Capítulo XXIX

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Jake

Mireia me llamó poco rato después, y hablaba un poco nerviosa. Me dijo que la llevara en bicicleta, que eso le gustaba mucho. Pero había algo en su voz que me inquietaba.

Me dirigí a una librería cerca de allí; sabía que a Eden le encantaba leer, y le quería comprar un libro. No sabía bien cuales le gustaban, pero sabía que ciudades de papel le había encantado; así que pensé en comprarle uno del mismo escritor, así seguro que le gustaría. La dependienta lo envolvió con mucho cuidado, como si le diera miedo que el libro empezara a levantarse.

Eden y yo siempre nos habíamos llevado genial, y ahora estábamos más unidos que nunca, supongo que a causa de la muerte de mamá.

Las palabras de Mireia no desaparecían de mi cabeza, y no podía concentrarme. Salí de la tienda, y justo al lado había una floristería que nunca antes había visto allí.

Vi lirios, y recordé que a Laurence le encantaban. Compré tres y fui al aparcamiento. Marie se pensaba que yo me había creído lo que dijo en cuando murió; no recuerdo bien que mentira dijo. Laurence no había sufrido ninguna enfermedad, ni cáncer, ni un ataque de corazón, ni nada semejante. Laurence se fue al cielo porqué quiso.

No sé bien si no recuerdo o no quiero recordar como viví esos días. Yo sabía que Laurence se cortaba los brazos, aunque lo hiciera pocas veces, yo estaba preocupado. Marie no tenía nidea de todo eso, y yo cada vez que le veía algún corte hablaba con ella. Pero ella siempre desviaba el tema, nunca me quiso contar porqué lo hacía.

De pequeño pensaba que era normal, ya que había crecido viendo eso casi cada la semana. Hasta que no sé por qué tema surgió, se lo comenté a Robert. Él me miró extrañado, pero cambiamos rápidamente de conversación. Por aquél entonces, yo había hecho tarde.

Me resbaló una lágrima rebelde mejilla abajo. Yo podría haberlo evitado, tan solo con hablar más a menudo con ella o pedir ayuda. Pero siempre que le decía que podía hablarlo con alguien, ella se negaba. Hasta que un día se le fue. Lo recuerdo perfectamente. Eden estaba en su clase de piano y yo con Robert. Marie me llamó llorando y me pidió que volviera a casa lo antes posible, y en escuchar esas palabras yo ya me temía lo peor.

Llegué a casa y vi la ambulancia enfrente de casa y mamá sentada en la escalera del porche de casa. Tenía los ojos rojos de tanto llorar y sus mejillas mojadas de lágrimas. Lo recuerdo perfectamente. Minutos después apareció Eden en su moto, y aparcando de cualquier manera se nos acercó corriendo.

Marie nunca volvió a ser la misma. Aparqué y caminé los diez minutos que hacia cada dos semanas, para llegar al cementerio. Acaricié suavemente con las puntas de los dedos, el nombre de mi madre esculpido en una piedra. Y lloré. Lloré como cada vez que iba allí.

La echaba mucho de menos. Nada era igual desde que murió. Yo tenía una relación muy estrecha con ella, al contrario que con Marie. Por eso me fui de casa, por eso vivía en mi piso. Estuve un tiempo viviendo con Marie después de la muerte de Laurence, porqué sabía que en esos momentos nos necesitaba más que nunca, pero más que ayudar, me sentía como si sobrara allí.

Marie y yo siempre nos discutíamos y las cosas cada vez iban a peor. Pero con la distancia parecía que las pocas veces que me venía a ver, no había tanta tensión entre nosotros.

Puse los lirios al lado de la lápida y marché de allí. Subí al coche y cerré la puerta con un golpe seco, lleno de rabia y de tristeza al mismo tiempo.

Recuerdos prohibidos {EDITANDO}Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon