HISTORIA 5 (o cómo ven los perros)

1.8K 12 5
                                    

   Pasó un buen rato y Nikon, aburrido de que no le quitáramos la vista de encima, bostezó y fue cerrando los ojos hasta quedarse dormido.

  —¿Alguien recuerda cómo era aquello que dijo la voz sobre los perros? —preguntó José.

  —Dijo algo así —afirmó Carmen, que aclarándose la garganta recitó como un lorito—: “¿Qué te hace suponer que vuestra mascota no puede soñar? Nikon puede tener historias muy divertidas en la cabeza”.

  —No, desde luego está más que comprobado que soñar, lo que se dice soñar, sí puede —dijo Julián—. El muy andoba no hace más que dormir.

   Mientras lo mirábamos, uno tras otro fuimos bostezando y nos quedamos dormidos. No sé muy bien cuánto tiempo pasó, pero cuando abrimos los ojos ya no estábamos en la nave sino en la habitación de los trillizos. Natalia fue la primera en reaccionar.

  —¡Bien! —exclamó—, estamos de nuevo en casa, se acabó todo.

  —Eso no es justo —protestó José—. Falta mi historia.

  —Prueba a imaginártela ahora —le propuse—, quizás podamos saltarnos la de Nikon.

   José cerró con tanta fuerza los ojos que pensé que jamás podría volver a abrirlos, pero nada, seguíamos en el mismo sitio.

  —Esto no funciona —dijo Julián—. Puede que Natalia tenga razón y se haya acabado todo.

  —Qué lástima —suspiró Carmen—. Yo quería saber qué pasa por la cabeza de Nikon.

  —Por cierto —preguntó Luis—, ¿alguien lo ha visto?

   Lo buscamos hasta encontrarlo en el sofá, durmiendo tranquilamente. Al notar nuestra presencia se desperezó, y de un salto se bajó al suelo. Fue entonces cuando comenzaron a pasar cosas extrañísimas (¿más aún?, seguid leyendo y lo comprobaréis).

  Nikon comenzó a crecer de una forma exagerada. Sus patas traseras se convirtieron en dos pies y las delanteras en manos. Se daba un aire a los animales que salen en los dibujos animados, esos que caminan como si fueran personas; aunque a él le estaba costando un poco mantener el equilibrio.

  —Decidme que no estoy soñando —dijo José sin poder apartar la vista de nuestra inmensa mascota.

  —Si quieres te pellizco —contestó rápidamente Julián, que tampoco podía dejar de mirar a Nikon.

  —Pues me encantaría saber cómo piensas hacerlo, teniendo en cuenta que no tienes manos —sentenció Luis.

   Efectivamente, tan alucinados estábamos mirando la transformación de nuestro perro, que no nos dimos cuenta de la nuestra. Nikon nos parecía gigante, no sólo porque había crecido, sino porque nosotros habíamos encogido. En realidad nuestra mutación fue a la inversa. De repente no teníamos manos ni pies pero sí unas patitas muy graciosas, y no pasábamos de los treinta centímetros de altura. En cuanto nos dimos cuenta de la situación casi nos caemos, pues todavía estábamos “de pie” apoyados en las patas traseras.

  —¡Uf! —suspiró aliviada Natalia—, menos mal que no nos ha salido pelo, con lo que me cuesta depilarme.

  —A ver si lo entiendo —replicó Luis enfadado—. Nos hemos convertido en una mezcla de perro-hombre, estamos en manos de lo que piense un chucho, ¿y tú sólo te preocupas de los pelos de las piernas?

  —Vale, vale —dije intentando calmar los ánimos—. Supongo que esta historia será la más rara de todas, así que pongamos los cinco sentidos en salir de ella lo mejor posible.

Siete historias (o excavando en el pozo de la fantasía)Where stories live. Discover now