Alan y Daniel.

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Capítulo 15.

Alan y Daniel.

Dejó escapar con pesadez un suspiro después de cerrar la puerta de su apartamento a su espalda y apoyarse en ella, acababa de finalizar su tercera cita con Alan. Como el muchacho había prometido, Daniel ya no sólo pensaba que era un buen chico, Alan en verdad era bastante maduro para su edad, tenía visión, grandes planes para su futuro, y como si Lucas lo hubiera predicho tenían incluso cosas en común; pero sorpresivamente no era suficiente para sentirse atraído y del todo satisfecho a su alrededor.

Para colmo eso no era todo lo que lo tenía abrumado, sino que Lucas ya no parecía el mismo. Desde su encuentro con el viejo Rafael en la tienda de ropa había cierta incomodidad entre ellos, pensó que tal vez al salir con Alan las cosas cambiarán, que Lucas se pondría feliz ya que él mismo había sugerido ese encuentro, pero resultaba que ahora se encontraba más distante, incluso hubo un día que no se apareció por completo, cuando se encontraron a la mañana siguiente el castaño había dicho que tenía asuntos personales qué resolver, el jueves había sido una visita rápida, "sólo para asegurarme que estás bien" había dicho Lucas, luego le explicó que no regresaría sino hasta el sábado ya que no quería importunar sus citas. Su ausencia era algo razonable teniendo en cuenta que era un justiciero-cazademonios.

Arrojó las llaves a la mesa más cercana y fue a la cocina, necesitaba un trago; esa noche había ido al cine y a cenar con Alan, fue sido divertido sí, pero no tan interesante como cuando fue con Lucas.

Con parsimonia terminó su bebida, tomó un baño y se fue a la cama pensando en la mejor solución de todo ese asunto antes de quedarse dormido.

Horas después despertó con un poco de ánimo, era sábado y sólo trabajaba medio día, era un alivio.

Hizo lo de siempre y llegó a la hora correcta, evitando y no dando motivos para que Néstor le dirigiera la palabra. Sus dedos se movieron sobre el ordenador, mientras respondía sus llamadas telefónicas; y en los momentos en los que se levantaba de su lugar para ir por una taza de café se convencía de que lo que haría iba a ser lo más conveniente y lo mejor: al salir de la oficina iría por Alan, si fuese necesario esperaría a que su turno en el mesón terminara para poder hablar con él, hablaría sinceramente y le explicaría las cosas, no iba a darle alas.

Faltaban cinco minutos para que oficialmente fuera su hora de salida y pudiera colocar su huella digital en el lector, si lo hacía antes se arriesgaba a que le amonestaran. Decidió apagar su ordenador y recoger sus papeles en ese tiempo; los dedos de Néstor se escuchaban rápidos sobre el teclado, seguramente había procrastinado y ahora estaba apresurado; de repente el teléfono sobre su escritorio sonó.

—Hay un chico que espera por ti— era Catalina, sin saludar sólo le dio el mensaje.

—Gracias— respondió sonriente antes de colgar. Seguramente era Lucas, le pediría que le acompañase al mesón de doña Marta y después de hablar con Alan le propondría pasar el resto de la tarde en el cine o tonteando por allí; sino tenía deberes de justiciero, claro estaba.

Con entusiasmo terminó de recoger sus notas y carpetas, los acomodó en las gavetas y se enderezó la corbata, su humor mejoró tanto que incluso se despidió y le deseó un buen fin de semana a Néstor. Pero su optimismo se esfumó cuando la silueta que halló no era la esperaba: Alan aguardaba cerca del elevador.

—Hola, vine a saludarte; hoy no tengo turno en el mesón— dijo sonriente, el muchacho no sólo trabajaba con su abuela, sino también con sus tíos y otros parientes, había decidido trabajar un par de años antes de continuar la universidad.

LucasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora