera un 'hombre', cuatro años después consiguió una beca para estudiar historia contemporánea y los últimos meses había trabajado en su tesis, se especializo en su continente pese a que estaba algo harto de los estereotipos que sus compañeros usaban para molestarlo. Aun así, con sus destacables notas y su buen desempeño, además de unas buenas recomendaciones de aquí y allá, consiguió un trabajo que cualquier otro envidiaría, sobre todo porque podía escoger a sus estudiantes.

Sus pantalones holgados oscilaron un poco con el aire caliente de unas rendijas bajo sus pies y se sintió como una estrella de cine, como una Marilyn Monroe masculino y asiático, sonrió dejando escapar su respiración como un suspiro satisfecho y decidió que se merecía una buena comida, había estado ahorrando para comprar un video juego que yoo Soo le había estado exigiendo pero darse un gustito no le hacía mal a nadie, además ese pequeño monstruo podía esperar.

Llamo por teléfono a su novio, bueno, para esos momentos no sabía si seguían siendo novios o no, la verdad ya ni hablaban y apenas se llamaban, no se veían las caras desde hace tres semanas, y Yao sabía que quizás su relación simplemente no iba viento en popa como pensaba, no sería la primera vez. Cuando llamo la persona al otro lado de la línea colgó. Eso lo dejaba claro entonces, no se dejaría abatir tan rápido por una relación que desde el principio no tenía futuro, por lo que llamo a la persona con más tiempo disponible que conocía. Ivan Braginsky, el ruso con nulo concepto del espacio personal y con una extensa red personalizada para hackear y stalkear a quien quisiera.

Yao no sabía a qué se dedicaba pero dudaba de que fuera legal.

Braginsky estuvo ahí en menos de unos minutos, lo que hizo preguntarse al chino si no lo habría estado espiando a través de sus extensas redes y cámaras de seguridad, para estos momentos se lo esperaba. El ruso lo envolvió en sus brazos sin inmutarse ante el forcejeo del más pequeño para liberarse. Yao se sentía diminuto al lado de ese hombre.

-te invito a comer algo, conozco un restaurant de cinco estrellas muy cerca de aquí- hablo el ruso, Yao asintió tentado por la oferta de algo que llenara su estómago y satisficiera sus antojos. Sonrió encaminándose unos pasos delante de Ivan aunque no supiera donde quedaba ese lugar. Se encaminaron por la calle en sentido contrario de toda esa gente que venía de sus trabajos o buscaba un local donde comprar un hot dog y seguir laburando. Ivan levanto su enorme brazo para detener a un taxi completamente negro y le abrió la puerta a Yao quien se subió de inmediato sin hacer miraciones, Ivan saco su teléfono al tiempo que le indicaba la dirección al taxista, revisando lo que fuera que tenía que revisar, Yao se sintió nervioso en cuanto el silencio los inundo, y él no solía ser de las personas que aceptan ese silencio o nerviosismo y se quedan callados en su lugar feliz, Yao simplemente dejaba salir preguntas o sonidos para distraer a su mente de los pensamientos que no quería tener; como por ejemplo "esto se parece a una cita".

Lanzo un suspiro largo y ruidoso, una advertencia para que sus locutores se prepararan para la larga charla que soltaría en ese taxi.

-me contrataron- dijo triunfante, dejando que sus hombros se elevaran como su mentón con orgullo, de ese que rara veces mostraba.

-no digas más, me entere hace unos segundos, felicidades Yao, esto hay que celebrarlo- acto seguido cambio la dirección del taxi con solo dar las nuevas indicaciones, Yao se sentía confuso, no se esperaba algo como aquello pero temía hacer represalia, Ivan le sonrió dulcemente mientras agarraba su mano y ¡oh! Ese sentimiento, cuanto tiempo que no experimentaba las palmas de las manos sudorosas por el nerviosismo y los ojos escapándoles a los labios de su acompañante de manera hambrienta. Solo una vez había besado a Ivan, hace muchos años cuando aún eran adolescentes y el ruso había celebrado su fiesta de cumpleaños en donde Yao bebió vodka confundiéndolo con agua, desde entonces jamás se había vuelto a acercar a la casa de Ivan con tanta confianza.

El lugar en el que aterrizaron era enorme, dos enormes y altos pisos, con techos tan altos que fácilmente pasaban por cuatro o cinco metros, candelabros cayendo como lluvia de oro sostenida, mujeres y hombres pulcramente vestidos que tiraban de un carrito con diferentes platillos, llevaban menús o botellas de fino alcohol. Todos eran hermosos, como si hubieran sido escogidos con pinzas, todos eran altos también, hasta las pocas mujeres sur asiáticas que Yao reconoció eran más altas que él. Tan ocupado estaba mirando el paisaje que no vio el momento en que Ivan recibía unas pocas indicaciones de un encargado y acto seguido una muchacha de tez morena achocolatada se les acercaba para guiarlos a su mesa.

El segundo piso solo recibía clientes muy exclusivos e importantes, cada mesa se separaba por enormes paredes además de estar tan separadas que se necesitaba un botón en la mesa para lograr tener la atención de los camareros que llegaban de dos en dos a atenderlos. Yao no pensó que se tratase del servicio acostumbrado, miro a Ivan preguntándose por milésima vez si lo que hacía no era algo ilegal, pero lo dejo pasar todo en cuanto el ruso volvió de los sanitarios –su excusa para todo es que iba al sanitario- con un ramo de girasoles que le extendió con mucha emoción.

Yao se encontró a si mismo sonrojándose sin control y sonriéndole con cariño a Ivan quien le correspondía con serenidad en su boca curvada.

-mereces solo lo mejor- le comento el ruso una vez las flores pasaron a sus brazos.

Yao supo que Ivan le quería desde la primera vez que le regalo flores, aunque no sabía de qué forma lo quería si sabía que era intenso, como nunca nadie lo había querido antes. Eso lo sabía bien ya que las flores que le regalaba cada vez con escusa de un momento especial significaban adoración, la misma que el ruso le había confesado tantas veces sentir por él. Dejo escapar una risita ante el comentario del rubio platinado al tiempo que le decía gracias en su idioma natal.

Al cabo de la velada también dejo escapar un beso en la mejilla de su acompañante, invitándolo provocadoramente a continuar algún otro día cuando sus hermanos menores no estuvieran en casa.

Ya solo descubre que sus hermanos aún no están en casa. De li o de Yoo sung se lo esperaba, de Mei, había escuchado vagamente su conversación sobre que se quedaría donde una amiga y vagamente recuerda también haber sospechado de su historia pero no haber dicho nada. Pero ¿Dónde carajos estaba Kiku? Ese no salía ni para la esquina.

Sus ojos estaban tan pesados que se tiró al sofá y se durmió. Oh ¿Qué importaba? Hace solo unos segundos hubiera estado dispuesto a invitar a pasar a Ivan Braginsky a más que solo tomar unas copas.

.....

 creo que subiré otro mañana. 

the city, a place of fateWhere stories live. Discover now