De Vuelta a la Realidad

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El cielo era gris, pero parecía que una parte de las nubes se abría para hacer pasar la luz a mi casa, mi cuerpo no soportaba el miedo justo en esos momentos, la tensión que cargaba se llevaba como una cruz hasta la montaña de la desesperación con destino la ira de mi padre, solo pensaba en soportar la paliza que tendría dentro de unos momentos o escuchar el sermón del siglo haciéndome sentir horrible por eso; pero arriesgué mucho para ese momento... no había marcha atrás

Nadie respondía... toqué el timbre de la casa por segunda vez, nada, lo intenté por tercera vez. La puerta se abrió en frente de mí... mostrando a mi padre con orejas y cola bajas, descuidado, con un café en la pata, toga sin amarrar puesta y con ojeras no muy notorias por el pelaje. Tenía la mirada baja y sus anteojos mal puestos, cuando subió la mirada se le cayó el café rompiendo la taza en el piso y salpicando todo el alrededor. Su expresión cambió completamente de deprimido a un estado sorprendido, sorprendido poniendo su pelaje de punta.

En ese momento subió la pata a la altura de la cabeza, tomaba impulso, apretaba los dedos formando un puño... sabía que me iba a golpear...

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Pero en vez de eso me abrazó

Las palabras no fueron necesarias en ese instante, yo lo abracé también, fue un renacer para mi padre y para mí, solo recuerdo que no lo quería soltar por nada del mundo y que el abrazo duró como por una hora o un poco más hasta que me quedé dormido en sus brazos como un niño que por primera vez veía a su padre y se acurrucaba en él.

Lo que pasó después es que desperté en mi habitación, arropado con mi pijama viejo que usaba cuando era un poco más joven... claro que me quedaba un poco ajustado, pero era un abrazo de nostalgia, recuerdos infantiles y de suavidad, no me levanté de la cama hasta el día siguiente, veía la luna brillante que resplandecía de la misma manera que en el edifico abandonado de Scar... aunque algo me decía que él estaba perfectamente bien; me preocupaba él, vi la mochila pensando que ahí estaba la máscara de rana, pero sabía también que no le saldrían piernas y se iría corriendo... así que esperé hasta la mañana.

Me quedé dormido por el cansancio que me provocó estar cada momento con un chico, huir de los policías, correr hacia una estación de autobuses que se encontraba al otro lado de esa ciudad, dormir en un bus con asientos más duros que madera y estar de pie por una hora aproximadamente abrazando a mi papá.

Desperté tarde ese día... más o menos como a las 11 de la mañana mirando a la pared en la que se arrinconada mi cama, volteé para ver el reloj aunque, mi padre estaba ahí, atento a lo que hacía... me asusté un poco, incluso di un pequeño grito y salté por la sorpresa.

-¿Papá?- pregunté

-Sí, claro que sí... el único que tienes- dijo con una sonrisa en el hocico, un chocolate en la pata y la cámara del abuelo cargada al cuello.

-¿Qué pasó?-

-Te quedaste dormido en mis brazos... como cuando eras bebé-

-Sí... estaba cansado por todo lo que pasó...-

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