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— Todo está bien.— Miré mi reflejo en el espejo del que solía ser nuestro pequeño baño. Me costaba tanto mirarme sin sentir ganas golpearme a mi misma hasta quedar inconsciente. —Todo está bien.— Apoyé ambas manos sobre el frío material del que estaba hecho el lavamanos. —Todo está bien.— Repetí por tercera ocasión en un intento por convencerme de que todo estaba bien en realidad. Me costaba respirar a causa del inmenso dolor que sentía creciendo en mi pecho desde aquel día. Abrí la llave del grifo y dejé que el agua corriera, desperdiciandose, durante los minutos que me tomó el acumular aire suficiente para poder hablar. —Todo está bien.— Introduje mis manos en el chorro de agua, agaché la cabeza y mojé mi rostro. El agua estaba ridículamente fría que logró erizarme la piel. De todas formas no importaba. Necesitaba sentir todo lo que me fuera posible para estar segura de que no estaba muerta en vida. —Todo está bien.— Me enderecé y mi mirada viajo por toda la habitación. En una de las esquinas seguía tirado mi sweater azul con tintura roja. La vista se me nubló por las lágrimas que había estado reteniendo durante días, está vez no había vuelta atrás.

Él solía decir que repetir las cosas 36 veces hacia que las memorizaras pero yo llevaba repitiéndome que todo estaba bien desde los últimos 5 días y aún no lograba memorizarlo, mucho menos que se hiciera realidad.

Volví a mirar mi reflejo sintiendo incluso aún más asco que antes. Las bolsas debajo de mis ojos, la nariz colorada y los labios apunto de sangrar por la falta de hidratación eran solo una parte de lo que hacía que mi aspecto fuera horrible.

Sin más que hacer en el cuarto de baño, me apresuré a salir. El tiempo corría y mi pequeño episodio de debilidad frente al espejo había sido una perdida de tiempo.

Sentí como si me atravesarán el corazón con una daga al ver que la cama estaba vacía. A éstas horas él normalmente estaría tomando su quinta taza de café mientras sus manos trazaban cosas que sólo podían tener sentido dentro de su cabeza. Me estaba costando mucho trabajo acostumbrarme a no tenerlo cerca y estaba segura de que sí pasaba un día más dentro de ese apartamento, iba a volverme completamente loca.

Caminé hacia el closet y abrí las puertas de par en par. Tomé la pequeña maleta que yo sabía que estaba en el fondo, la puse sobre la cama y la abrí con la intención de que dejara de estar vacía pronto. Regresé al closet y, sin detenerme a pensar, tomé toda la ropa que me cabía en los brazos para después ir a meterlo todo a la maleta. Sabía que una vez que me fuera no podría volver nunca y eso quería decir que tenia que dejar muchas cosas atrás. La maleta se llenó rápidamente por lo que me vi en la necesidad de buscar otro lugar para poner el resto de mis cosas. Para mi buena suerte aún conservaba el saco en el que él solía guardar todo su material de dibujo y pintura. Lo localicé en un rincón de nuestra sala y me apresuré a meter las prendas que conformaban mi ropa interior. La mitad del closet seguía llena pero ya nada de eso me pertenecía a mi, sino a él.

No había forma de que él regresara por algo de lo que ahí se encontraba, fue por eso mismo que decidí llevarlo conmigo. Tomé unas cuantas de sus playeras, desde mis favoritas hasta las que más odiaba. También me tomé el atrevimiento de meter en el saco sus escritos y pinturas, entre otras cosas.

Caminé con torpeza hacia el baño donde pude ver el sweater azul, la última prenda que use cuando él seguía conmigo. De seguro aún conservaba un poco de su aroma y tenía miedo de no poder irme si lo olía de nuevo.

—Y un día te iras y no quedará nada más que la esencia del amor que alguna vez existió entre nosotros. —Las piernas me temblaban al igual que la voz mientras citaba las palabras que él mismo había escrito tiempo atrás.— Y el café ya no sabrá igual, ni siquiera el azúcar podrá endulzar la tristeza que me cubrirá el corazón luego de tu partida,— Pegué mi espalda contra la pared para tener alguna clase de soporte pero con cada segundo que pasaba mis piernas se volvían más débiles. Me deslice hasta llegar al suelo. — Ni siquiera su calor podrá abrigarme en las frías noches en las que tu corazón no lata junto al mio.— Me aferré al saco con las pocas fuerzas que me quedaban y una vez más, las lágrimas hicieron presencia. —Te lloraré durante 500 días y 499 noches y aún así ninguna de esas lágrimas será suficiente para preparar un café que me sepa como tú lo hacías.—  El aire me faltaba de nuevo. En el mejor de los casos iba a terminar muriendo por asfixia y así ya no seguiría viviendo ese dolor. —Nunca volverá a existir un sólo grano de café que se compare con el color de tus ojos al abrirse a primera hora del día. Ni siquiera la cafeína podrá hacer que éste necio corazón vuelva a sentir estímulo alguno. Y entonces el café ya no será café, porque sin ti yo ya no soy ni la mitad de lo que solía ser.

Y entonces yo tampoco sería la persona que era antes de conocerlo. Ahora que se había ido sentía como si no quedara mucho dentro de mi. Todas y cada una de sus palabras habían cobrado vida.

Necesitaba comenzar de nuevo, está vez tratando de no cometer los mismos errores. Difícilmente podría volver a entregarle mi corazón a alguien como lo hice con él porque sinceramente ya no había nada que entregar. Con él compartí los mejores años de mi vida y jamás iban a regresar. Me entregué en cuerpo y alma, y ahora no esperaba una devolución. La chica que lo había amado con todo lo que tenía había muerto y quedó enterrada en nuestro departamento.

Me puse de pie, no solo sintiendo que la fuerza regresaba a mis piernas, sino que también regresaba a mi corazón. Una nueva versión de mi se levantaba del suelo y está vez no iba a dejar que el amor la volviera a atar.

Tomé el sweater del suelo y lo metí dentro del saco. No le di la oportunidad de que afectará mis decisiones con su olor.

No había nada más que quisiera llevarme así que mi trabajo ahí había terminado. Miré el reloj en mi celular y me di cuenta de que me quedaban solo dos horas. Tenía que darme prisa.

Salí a la velocidad máxima del departamento y bajé las escaleras hasta llegar a la planta baja. Ni siquiera me atreví a mirar atrás, tampoco iba a dejar que la nostalgia me hiciera cambiar de opinión.

El frío del exterior calaba en mis brazos al descubierto pero eso me importaba poco.

Me subí al primer vehículo que se detuvo frente a mi con la determinación de no volver.

—Buenas noches, señorita, ¿a donde la puedo llevar?— Me preguntó el hombre de edad promedio que se encontraba detrás del volante.

—Al aeropuerto.— Respondí con firmeza.

— Al aeropuerto será.— Vi su sonrisa por el espejo retrovisor, sin embargo no pude encontrar la mía para responderle. —Es un buen momento para tomar unas vacaciones, ¿a dónde viajará?

— Lejos.— Aclaré mi garganta. Dirigí mi mirada hacia la ventana para poder ver como dejábamos edificio tras edificio atrás, al igual que mis recuerdos. —Muy lejos de aquí.

dear life« 5sosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora