Tenía días sin ver la luz del día y presenciarla aquí, en este momento, es glorioso. Pero me apena que no puedan estar aquí conmigo las chicas de la celda, disfrutando de la tibieza del sol. Me parece injusto.
Y el asunto que había tratado ayer con William no me dejó un buen sabor de boca, pues sabía que tenía que hacerlo a como dé lugar y eso me ponía los pelos de punta.
Junté mis cejas al pensar que mi vida no podía ser peor en estos momentos, pues pronto sería obligada a entregar mi virginidad a alguien que ni siquiera apreciaba.
No podía dejar de pensar en eso, por más que fuera fuerte en algunos casos no puedo evitar derrumbarme, me siento sola y angustiada pues nadie me apoya en estos momentos. Estoy sola.
Aunque la voz de mi madre siempre me acompaña recordando que siguiera adelante a pesar de todo, que era la única cosa que tenía que hacer. Mataría por verla de nuevo y estrecharla en mis brazos.
Pero alejé los pensamientos tristes de mi mente y dibujé figuras imaginarias en el cristal que interfería con mi libertad. Pues era imposible romperla y abrirla era aún mas.
Mis brazos estaban cruzados sobre mis senos y la verdad estaba muy incómoda con esto. Repasé la mirada por el seguro que tenía la ventana de cristal, la tenía por fuera, así que no tenía oportunidad de escapar, hice cara de disgusto total al tener que estar aquí encerrada. Esto es una mierda. Recosté mi cabeza de la madera mientras me perdía en la naturaleza que había fuera. Los grandes tallos de los árboles lograban llamar mi atención y preguntarme cuánto tiempo han estado ahí.
El auto kilométrico del presidente no se hizo esperar mientras varios autos seguían al señor. Y se parqueaban frente de la casa. Miré el auto con desinterés.
Miré al estúpido presidente llegar, se bajó de su auto sin esperar que alguien le abriera. La puerta golpeó a uno de los grandes guarda-espaldas, en el pecho y este sólo miró al presidente, sin decir nada. Casi corrió hacia la puerta de la casa, se veía molesto y desganado, fuera de control. Lo que no me importaba en lo más mínimo.
Lo miré sin importancia mientras desaparecía por la puerta y seguí mirando hacia el mini-bosque que cubría a la casa. Pero un ruido me llamó la atención haciendo que mire hacia atrás. El presidente caminaba hacia mi con demora, lo miré de arriba abajo con mis cejas juntas sin entender nada y fue entonces cuando caí en cuenta, abrí mis ojos y antes de que llegara intenté escabullirme por otro lado, pero logró agarrar la tela de mi ropa halándome hacia él.
Grité al ver que me tenía y me arrojó a la pared suavemente, aturdiendome un poco. Tanto que vi como se encendían unas luces en mi cerebro de un momento a otro y luego en el mismo segundo se apagaban. Me había dado fuertemente en la cabeza y sorpresivamente no fue a causa de que me jalara.
Sus labios tocaron los míos e intentaron aventurarse en ellos, moviéndose duramente, yo sin embargo quité mi rostro y traté de evadir todo contacto de mi boca con la suya, no lo soportaba y no quería que me tocara. Se alejó de mi, pero no lo suficiente para escapar de su mirada acusadora, o simplemente escapar de él.