Capítulo 11

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11

Su corazón comenzó a martillear dentro de su pecho, incluso antes de que se echara a correr con rapidez hacia la plazoleta.

Cuando alcanzó el punto en el que Callum fue tomado, el gentío se había vuelto denso debido a la presencia del grupo de encapuchadas. Una gran parte de las mujeres de Crawley junto con sus siervos se detuvieron para observar la escena. Tuvo que abrirse paso a codazos y empujones que le valieron varios insultos y quejas. Pero cuando alcanzó el centro de la plaza vio a Callum maniatado. Lo habían subido al borde de la fuente y dos hijas de Lilith lo rodeaban.

—¡Callum! —gritó y avanzó hacia él, pero la sujetaron por la muñeca y antes de que pudiera volver el rostro para ver de quién se trataba, notó un hierro frío rodeando su muñeca. Acababan de encadenarla a un carromato cargado de mujeres de plata.

—¡Ah, ah! —musitó su captora—. Aún no hemos termi- nado con él.

—¡Suéltame inmediatamente! —reclamó Amanda, espe- rando haber sonado como alguien autoritario y poderoso.

—Tranquilízate, ¿quieres? —respondió la joven que debía tener unos 20 años—. Solo van a contar una historia y te lo devolverán después.

—¿Por qué no usan a sus propios siervos? —gruñó Aman- da, intentando en vano deshacerse del grillete.

La joven se inclinó sobre ella como si deseara confesarle algo privado.


—Porque nos los hemos comido —dijo, y soltó una car- cajada.

Amanda se detuvo para observarla con desprecio. Sabía que estaba bromeando, pero eso no hizo que dejara de desear golpearle la cabeza.

La joven se situó a su lado, como si estuviera montando guardia junto a una fiera derrotada. Amanda creyó que la amordazaría para evitar que le gritara órdenes a Callum, una vez se calmara el vocerío de la muchedumbre; pero en lugar de eso, se inclinó hacia ella y dijo:

—Si no quieres que su rostro bonito deje de serlo, no se te ocurra ordenarle nada violento —le indicó. Por su forma de actuar, parecía estar acostumbrada a tratar con las amas de sus víctimas—. No me importa qué tan fuerte sea, no hay nadie que pueda con una hija de Lilith.

La joven derrochaba una seguridad tan abrumadora que Amanda no tuvo más opción que creerle. En las historias que le habían contado sobre las hijas de Lilith nunca nadie había salido herido, y esa no tenía porque ser la primera vez. Ex- ceptuando el pequeño detalle de que en esa ocasión el sier- vo secuestrado no era un volcán adormecido, sino uno activo a punto de estallar en bolas de fuego, ante la más mínima provocación.

Las dos hijas de Lilith, que lo tenían asido, se movían con la agilidad de una pantera en su propio territorio. Compar- tían la seguridad de la muchacha que acababa de amenazarla, pues no parecían ni en lo más mínimo intimidadas por la com- plexión fornida de Callum. Amanda, de naturaleza insegura y asustadiza, no pudo evitar envidiarlas y preguntarse cómo debía ser vivir sin el peso de ese gigante llamado miedo.

La mirada de Callum  #Wattys2017Where stories live. Discover now