Capítulo cuatro. [Maletas, vuelo y papá]

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Ese día nos despedimos súper temprano, estábamos tan emocionadas por el viaje tan improvisado que lo que queríamos era dormir y que fuera el día siguiente para empezar a empacar, pero apenas eran las once de la noche y yo me encontraba tirada en el suelo con dos maletas, una vacía y otra repleta de ropa, tan llena estaba la maleta que no se podía cerrar, lo típico.

Ahí me encontraba encima de la maleta para que pudiera cerrar como debe de ser.

En la otra sólo pondría un poco más de ropa, que eran más vestidos que nada, y muchos accesorios o productos de aseo personal.

Giré mi cabeza hacia ambos lados para tratar de encontrar mi celular y cuando por fin apenas lo vi, estaba una Luna, mi gata, encima de él como si de un cojín o su camita se tratase. Solté una carcajada y tomé mi celular, sin antes hacerle un cariñito a mi gata quien se encontraba ronroneando, como siempre.

Busqué el mensaje reciente de Samanta que era de hace apenas catorce minutos, el cuál era una pregunta con la respuesta más obvia del mundo, de esas que merecían un golpe en la cabeza por tanta obviedad.

''¿Me llevo muchos vestidos?''

Sí, esa era su pregunta, y yo quise darle una cachetada con mucho amor, sólo contesté con una risa en mayúsculas y un sí, con un emoji de ojos en blanco.

Presioné en video llamada y Samanta a los pocos segundos, contestó.

Se encontraba al igual que yo, se podía observar perfectamente su piso de madera fina en el fondo, junto con un desastre que era igual o peor que el mío.

— ¿Cuánto te falta? —Dijo mientras trataba de acomodar el celular en un mueble, al parecer.

—Sólo me falta acomodar los productos de aseo personal o accesorios en la otra maleta, ¿cuántas maletas llevas, por cierto? —Pregunté, para no ser la ridícula que lleva ropa para quedarse en Grecia por un año.

—Dos, ¿y tú? —Preguntó mientras por fin, pudo acomodar su celular en un ángulo donde me permitía verla acomodar sus cosas.

—Igual. —Contesté cortantemente, a lo que Samanta giró su cabeza hacia la cámara del celular y me rodó los ojos. —Perdón, perdón.... No quise ser cortante. —Finalicé y solté una risilla.

—Y bueno, ¿mañana a qué hora debemos estar en el aeropuerto? —Chilló mientras estiraba sus brazos con una sonrisa enorme de oreja a oreja en su rostro. —Supongo que temprano. —Se contestó a sí misma mientras volvía a sus asuntos.

—A las seis de la mañana deberíamos estar ahí, el vuelo sale a las nueve, me parece. —Dije emocionada mientras terminaba de cerrar mis dos maletas, feliz.

—Me parece bien, ¿ya terminaste? —Preguntó con los ojos bien abiertos, sonreí mientras negaba con la cabeza al ver su cara.

—Así es, mi queridísima amiga. —Suspiré mientras me estiraba, y bostecé, empezaba a tener sueño. — ¿Debería irme a dormir para que se me haga más corta la noche para que ya sea mañana? —Pregunté mientras acomodaba unas cosas que tenía tiradas en el suelo, y organizaba mis maletas una a un lado de la otra.

—Yo también haré eso, ni siquiera voy a cenar, y fíjate que yo siempre estoy comiendo, eso significa una emoción al extremo, ya quiero que sea mañana. —Dijo rápidamente a lo que solté una carcajada y ella se unió conmigo.

—Debo colgar, ya iré a dormir... tampoco cenaré.

—Eres una copiona Esmeralda —Se hizo la sorprendida y después colocó su rostro serio, observando que entraba su mamá a su habitación y Samanta escondía las maletas rápidamente debajo de su cama.

Amor árabe©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora