Capítulo VIII

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Jake

Caminaba contemplando el paisaje. Hacia buen día, al contrario que mi humor. Normalmente, en las películas, cuando alguien está triste todo se ve triste. Pero no en la vida real, así te das cuenta de que tu estado de ánimo no se refleja en lo que puedan hacer los demás.

Admiraba el parque verde, como si no lo pudiera volver a ver nunca más. Tal vez esa era la opción que me ofrecía el destino. Marcharme. Vivir, vivir de verdad. Ver mundo. Correr, saltar, gritar, cantar, bailar... en fin, lo que vendría siendo vivir. "Carpe Diem" me decía siempre mamá. Me había llevado muy bien con ella, pero había una cosa que jamás había entendido de ella, aunque, por supuesto, ella nunca me lo explicó. Decía que era demasiado crio cómo para entender por qué hacia esas cosas. Aunque como yo nací viéndolo a diario, nunca pensé que era algo malo; nunca, hasta que el día en que no regresó. Aquél hecho me marcó la juventud, y de algún modo u otro, sentía como si todo hubiera sido culpa mía, como si yo hubiera podido cambiarlo.

Recuerdo perfectamente ese día. Como olvidarlo. Desapareció por completo, y yo tuve que vivir viendo a diario las lágrimas de mi hermana, soportando el dolor que cada vez se volvía más normal en nuestras vidas cuotidianas. Lo recuerdo perfectamente, decirle a mi hermana que todo cambiaría, aunque en el fondo, sabía de sobras que no era así.

Nunca había mantenido una relación muy estrecha con mi hermana, aunque creo que fue después de ese día que nos volvimos tan unidos. Empezamos a estar siempre allí el uno para el otro, y apoyarnos constantemente en todo, siempre que me pasaba algo, era a la primera persona a la que recurría, y ella a mí.

Aunque eso no fue eterno. No quería seguir viviendo en la misma casa en la que había crecido desde pequeño, la cual contenía todos los recuerdos prohibidos que no me ayudaban a tirar hacia adelante. Así que preparé la maleta con lo menos posible y salí por la puerta de mi infancia, por la que jamás volví a entrar.

Mi hermana me entendió, aunque sin duda noté el dolor en su mirada mientras salía de casa. Empecé a vivir en un piso, a las afueras de Santa Bárbara, California. Mi propio hogar, o al menos el hogar que había idealizado para mí.

Aunque cambiar de vivienda no cambió nada de mis sentimientos, ni de mi pasado, no cambió mucho, por no decir nada.

Los recuerdos constantemente estaban en mi cabeza pero a veces, solo a veces, el destino juega con los caminos con los que te cruzas... y a veces, solo a veces, da gusto ver como todo sale perfecto en tus peores días.

Recuerdos prohibidos {EDITANDO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora