Capítulo Cero: Copos de Nieve

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El cielo nublado impedía que se distinguiera con claridad la hora del día. Con facilidad podían ser tanto medio día como las cinco de la tarde. Pero a Yuri, eso no le disgustaba en lo más absoluto. Había nacido en ese lugar y si bien no negaba que un día soleado le era irresistible, admitía que le seguiría produciendo algo de extrañeza.

O, mejor dicho, nostalgia. Así era cuando en sus inviernos fuera de Rusia se percataba de que la nieve no caía.

La brisa congelada arrebolando sus mejillas y enredando el largo cabello dorado que se negaba a cortar, le indicaba que pronto iba a comenzar a nevar. Arrancándole una pequeña sonrisa que escondió tras su larga bufanda con diseño de guepardo.

Si fuera por él, se quedaría todo el día observando el paisaje desde su balcón, notando el tiempo pasar solo cuando el enorme reloj de su pasillo comenzara a dar fuertes campanadas indicando que ya era de noche. Quería ver cómo los tejados de las casas de la servidumbre, lentamente, se iban tiñendo se un inmaculado color blanco. Mientras los terrenos, antiguamente verdes, de su familia eran cubiertos por el suave manto helado. Suave, muy suave. Como el regazo de su madre cuando estaba viva, desde luego, sin ese aletargante aroma a lilas y esa calidez familiar.

Porque a su madre también le gustaba ver la nieve con él cuando era un niño, así que él no podía evitar hacerlo e imaginarse que ella seguía a su lado, acariciándole los cabellos y contadores bonitas historias.

Deseaba tanto hacer eso en ese día. Pero el compromiso familiar se lo impedía.

Arrugó en entrecejo, molesto al recordar la fiesta que presentaría su abuelo en esa ocasión. No era por ser egoísta, ya que sería la ocasión en que su hermana mayor Mila sería presentada en sociedad.

Ella ya había cumplido la mayoría de edad, había sido una reunión bastante agradable entre su abuelo, Mila y él. Con la compañía de alguno que otro sirviente al momento de la comida. Había aprovechado de probar el alcohol, aunque desechó la idea de beber más.

Eso era lo suyo. No tener que esforzarse con todos esos reglamentos de etiqueta cuando venían las otras familias poderosas de la ciudad a arreglar "quiensabequé" cosas con su abuelo. Incluso si él tendría que ocuparse de esas cosas cuando fuera mayor, no tenía la más mínima intención de aprender eso ahora, sus intereses distaban mucho de lo que deseaba su abuelo y eso le provocaba aún más canas al mayor.

Chasqueó la lengua con molestia, cuando un pequeño temblor recorrió su cuerpo.

No estaba mintiendo cuando decía que congelarse en el balcón de su cuarto sonaba mucho mejor que tener que fingir que comprendía los problemas amorosos de Georgi, el hijo menor de Yakov y Lilya Feltsman, cuando este llegaba quejándose por la prometida que lo dejó hace ya un año.

Cada fin de mes era igual. Yuri solo se sentaba a su lado con la mirada baja, mientras trataba de imaginar que estaba en otro lugar haciendo algo mucho mejor... como lanzarse a un río. Y morir congelado.

Oh, sí. Eso sonaba mucho mejor.

Tan sumido estaba en sus pensamientos, que no se percató que su adorada mascota comenzaba a pasearse entre sus piernas y restregarse en busca de alguna caricia.

—¿Qué haces aquí, Nieve? —preguntó con suavidad el menor, mientras se inclinaba y sostenía al esponjoso gato entre sus brazos —. Va a nevar dentro de poco, supuse que preferías quedarte en mi cama durmiendo todo el día.

El gato respondió con un ronroneo, acurrucándose en el pecho del pequeño rubio y haciendo sonar su plateado cascabel.

—Sí que eres todo un caso —lo regañó Yuri y hubiera continuado con el monólogo cuando un pequeño copo de nieve cayó sobre su nariz, descolocándolo por completo.

❀ Brotes de Invierno ❆ 【 Omegaverse】「𝒴𝓊𝒴𝓊𝓊」Where stories live. Discover now