VI.

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Capítulo 16

–¿Danna? –Leonardo exclamó, confuso, provocando que ella se quedara muda–. ¿Eres tú?

–Sí, soy yo –dijo, una vez recuperó el habla–. Disculpa, acabo de hablar hace un instante con mi amiga Caro.

–Sí, me he dado cuenta –rió Leonardo, imaginando la cara que tendría Danna–. Soy Leonardo, por cierto.

–Sé quién eres –sonrió Danna–, pero me sorprende que me llames. ¿A qué se debe ese honor, señor Ferraz? –concluyó, en un fingido tono serio.

–Pues mire señorita Báez le hablo para invitarla a un paseo con mi preciosa hija Beth –siguió el juego Leonardo sonriendo.

–Por supuesto que aceptó la invitación, Leonardo –respondió feliz–. Estaré encantada de volver a verlos.

–Nosotros también ansiamos verte, Danna –comentó Leonardo y enseguida se oyó una voz infantil–. Sí vienes ¿verdad, Danna?

–Claro cariño, voy porque estoy impaciente por verte –dijo a Beth, quien se emocionó y continuó–. Ahora, si me pasas con tu papi para ver donde quedamos.

–Pero Danna, nosotros estamos abajo en tu hotel. Esperándote.

Danna escuchó como Beth protestaba porque su padre le arrebataba el teléfono.

–Ya está bien señorita, ahora hablo yo –había dicho y se acercó el teléfono–. Es cierto, Danna, estamos aquí. Si no te molesta salimos en cuanto bajes. ¿O tienes algo que hacer?

–No, bajo en un instante –Danna colgó y rápidamente se maquilló ligeramente, se puso unos jeans con una sencilla blusa celeste y una chaqueta en igual tono.

Cuando ingresó al vestíbulo buscó con la mirada a su cita. Se rió mentalmente y vio como Beth corría a su encuentro y se echaba a sus brazos.

–Estás preciosa, nena –comentó Danna haciendo que Beth sonriera y diera una vuelta.

Danna sonrió y reparó en Leonardo que miraba la escena con expectativa.

–Hola, Danna. ¿Cómo estás?

–Hola, Leonardo. Estoy muy bien y ¿tú?

–Bien, extrañando el trabajo y la compañía en la empresa –comentó–, aunque feliz de estar más tiempo con mi pequeña –sonrió con ternura a Beth, quien tomó la mano de Danna y de su papá.

–¡Vamos! Ya quiero patinar –protestó, halando sus manos y haciendo que enseguida se pusieran en camino.

–¿A dónde vamos? –preguntó Danna cuando el auto se puso en marcha.

–A un centro comercial –contestó atribulado, Leonardo–. Y no es que me haga ilusión sino que aún tengo que comprar unos cuantos presentes y tarjetas. Dios, se supone que mi secretaria se encarga de todo eso pero ha caído enferma y no le he querido mortificar con eso. Así que, me aprovecho de tu buena voluntad y te daré esa carga.

–¡Que va! Ninguna carga Leonardo, con gusto te ayudo en lo que necesites.

–Gracias, sabía que contaba contigo. Es extraño pero a veces siento como si te conociera de siempre.

–Sí, es extraño –comentó Danna más que nada para no quedarse callada.

–Pero no te creas que todo va a ser trabajo –soltó Leonardo, sonriendo– también nos vamos a divertir.

–Vale, con esa condición, acepto –rió Danna con ganas.

Leonardo en realidad no tenía ninguna obligación de hacer aquellas compras. Si lo hubiera querido, tenía varias personas que podían encargarse, pero le pareció un excelente pretexto para estar con Danna, además, ¿qué tan difícil podía ser?

Encuentro con el destino (Italia #1)Where stories live. Discover now