4. El polígono

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El primer día de clase en tu ciudad quizás lo pases un poco nervioso, pero si encima vas a un instituto del cual desconoces su localización la cosa puede llegar a nivel de taquicardia.
A ver, voy a explicarlo, no es que desconociera el paradero del centro si no que cuando lo buscabas en el google maps éste te salía en medio del campo, con lo cual suponía yo y mis padres que estaría mal situado en el google maps, fallo técnico vaya.

El primer día lo recuerdo algo difuso a pesar que han pasado menos de dos años. Me desperté temprano por los nervios, y tras el desayuno me dispuse a mirar por internet el bus que tendría que coger para llegar al instituto; nada estaba muy claro, era el 29C o 29D, me la tendría que jugar.
Preparé el boli y la libreta y los meti en la mochila. Qué triste llevar una mochila vacía. Siempre he pensando que es como intentar disimular que vas a hacer algo pero en realidad solo quieres aparentar que no te estas rascando los huevos.
(Que ya me dirás tú que quería disimular ese día si solo iba a que me dieran el horario de clase y a hacer las presentaciones...en fin)

Llegué a la parada con 30 minutos de antelación, y aún sabiendo que hasta en punto no pasaba, no paraba de mirar el cartelito este en el que aparecen los autobuses que van llegando (yo y mis explicaciones frente a palabras que no me vienen a la mente). El caso, es que no paraban de pasar autobuses, menos el mio; desesperada (aunque aún quedaban 5 minutos de reloj según el horario de autobuses que había descargado por interner) le pregunté a un hombre mayor que había al lado de la parada si el horario que tenía concordaba y si me llevaría directa al instituto, el hombre resultó ser un profesor jubilado de ése mismo instituto (sí, la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, o como sea el dicho). Y como si lo hubiesen llamado con campanilla el bus apareció justo después de la respuesta de ese amable señor.
Subí y.... Chan chan chan iba petadísimo, creo que los trenes estos en Japón van menos llenos..

Entré como pude y bueno, espero que esto no lo lea nunca la persona de la que hablaré ahora

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Entré como pude y bueno, espero que esto no lo lea nunca la persona de la que hablaré ahora. Como si de una pelicula se tratase (y no exagero), levanté la vista y...¿a quién tenía delante? Pues a un chico bastante apañado. Durante todo el viaje pedí internamente que fuera a mi clase aunque con la suerte que he tenido siempre no conseguiría ni un imtercambio de palabras con ese chaval.
En cada parada subía más gente (allí se ve que los autobuseros no saben decir que ya no hay más sitio), el caso es que cada vez estabamos todos más "apegotonados". No distinguía ni las calles por las que pasábamos, asique yo hice como Vicente ("¿a dónde va vicente?") a donde va la gente; sí, desconocía dónde se encontraba el dichoso instituto asique ..¿qué hice? Pues seguir a gente con mochila. Si chic@s, si no tenéis ni idea de dónde tenéis que ir, seguir siempre a gente con mochila, son de fiar (es ironía, no estoy motivando a hacer nada).
Bajé del bus cagada del miedo, sin saber a dónde ir, siguiendo a gente con mochilas sin saber si en verdad iban a realizar un sacrificio satánico o a hacer un botellón. Salí del pueblo, caminé por unos 10 minutos por una calle que no tenía mas que matorrales y prado a la derecha y casas casi deshabitadas a la izquierda y por fin, a lo lejos hallé el instituto. No sé como explicarlo pero en ese momento sentí un gran alivio, alivio porque no me perdí y porque no moriría ese día (sí, soy un poco exagerada lo admito). (Por cierto durante todo ese tiempo fui justo detrás del chaval..)
Llegué a las puertas del instituto, el cual se localizaba en medio de un polígono a las afueras de una pedanía. Buen lugar para plantar un instituto en el que hay niños de 12 años estudiando.. En fin no entremos en politica.
Entré y me puse como todos los que estábamos allí a buscar una plaquita con el nombre del ciclo formativo en cuestión. Recuerdo que subí las escaleras del primer piso y chan chan chan... Me encontré con el muchacho otra vez. Me miró, lo miré y me giré a buscar la plaquita dichosa. Sí, en esos casos no me sale ni decir "hola". Pero al chaval sí, porque me preguntó que si había visto el aula 115, y yo... "Pues es la misma que estoy buscando".

Sí, en efecto, mi petición no solo había entrado en el buzón sino que encima había sido seleccionada.
Las probabilidades no eran muy altas, pero en este caso había ocurrido.

Continuará...
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En el próximo cap. La verdad es que aún no lo sé, aún es pronto para saberlo y más con el ajetreo de la uni :p

Cómo sobrevivir a la vida misma Where stories live. Discover now