EL FINAL (¿seguro?)

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  Efectivamente, de nuevo estábamos en la habitación secreta de nuestra casa. Todo seguía casi igual: las estanterías, los libros, la fruta, los hermosos pájaros que continuaban cantando alegremente, la chimenea que nos proporcionaba ese ya conocido agradable calorcillo y, cómo no, el sofá. Lo único que faltaba era la televisión antigua. 

  —Pero, pero… —parecía que Luis no encontraba las palabras adecuadas.

  —Eso, pero ¿cómo es que hemos vuelto al principio? —dijo ayudándole Julián.

  —Técnicamente nos falta la historia de Natalia —terminó el razonamiento José.

  —Pues yo creo que ha sido la más emotiva —dijo suavemente la voz.

  —Sí, ha sido muy bonita —señaló Carmen.

  —Pero no ha sido bien, bien una historia —comenté dudosa.

   —¿Recordáis lo que dijo Shi Zí de Natalia? — preguntó la voz.

  —¡Yo me acuerdo! —gritó Carmen emocionada—. “Es ante todo razón y equilibra en el grupo la emoción, pero sólo cuando abra su corazón, mostrará al mundo su hermoso don”.

  —Y ese don es… —comenzó Luis intentando que alguien terminara su frase.

  —Eso me gustaría saber a mí —dijo llorando Natalia—. No sirvo para nada, he vuelto a ver a los abuelos pero no he podido evitar que vuelvan a marcharse. Ni siquiera he podido vivir una historia como lo han hecho mis hermanos…

  —Tienes razón, no has vivido una historia, has vivido tú historia, unos pedacitos de tu vida, tu patrimonio, tu herencia. ¿No te has fijado en las caras que ponían tus hermanos mientras les presentabas a sus propios abuelos? Ese es tu don. De los siete, sólo tú puedes transmitir las emociones, las sensaciones, los sueños, las aventuras y desventuras de esas dos personas tan importantes en tu vida. ¿Lloras porque no has podido retenerlos? Ellos siguen vivos en tu recuerdo y mientras sea así, cada vez que hables de ellos será como si los tuvieras a tu lado.

  Los ojos de Natalia transmitían una serenidad infinita imposible de imaginar hacía sólo unas horas, y en sus labios se dibujó una sonrisa de paz. Era evidente que algo había cambiado en ella. En realidad, todos habíamos cambiado. Tal y como nos dijo la voz antes de iniciar esta aventura -hacía lo que parecían mil años-, todos volvíamos con la maleta llena de la experiencia más maravillosa de nuestra vida, pero también llena de conocimientos nuevos, no sólo de datos interesantes sacados de cada una de las historias, también llena del conocimiento del ser humano y perruno. ¿Cómo olvidar la carta de Nikon, o la preocupación de Natalia por todos, o la confianza de mis hermanos en mí? Tantas cosas vividas en tan poco tiempo necesitan sin duda un paréntesis para poder ser asimiladas. Justo en todo eso estaba pensando cuando Luis preguntó:

  —¿Lo hemos hecho bien? Es decir, ¿hemos estado a la altura?

  —Eso es algo que yo ni puedo ni debo juzgar —contestó la voz—, pero os daré una pista: yo me he reído, he contenido el aliento, he pensado en soluciones matemáticas, me he enternecido y he soltado alguna lagrimita. ¿No es esa la esencia de la vida? Entonces, podéis daros por satisfechos.

  —¿Y ahora qué? —preguntó Julián.

  —Vosotros sabréis, este es vuestro mundo —dijo la voz.

  —Yo quiero volver a empezar. Me encantaría aparecer en la Santa María, el barco en el que iba Colón cuando descubrió América. No, mejor hacemos un recorrido por las siete maravillas del mundo antiguo; ya me veo paseando por los jardines colgantes de Babilonia, o pasando entre las piernas del coloso de Rodas en una embarcación de la época  —decía José—. No, no, no, lo que de verdad me gustaría, sería conocer a Mahatma Gandhi.

Siete historias (o excavando en el pozo de la fantasía)Where stories live. Discover now