EL SALÓN DE INTERROGATORIO

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Fue en ese momento que, empedernido guindando entre el hilo con el que se lavaba los dientes la muerte, atisbaba abrumadoramente los celos recíprocos de la vida que se despedían de mi envueltas en una humareda densa y nauseabunda intangible el firmamento el cielo arrugado, estrellado y tembloroso como un junco de luz ilumino ante mí una estrella que ladeaba desalada completamente sola en toda la tempestad de la rivera de la noche inquisitiva mente erguida llego hasta el ombligo de mi oído con su voz sonora y a la vez dulce carraspeo.

- Aun no goces encarecidamente del descanso que te otorga las tierras mundanas de la muerte, todavía queda cruzar el último eslabón.

El mítico paisaje se quebrantó en pequeños pedazos de bagatela estrafalaria la cual, unos orificios imperceptibles de gran espesor emanaron una luz potente cegó mis ojos, y en desbandada turbulencia mi cuerpo y mi alma se diluyeron adentro del mismo a la par que sentí como un rayo de luz fulgente despertó a mis ojos, en ese momento supe que todavía tenía que sufrir, tendría que ser catapultado por las ínfulas agravantes del destino hacia la vida, otra vez.

Sosegadamente inconsciente cabeceaba en intentos brutos por moverme en un escenario allanado de oscuridad y miseria. Sombras tapizadas de frialdad en un pavimento curvo y estrecho, una mesa completamente negra y grande, cámaras en las esquinas de las paredes que rechinaban mientras giraban en su propia órbita, al frente mío un espejo que al parecer es antibalas un leve desnivel donde se pueden obtener cosas y ante mí un micrófono blanquecino satinado en su exterior de puntos negros, una silla de mercantil y la incógnita que agitaba mi mente bruscamente mientras que el frío impío que me ahorcaba inasiblemente recaía entre mi cuello a lo más profundo y mórbido de aquel tenue lugar.

Procure mantener la calma y no recaer entre el enigma que me llevaba hasta las manos de un zángano mezquino que regurgitaba a golpes padecer en mi mente, o eso pensaba.

Una luz inclementemente se encendió de fondo a lo que seguido a esto un parlante del otro lado del salón se encendió, sin el más mínimo titubeo petrificado de la soledad esperando que cautelosamente se entreabriese la puerta y entrara cualquier otro tipo de asesino temeroso que cercenara mis dudas hasta volverlas polvo, en un arraigado movimiento de infortunio dolor con voz quebrada pregunte 

- ¿Por qué estoy aquí?

- ¿Realmente no sabes porque estás aquí? – respondió turbiamente el sujeto.

- No, no lo sé – dije – pero sería mejor que tú retribuyente sujeto misterioso me encararas de la oscuridad y escueto te deshagas de tus dudas al frente mío

Un silencio turbio reino en la sala durante unos segundos a la par que de tras del panel de vigilancia un junco de luz fulgente despertó y lentamente un sujeto de rasgos hispánicos entreabriese la puerta para entrar a la misma.

Con cabello lacio de piel trigueña y ojos verdes fosforescentes vestía de sombrero y gabán con un cigarro en la boca se sentó, saco de su cajetilla un cerillo y lo prendió a lo que la pregunta clave salió a relucir de las entrañas de su boca, tomo asiento mirando directamente a mis ojos seguido a esto saco una hoja de su maletero un lapicero dentro del bolsillo de su gabán, los deslizo dentro del desnivel cuando yo ya lo tenía en la mano me pregunto

- Damián, si así es que te haces llamar, encontramos restos de tu madre en tu garaje, partes de tu padre en el sótano y a tu hermano Jack calcinado en el horno de la cocina creo que a todo esto tienes algo que decir – Sopeso el policía

Abruptamente un malestar en mi cabeza recordó lo cometido, el acto mas turbio cerciorado por las garras de un demonio que se emanaba dentro de mi, entre el discernimiento candente, las gotas de sangre que goterearon en mi cabeza recordando y con un pincel pintando en mi mente recordar cómo, la masacre de un prolífico asesino serial que delataban la carnosidad con la que mataba a mis victimas fui esclavo desarrapado de mis mas profundas peripecias y muérdago que vagaba entre la penumbra de un farol en el valle de la soledad.

El agente escupió el humo de su boca, lentamente como un vértice dibujaba los rasgos de mi madre la cual sus ojos humeantes parecían llorar, a lo que el viento araño arraso de un momento a otro su frente y en un susurro helado impregnado de tristeza que parecía agalludo y sordo dijo NO.

Estaba empezando a entender que era lo que pasaba, la arrogancia ya no parecía estar más en mi ser, cabizbajo con un lagrima que caía del recuerdo confuso que procuraba ser menos sangriento de lo pensado, impío ante la propia Azaña de saber que me podría volver ceniza al revelar lo menos conveniente hacia el futuro, hacia mi muerte, entre miedo y lágrimas refunfuñe

- Es una historia larga, deseas escuchar como truculento mi alma se destapa en una efímera bomba de tiempo – Exclame con pena y furor en mi alma

A lo que él, soltó una pequeña risa jocosa y respondió

- Estaría encantado, pero antes..

Deslizo un pequeño material dentro del desnivel en una bolsa negra y con un botón blanco que la cerraba, la abrí, dentro de la misma estaba mi viejo compañero, un parche negro deteriorado lleno de polvo y satinado de sangre después de las arduas batallas para llegar al trono del batallante mas erguido, me lo puse en el ojo izquierdo (donde se acongojo el acero frio de la navaja) y seguido a esto dije.

- Estoy de vuelta, pero aun sigo perdido – Confuso declare.

- Tranquilo, la muerte aun es opción. – jacto vorazmente


El asesino del parche en el ojo #WriterAwardsHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin