XIV

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Me acurruqué junto a Robert toda la película. Cuando ésta terminó fuimos a su cuarto y nos recostamos en la preciosa y enorme cama, frente a frente. Lo miré un buen rato en silencio, solo admirando su belleza escultural. Su mano derecha se recargó cerca de mis costillas. Nos acercamos más y más. Mi corazón palpitaba a mil por hora y mi sangre bombeaba deseo. Bajó su mano a mi cadera para después bajar a mi trasero. Subí mis manos a su pecho y lo besé mientras sus caricias sobaban tiernamente mis sentidos. Se sentía tan bien.

- Tus labios saben realmente deliciosos - susurró al fin aún encima de mi rostro.

- Los tuyos son adictivos. Aunque quiera dejar de besarte, me es imposible, no puedo - admití a regañadientes.

- Eres una traviesa.

"Y ni siquiera has visto lo que hago", pensé. Me levanté un poco de la cama y encogí mis piernas detrás de mí trasero, recargué mi brazo en el muslo y subí mi mano para recargar mi mentón en ésta.

- ¿Ésta es nuestra primera cita? - pregunté ansiosa.

- Pues, sí. No me gusta ir a lugares tremendos en la primera cita. Prefiero que mi chica conozca lo más interno de mí. ¿Sabes? No me gusta entregarle mi corazón a cualquier persona.

Sonreí. Robert de verdad me quería.

- Déjame conocerte. Juguemos a las 10 preguntas - le ofrecí.

- Interesante - musitó. Cambió de posición; se puso de lado recargando su peso sobre su antebrazo que se situaba en la almohada. - Tú empieza.

- Bien - articulé una pregunta en mi mente mientras me ponía cerca de él y hacía la posición de flor de loto con mis piernas. - ¿Cuántos años tienes?

- Veinticinco y medio. Te llevo siete años.

- ¿Te afecta la edad de tu pareja en una relación?

- No. Cuando de verdad la quiero, eso viene sobrando - sonrió y acarició mi cabello con la yema de sus dedos.

- ¿Qué te gustó de mí?

Esa pregunta de verdad me intrigaba. Sé que soy linda, pero Robert apenas me conocía como alumna, era casi imposible que le gustara como soy, más bien le gustaba lo físico.

- Dios... es una larga lista.

- Tenemos muchísimo tiempo - le recordé.

Tomó un mechón largo de mi cabello y lo acomodó detrás de mí oreja.

- Todo empezó cuando la directora Marshall me dijo que mi primera clase sería con tu grupo. ¡Diablos! Estaba realmente nervioso, era mi primera clase impartida así que no sabía cómo iban a reaccionar ante mí. Cuando entré a tu salón, todos estaban susurrando cosas de mí o de lo que harían después de clases y había una chica que estaba mirando fuera del salón, viendo cómo las gotas de agua se adherían a la ventana y caían delicadamente, eras tú. Tenías tu cabello recogido en una coleta, estabas triste, los ojos llorosos, pero aun así, volteaste para verme y me saludaste. Supe desde ese instante que eras diferente, no puedo negarlo, muchas chicas se han lanzado a mí intentando algo más, tú nunca lo hiciste, y de todas ellas, solo tú pudiste gustarme. Luchaba contra mi mente en las noches, intentando sacarte de ella leyendo libros o aceptando las invitaciones de otras chicas, pero nunca logré sacarte. Mi mente solo gira en torno a ti en este momento, me gustas mucho físicamente y también emocionalmente. Eres una chica independiente, hermosa, inteligente, provocativa, tienes unos ojos hermosos y tu color de piel hace juego con ellos de una manera espectacular.

Bajé mi mirada, me apenaba mucho lo que me decía. La sangre en mis mejillas hirvió.

Estuvimos hablando de nosotros técnicamente toda la tarde hasta que la noche cayó. Él me pidió que durmiera un rato y descansara, pero no pude hacerlo. Su amigo se pegaba de una manera increíble en medio de mis nalgas y sentía como mi clítoris palpitaba incesante. Intenté calmar mis ansias de tomarlo entre mis piernas y tener buen sexo con él, pero no pude. Me di vuelta y empecé a besarlo ferozmente casi comiéndome su boca.

Sus manos viajaron hasta mi cintura y acarició mi espalda baja con la yema de sus dedos. Me pegó aún más a su cuerpo poniendo mi entrepierna encima de su muslo y rodeando mi pierna con la suya. Su boca bajó a la entrada de mi pecho, lamiéndolo y dejando un rastro de saliva a su paso. Me puso encima de él, mi cuerpo estaba rodeado totalmente por sus brazos. Me puse a horcajadas sobre su paquete y seguí besándolo.

- No esperaba esto - jadeó sobre mi rostro.

- Te deseo.

Sonreí burlonamente y seguí besándolo. Con cuidado empezó a subir mi blusa hasta que me dejó solo en sostén. Recargué mis manos en su pecho y me estiré.

- ¡Dios! Tienes un busto perfecto - gruñó. Sonrió de lado.

- Ven.

Me levanté de encima de su cuerpo y llevé el mío hacia la silla que estaba en una esquina de la habitación. Recargué mi brazo en el respaldo y le hice una señal para que se acercara. Se levantó de la cama y fue a mi alcance. Cuando llegó a mí, le di un beso desgastante. Lo fui sentando poco a poco en la silla sin dejar de apretar mis labios contra los suyos. Bajé a su cuello, lamiendo y saboreando el sabor de su piel, mi mano acarició su entrepierna por encima de los jeans.

- Oh - gimió.

Echó su cabeza para atrás en forma de excitación. Regresó su mirada a mí pero cerró los ojos. Subí mi mano hasta su paquete y lo empecé a acariciar, lentamente desabroché su pantalón y bajé el cierre. Me detuve y me senté en sus muslos. Me tomó de la cintura y con su mano libre acarició mi rostro y me besó delicadamente. Dios mío sus besos eran perfectos; románticos, dulces, suaves y delicados.

- También te deseo.

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