Capítulo 3

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Regina observa latir su corazón entre los dedos de Emma Swan. El sonido proveniente de él era el único ruido que conseguía discernir en un escenario donde solo ella y la salvadora estaban. Ambas de pie, en medio del zaguán, cuyo suelo era una mezcla de líneas negras y blancas, los pies de la Reina parecían flotar, mientras que delante de ella Emma daba la impresión de ser una estatua que sujetaba el órgano más vital del cuerpo de Regina. La morena quiso decir algo, pero su voz no existía, eran palabras mudas, intentó una y otra vez, y el desespero se apoderaba de ella de una forma asombrosa, Emma tampoco respondía y mucho menos se movía. Lo que sí era de notar eran los habituales trajes del Bosque Encantado, un vestido largo, azul, resplandeciente de piedras minúsculas, completado por un peinado exuberante en Regina, y en Swan algo parecido a lo que Snow White usaba en su época de fugitiva de la Reina, el traje de bandida.

La estatua de Emma hizo un movimiento cuando el corazón en sus manos fue apretado, un dolor que Regina rogó no sentir. Las rodillas de la morena se desplomaron al suelo y las manos tocaron el lado izquierdo del pecho, las mismas palabras sin sonido salían de los labios de la Reina que suplicaba por su vida con ojos asombrados. La mancha negra que se vislumbraba en el rojo del corazón de Regina se extendió antes de que los dedos de Swan lo aplastaran del todo, y en ese momento la alcaldesa despertó.

La mujer quedó sentada en la cama por el susto, la frente mojada de sudor, y en su rostro una expresión melancólica. Cuando giró su rostro y vio a su lado a Emma dormida, gritó. Swan se despertó ante el grito de Regina y rápidamente se sentó a su lado.

«Regina, ¿qué pasó?» preguntó Emma incómoda

«Solo puedes estar de broma...»

Emma miró a su alrededor, después a Regina que estaba tan extrañada como ella.

«¡Mierda! Me quedé dormida...»

«Sal de mi cama» Mills cogió una almohada y se la tiró a la salvadora «¿Cómo te atreves? Voy a tener que quemar estas sábanas»

«Hey, espera un momento...» la rubia se defendió de la almohada con las dos manos «Te desmayaste, te traje hasta aquí, ¿y así me lo agradeces?»

«¿Me desmayé?»

La pregunta hizo que el rostro de Regina enrojeciese y Emma percibió lo mismo cuando escudriñó el cuarto.

«Sí, te desmayaste y esperar a que te despertaras en el suelo no era un idea muy confortable»

Regina se dio cuenta de que ya había amanecido. Se levantó y miró por la ventana del cuarto, corriendo la cortina, la mañana se estaba aproximando velozmente con un sol calentando el cielo antes de la llegada de las nubes. Emma se levantó también, cogió su chaqueta roja y limpió un rastro de baba que se había quedado en un lado de su boca. Esperó un momento antes de decir algo.

«Bien, estas mejor, me voy»

«Emma...» dijo ella con voz suave, se viró hacia ella que ya estaba caminando hacia la puerta del cuarto.

«¿Qué Regina?»

«Solo quiero pedirte una cosa. Dile a Henry que estoy bien y que quiero verlo»

«Oh, vale, se lo diré»

Emma asintió.

«Por favor»

La salvadora salió después de mirar un momento a Regina Mills. La mujer estaba abatida, su cabello precisaba un lavado, y tenía leves ojeras de quien no tenía noches de sueño desde hacía mucho. Diría a Henry que habían hecho las paces, y por lo que a ella respecta, las habían hecho o estuvieron casi cerca de hacerlas.

STARTING TO FIND THE LASTING LOVEWhere stories live. Discover now