1. Luan y yo

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Ahora que el calor ha reemplazado al frío, es notoria la mejoría del ánimo en la casa Loud. En especial para Lana, quien ha retomado sus juegos sucios en el patio familiar.

Me refiero a su retorcida costumbre de crear un charco y lanzarme bolas de lodo. En una familia en la que yo soy el único niño junto a diez hermanas, me convierto en blanco automático de sus juegos. En efecto: Lana vio cuando apenas iba saliendo a leer mis cómics, y eso le bastó para declararme su objetivo. La sonrisa que me dio era aterradora.

Mientras yo me escondía tras un árbol para evitar ser bombardeado, vi a mi hermana Luan acercándose, con una pila de artefactos para fiestas infantiles en brazos. No era un buen momento para regresar de su trabajo.

—No tiene caso huir, gallinita... Sal de ahí —amenazó Lana, mientras daba una forma perfectamente esférica a una masa de lodo.

—Oye Lana, ¿podrías considerar una tregua? Es que...

—¡Demasiado tarde, esta amiguita te quiere conocer! —fue la respuesta que recibí y la que menos quería escuchar. Pero las cosas todavía no se complicaban lo suficiente. Dando un swing completo a la hora de lanzar la bola mugrosa, Lana dio un pequeño resbalón en el lodo del suelo, el cual bastó para que el misil se alejara de mí... Y se dirigiera hacia la inadvertida Luan.

El tiro iba sumamente rápido, pero aun tenía una oportunidad de evitar algo peor.

—Oh no, ¡cuidado, Luan! —exclamó Lana, mientras yo echaba a correr hacia la futura víctima. Luan se detuvo al escuchar la advertencia, y apenas moviendo su cabeza, intentó encontrar la fuente del peligro. Pero sólo me vio a mí, saltando frente a ella y recibiendo la bomba de fango justo en la boca.

La pobre Lana no dejaba de manifestar su arrepentimiento. ¡Linc! ¿Estás bien, viejo? ¡Lo siento mucho!, decía, mientras la boca me sabía a rayos y la vergüenza me impedía levantarme del suelo. Cuando dejé de pensar en lo mucho que odio la primavera, logré ver el rostro anonadado de Luan, quien había puesto su abultada carga a un lado cuando descubrió lo que pudo sucederle a ella.

—¡Linky! ¿Te sacrificaste por mí? ¡Eso es asombroso! ¡Habría sido un gran problema si se enlodaran las cosas de mi trabajo! —y prosiguió, mientras me tomaba del brazo izquierdo— Levántate, me siento profundamente obligada a agradecértelo de una forma especial.

Al ponerme de pie, escupí buena parte del lodo que casi trago. Eso la hizo sonreír.

—¡Muchachito! ¡Cuida ese vocabulario, estás hablando puras porquerías! —exclamó, y su risa inundó el patio, mientras me halaba con alegría hacia adentro de la casa.

Rayos...

Un par de horas después, tras una larga sesión de gárgaras con enjuague bucal, estaba llenando mi boca con algo casi igual de dañino que el lodo, pero muchísimo más delicioso. Así es: Luan me invitó a Burpin' Burger, y una enorme LardBall Steak Burger era atrapada entre mis dientes.

—Ni te imaginas lo exitosa que fue la rutina nueva. Lo que sugeriste la otra vez funcionó de maravillas. ¡Estuvo genial! —comentaba ella, mientras gesticulaba con sus brazos. El combo que eligió seguía intacto, en cuanto que el mío se desvanecía a una velocidad absurda. Escuchar su animada conversación era la mejor música para gozar de mi comida chatarra favorita.

—¿Te refieres a lo que sugerí la otra vez acerca del Señor Cocos? —dije, mientras recordaba lo insatisfecho que se veía el muñeco con la rutina original. Tomé un buen sorbo de soda mientras ella seguía contando su experiencia.

—Eso mismo. Hasta la mamá del cumpleañero casi escupe la bebida al reírse. ¡Eso habría sido algo digno de captarlo con mi cámara! Se habría convertido en la escultura de fuente más fea del mundo.

Esa imagen mental causó efecto en mí, y fui yo quien terminó expulsando la bebida.

—¡A eso me refiero! ¡Ya la riegas, hermanito! —fue su comentario final antes de unirse a mi carcajada.

Como ven, disfruto mucho pasar el tiempo con Luan. Es alguien con quien es imposible pasar un momento aburrido. Aunque por desgracia, terminé recordando que la felicidad de su compañía desaparecía en una fecha cercana. En su día favorito del año.

Hablo acerca del primero de Abril, el Día de los Inocentes. Esa malvada celebración creada con el único propósito de convertir a la humanidad en víctimas de los bromistas. Y tenemos una justo en nuestro grupo familiar: la dulce Luan L. Loud se transforma en un monstruo durante esas larguísimas y dolorosas veinticuatro horas. Créame, no es algo agradable ni siquiera de recordar.

Es por eso que envidio de forma inimaginable a Lori, la mayor de todas mis diez hermanas. Pasará esta semana fuera de la casa Loud, visitando a la tía Ruth. Una semana entera. ¿Cómo puede ser esto posible? ¿Por qué no yo, por ejemplo? No exagero al decir que la tía con sus pies callosos (que incluyen un dedo extra), sus gatos y su comida vomitiva son algo mejor que lo que se puede vivir aquí en el Día de los Inocentes. Pero tenía que ser alguien capaz de llevarla en auto adonde fuera necesario en una emergencia, y eso me descarta.

No quería que ese día llegara. Ese día en que Luan se transformaría en algo horrible.

—¿Tú, callado? O estás pensando en tu amada Ronnie Anne, o te estás atragantando —comentó de repente mi hermana, lanzando una mirada inquisitiva.

—P-perdona, estoy saboreando cada bocado. Eso es todo —mentí.

—Yo creo que es lo otro. No sientas pena por eso. —contestó, y tomando un aire más literario, casi como una poetisa, añadió: —El amor nos transforma. Nos pone de cabeza, a tal grado de querer cambiar y ser mejores.

En lo último que dijo tenía una enorme razón.

—¿Has estado enamorada alguna vez, Luan?

Ella me miró en silencio, sonriendo con serenidad..

—Así es. Algún día te daré los detalles.

Y le dio el primer sorbo a su bebida.

Beso o tortazoWhere stories live. Discover now