Capítulo catorce.

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Entre el uniforme de ejército, el avena casero y la máscara de aguacate, Zoe parecía lista para atacar en las trincheras. Yo reí con disimulo.

—¡Cállate, Ariana! —dijo, lanzándome un trapo mojado—. Eres la siguiente.

Nora habló desde dentro del baño.

—¡Daos prisa! Esta cosa se está secando.

Entré al baño desordenado y miré el bol con una pasta viscosa que había en el mostrador.

—Yum, ¿qué hay de postre?

Nora cogió su mochila de playa rosa y sacó una caja de tinte para el pelo.

—Un ombré rubio*. Perfecto para tu complexión.

*ombré rubio: degradación de color en el pelo, en este caso rubio.

—¡De ninguna manera! —protesté. Cuando Zoe abrió su boca para reír, un trozo de la pasta seca cayó en el suelo de baldosas.

Nora me tendió la caja.

—Relax, Ariana. Un cambio nunca ha matado a nadie.

—Estáis conspirando contra mí —me quejé. Pero me encantaba en secreto. Ya había tenido un tiempo sola; tener amigos era un gran avance. Podían teñirme el pelo verde si eso querían.

Zoe me quitó la caja y le dio la vuelta para ver la tabla de tonalidades.

—No se te verá tan claro como a la chica del paquete.

Me miré en el espejo. Mi pelo era del color de una caja de cartón. Un poco de claridad quizá me quedaba bien.

—Te haré un corte de pelo —dijo Zoe—. Le corto el pelo a mi madre siempre.

Nora vertió un líquido maloliente en una botella con una substancia espesa. Tapó la entrada con su pulgar y lo agitó como si fuera una castañuela.

Hice una mueca.

—¿Estáis seguras de que eso no hará que se me caiga el pelo?

—En treinta minutos, tendrás unos rizos ombré preciosos. —Quitó los guantes del manual de instrucciones y se los puso, entonces aplicó pasta en mi pelo. Después de repartirlo, recogió el pegajoso desastre y lo sujetó en la parte superior de mi cabeza, aguantándolo con un clip.

Me estremecí ante mi reflejo.

—Ah, el look de Marge Simpson.

Veinte minutos más tarde, miraba un remolino de tinte irse por el desagüe. Cuando salí de la ducha, mechones ondulados rubios se pegaron a mis mejillas.

Zoe cogió las tijeras.

—Estoy pensando en un estilo de Hollywood. —Señaló con la cabeza a la Cosmopolitan en la parte trasera del váter. Miré a la modelo de la portada.

—Cualquier cosa le queda bien a una cara perfecta conjuntada a un cuerpo de seis pies* y ciento veinte libras** —dije.

*Seis pies = 1,83 metros aproximadamente.

**Ciento veinte libras = 54,43 kilos más o menos.

—Jesús, Ariana, ¿no te miras en el espejo? —preguntó Zoe.

—Constantemente, pero suelo arrepentirme.

Zoe se quejó.

—Negada.

—¿Por qué? ¿Qué pasa? —Me acerqué a Nora para echarme una ojeada. No había comida en mis dientes.

—Nada —dijo Zoe—. No eres fea, eso es todo.

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