✧Venganza.

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Yuri Plisetsky estaba harto.

Harto de las muestras cariñosas entre Victor y Katsuki; aunque no son exactamente las demostraciones en sí —bueno, la verdad es que también—, sino que no tengan la decencia de evitarlas con él presente.

No bastó con hacerle sentir incómodo en Hasetsu; con los acercamientos repentinos o las palabras comprometedoras de parte de Víctor hacía Katsuki. Que por cierto, le hacían enfurecer de sobremanera.

Desde que esos dos formalizaron su relación, todo se volvió peor para él; cabe mencionar que, por alguna extraña razón del destino, ha pasado más tiempo con el Japonés y su compatriota, por lo que presenciaba sus "cariñosas muestras de amor" de más cerca. Odiaba eso; se volvía automáticamente el fuera de lugar, la tercera rueda, el mal tercio o como quieran llamarle.

Yuri quería pagarles con la misma moneda, quería vengarse; tanto el anciano como ese cerdo se las pagarían. Cuando el momento llegará, no dudaría en hacerlo.

Ese día estaba emocionado, muy emocionado; su amigo Otabek vendría desde Kazajistán para verlo especialmente a él, eso le alegraba aún más. Ahora se dirigía al aeropuerto para recibirlo.

Pero había un detalle; no iba él solo.

Para su desgracia, llevaba a la parejita melosa caminando a sus espaldas. No necesitaba voltear para sentir la miel directamente, tampoco quería saber lo que estaban haciendo; no gracias, el almuerzo estuvo demasiado bueno como para devolverlo.

Cuando llegaron a su destino, se mantuvieron esperando el anuncio de que el avión desde Kazajistán aterrizara. Víctor tenía rodeado del cuello a Katsuki, mientras que con la otra mano sostenía una lata de refresco.

—Yuri~, ¿quieres un poco de refresco?— ofreció él a su novio; cuando este negó, Nikiforov se acercó más a su rostro.— ¿O acaso quieres que te lo de yo?— susurró coqueto y rozó su nariz en la mejilla del aludido.

— No, Víctor, me haces cosquillas~— el pelinegro rió ante las acciones del mayor.

Está claro que Plisetsky no ignoró eso, al contrario, ese fue su límite. Veía es suelo apretando los puños, sentía que la vena en su frente reventaría, y al escuchar que las risas no paraban, explotó.

—¡Ya basta!— giró hacia los dos culpables, quienes lo veían confundidos.

—¿Qué ocurre, Yurio?— preguntaron al unísono.

—¡Ustedes dos, par de idiotas!— les señaló acusadoramente.— ¡Búsquense un maldito lugar para estar de parejita acaramelada!— cómo deseaba poder hacerles sentir lo que él ahora mismo.— ¡Tú, anciano y tú, cerdo... Me tienen hasta la...!

—¡Yuri!— la voz grave de quién era su amigo se hizo presente en sus oídos; provocando que se paralizara en su lugar, con una mano en el aire y la boca abierta.

—¡Oh, es Otabek!— avisó el peli-plateado.— Hello, Otabek.

—Yurio, cierra la boca.— le susurró su tocayo.

Y en ese preciso instante, a Yuri se le prendió el foco.

Volteó para ver al Kazajo acercarse con el equipaje en mano; caminó a paso rápido para su encuentro, ignorando a los dos individuos detrás suyo.

—¡Otabek!

—Yuri; ha pasado mucho...— mas el contrario no lo dejó terminar, pues en cuanto estuvo lo suficientemente cerca, se aferró a la camisa del mayor y lo jaló hacia sí; cuando Otabek pudo reaccionar, ya tenía los labios del menor chocando toscamente contra los suyos.

Cuando Plisetsky se separó de Altin, lo primero que hizo fue voltear victorioso para ver las reacciones de sus acompañantes; deseaba con ansias ver la incomodidad en sus rostros. Pero lo que se encontró fue algo completamente distinto; Víctor había dejado caer su bebida y Yuri dejó caer su mandíbula de la impresión.

—Cierra la boca, cerdo.- dijo burlón el rubio.

—¡Wow!—el peli-plateado sonrió de oreja a oreja y empezó a aplaudir.- ¡No sabía que eran novios!

—Sí, bueno... ¡¿Qué?!

—¡Felicidades, Yurio!— el pelinegro le abrazó de pronto.

—¡No, no, suéltame tonto!— se zafó del agarre.— ¡Otabek, explícales que nosotros no...!—sin embargo, el Kazajo se encontraba quieto en su lugar, con la mirada fija en la nada, pálido y al borde del desmayo.— ¿Otabek?

Un flash lo encegueció por unos segundos, luego notó a un grupo de gente rodeandolos, tomando fotos y aplaudiendo, imitando a Nikiforov.

—¡Ya basta! ¡Esto no es...! ¡Mierda!— la vergüenza empezó a invadirlo, junto con la ira. 

¿Por qué nada le salía bien? ¡Malditos sean, Nikiforov y Katsuki!

【02/01/2017】

Davai? Davai ||Otayurio||Where stories live. Discover now