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Nunca vendimos el lugar, ni volvimos a tocarlo. Las ruinas de la casa permanecían intactas entre las otras casas del vecindario. Su estructura se mantenía bastante completa si se ignoraban las ventanas estalladas o ausentes, la puerta casi deshecha, las paredes con el sello marcado del fuego, el techo dañado.
Atravesé el jardín delantero con el pasto crecido y las hojas secas inundando las baldosas. No era fácil verlo.
Entré como si nada hubiera pasado, como si la casa no estuviera desintegrada por dentro. El interior me golpeó con fuerza y tomé asiento en la estructura destrozada de lo que había sido mi sofá favorito. Lo recordaba con papá sobre él, leyendo un diario viejo y quejándose de sus noticias. Justo en el momento en que la casa se inundaba con olor a café y mamá entraba diciéndole que era un viejo y necesitaba actualizarse. Al principio, ese era el instante justo en que Louis intentaba introducirlo en la tecnología, hasta que se fue de casa. El lugar quedó vacío y, poco a poco, la rutina siguió sin él.
También fue ese el momento en que papá comenzó a apagarse. Solía dormirse en todos lados, olvidar las cosas, quejarse, repetir mil veces lo mismo. Estaba irritable, y eso era contagioso. El lugar al que habíamos llamado hogar, ya no parecía existir. Todo había cambiado por completo.
Mi teléfono sonó, pero no me atreví a atender. No quería escuchar a nadie. No quería que nadie me dijera lo que estaba bien y lo que estaba mal.
Salí del lugar con paso lento y emprendí el regreso a casa. La noche se cernía sobre mí y comenzaba a caer una fina lluvia acompañada de un viento frío.
Las calles estaban atestadas de gente que corría o caminaba con rapidez bajo los techos de los locales. Eso era volver a casa, presentarme nuevamente frente a los recuerdos de niñez en los que saltaba en los charcos, inventaba una historia de monstruos atraídos por la lluvia, subía a la espalda de papá para que él imite a un caballo hasta llegar a la casa.
Cuando llegué, había alguien de pie en la entrada, resguardado de la lluvia. Al acercarme, sus brazos de abrieron, dejando que me oculte en ellos. Descubrí que la puerta estaba abierta justo al tiempo que una toalla me envolvía.
-Max, vamos adentro.-dijo Harry y asentí.- ¿Dónde estabas?-negué.- Le pedí a Liam que no viniera hasta que la gira terminara, pero yo no podía dejarte sola.
-Siempre estás.-musité mientras él me guiaba al baño.-Por eso te quiero tanto.
-Date un baño caliente y después tenemos una larga charla. Yo estoy haciéndote pastas y la casa empieza a calentarse.-besó mi frente y cerró la puerta.-Y apurate, sabes que no tengo mucha paciencia.
Cuando salí, mi mejor amigo me esperaba sirviendo los platos, con la mesa lista y la casa calentita. Me aproximé y descansé mi cabeza en su espalda un instante antes de ayudarlo.
-Huele rico.-comenté y él tomó lugar frente a mí.
-Lo cociné yo. Es obvio que va a estar rico.
El tiempo pasaba y lo único que se escuchaba era el golpeteo de los cubiertos contra los platos, hasta que él decidió interrumpirlo.
-Sé que estuviste en la casa de tus papás.-dijo.-Y sé de la pelea con Liam. Max, entiendo que estés enojada, pero...
- No estoy enojada.
-Pareces enojada.-me miró un instante y frunció el ceño.-No. No pareces enojada. Max, ¿por qué te fuiste entonces?
-Porque necesitaba estar sola. Yo... No le dije a Liam cuando perdí al bebé porque no pude y... Harry, tendría que haberlo hecho.
-Él te tendría que haber acompañado al médico. Entonces se hubiese enterado.
-Estaba ocupado. Es su trabajo y lo que ama. No voy a alejarlo de eso. Fue mi error y ahora lo sé.
-Max, no quiero que estés así.-murmuró.- Dejá de... No quiero verte mal. Sé que nada es fácil en esta situación. Lo sé, Max. Pero no es tu culpa y eso es algo que tenes que entender.
-Sólo voy a estar acá hasta que la gira termine.-sentencié y una sonrisa de niño pequeño se asomó entre sus labios.
-Yo dejé en claro que estoy enfermo. Me mandaron a casa, no les sirvo así.
-Harry...
-Ni lo intentes. Quiero que sepas que Noah está llorando y que Liam no quiere saber nada con salir de su cama. Tu papá está de un humor pésimo, Zayn quiere matarte y Louis está asustado. No creas que el hecho de que te hayas ido pasa desapercibido, porque no es así. Estoy acá porque no soportaba la idea de tenerte lejos. Estoy acá porque te adoro y, si no queres ver a nadie, no me importa. No voy a irme, Max.
-Siempre fuiste terco.-acoté tomando su mano con suavidad.- Pero quiero que te quedes tranquilo. Yo estoy bien.
-De todos modos me vas a tener que cuidar.-dijo levantando su plato de la mesa.-Es sólo una semana más, Max.-me abrazó con fuerza. -Después ya vas a tener a tu bebé.
-¿Liam te dijo algo?-pregunté entonces.
-Lo estás perdiendo, Max. Quiero que lo sepas.


Pequeña TomlinsonWhere stories live. Discover now