¿Maltrato doméstico?

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—¿Te duele? —Preguntó el doctor mientras colocaba la escayola

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—¿Te duele? —Preguntó el doctor mientras colocaba la escayola.

— Un poco, pero se me pasará.

—En estos casos me veo en la obligación de hacer unas preguntas y en caso de que sea necesario, contactar con la policía. ¿Cómo se ha roto el brazo?

Miente.

¿Debía mentir? No lo había hecho en seis años y las consecuencias de haberlo hecho en su momento habían sido irreparables. Pero había algo en mí que me prohibía contar la verdad.

—¿Señorita?

—Me resbalé por la calle y caí sobre mi brazo. —Respondí. Él, no muy convencido asintió y minutos más tarde me dirigía a mi casa.

El buen tiempo había terminado, pero por primera vez en mi vida, me sentía agusto caminando bajo la lluvia, esta me permitía relajarme y asumir el giro que estaba dando mi vida. Pero todo aquello había terminado para mí, iba a averiguar quien era el susodicho por el que estaba metida en esto e iba a alejarme cuanto pudiera de él.

Me detuve frente a la puerta de mi casa, me había ido por la noche y volvía al mediodía, un acto de irresponsabilidad que no sería capaz de perdonarme nunca. Abrí la puerta como pude y para mi sorpresa, mi padre estaba en el salón.

No era capaz de recordar la última vez que le había visto fuera de su habitación, conectado a la máquina que le permitía respirar.

—¡Elena! —exclamó él al verme y se aproximó rápidamente hacia mí— ¿Qué te ha pasado? Estábamos muy preocupados por ti, mi niña.

—Si, Elena. -afirmó su cuidadora barra novia o lo que sea.—Estábamos apunto de llamar a la policía.

—Bueno, estoy bien. Solo me caí, pero ese no es el punto. ¿Les han dado la charla? —Espeté y ambos se miraron entre sí, debatiéndose entre si huir o aceptar lo que iba a decir. —Bien, sentaos.

Ambos obedecieron y como pude me senté en el suelo frente a ellos.

—Lo primero, pueden hacer lo que quieran, siempre y cuando yo no esté en casa y no encuentre pruebas de que ha sucedido algo. —mi padre protestó, pero le hice callar levantando mi única mano útil— Segundo, no quiero más hermanos ni hermanas, porque les mato a los dos y para terminar, bueno... Creo que me alegro.

— ¿No estás enfadada? -Preguntó confundido mi padre y yo negué con la cabeza.— Gracias hija, teníamos la intención de contártelo pero...

—- Aunque digan que la intención es lo que cuenta, en este caso ese refrán no va a conseguir que cambie de opinión, hicieron mal al ocultármelo, no se debe mezclar el amor con el trabajo.

— Lo sé, he sido una irresponsable.—Respondió. —Por eso mismo, hemos decidido que si mantenemos una relación no puedo estar recibiendo un sueldo por algo que haría sin ver un solo céntimo.

Asentí, me había ahorrado el tener que decírselo yo.

Mi vida estaba dando giros y más giros hasta el punto de no salir de mi confusión en ningún momento.
Para empezar, un Dios llamado Kyle había llegado a mi vida, y poco a poco se iba ganando un puesto relevante, después, mi padre había mejorado y mantenía una relación -a pesar de no haber superado la perdida de mi madre- y después, había estado apunto de perder la vida.

Mi vida comenzaba a cambiar, y no podía decirlo simplemente por haber sobrevivido a aquella irrealista situación, no. Hay gente que después de estar apunto de perder la vida, deciden que es hora de encaminar su vida y hacer algo correcto con ella.
Pero yo solo deseaba respuestas, averiguar que había ocurrido o, por ende, descubrir por qué me había visto involucrada en todo ello.

Y durante dos semanas, aquellas preguntas se mantenían en mi cabeza y no hayaba la manera de descubrir que había ocurrido, sabía de sobre que la información de internet no tenía por qué ser necesariamente cierta y no quería llenar mi cabeza de suposiciones.

Necesitaba la verdad.

Erick Jenner, dieciocho años. Desapareció el pasado dieciocho de Enero y todavía no se le ha visto, si saben algo de alguna persona que se adapte a la fotografía que se muestra a continuación...

Apagué la televisión. Yo sabía el paradero de Erick, o mejor dicho, del ser en el que se había convertido poco antes de ser atravesado por aquella vara de metal, ¿era esa la forma de destruirles?
En las películas siempre había visto que con una simple estaca les podías matar, pero desde luego no les mostraban como los seres fuertes y veloces que realmente eran. Ningún ser humano podría matar a uno de ellos, a un vampiro.

Pero todo aquello había pasado a segundo plan cuando Kyle decidió no dar señales de vida durante ese período de tiempo. En un breve lapso temporal me había acostumbrado a su presencia y era incómodo el volver a sentirme aislada del mundo, y aún más cuando no tenía ni su numero de teléfono para llamarle y comprobar que estuviera bien.

¿Y si le habían hecho algo? Era una muy buena persona, algo raro, pero lo raro era como un imán para mí.

Quería saber cuanto antes algo de él, dijo un par de días y los había multiplicado por siete; no era común que una persona desapareciera así porque si de la faz de la Tierra y nadie hiciera preguntas al respecto.

Comenzaba a preocuparme.

Los días se hacían largos y tediosos, aún llevaba la escayola y no podía permitir ir a trabajar, y en clase me había visto obligada a sentarme con Leila para que escribiera ella por mí, ya que había tenido tanto suerte de fracturarme mi brazo derecho.

Todo estaba más cerca de mí de lo que yo podía creer.


Capítulo 2 del maratón.. Juju

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Dulce asesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora